Había llegado con muchas dudas y, poco a poco, se ha convertido en uno de los entrenadores más laureados de la historia del club merengue. Con tres glorias europeas consecutivas, en las que todavía muchos por envidia no le reconocen ningún mérito, se fue cuando, de manera inteligente, observó que no podía sacar más rendimiento de la gran plantilla que tenía a su disposición. Pero no fue larga la despedida. De nuevo acudió al Bernabéu cuando el club lo necesitaba. Tras un largo letargo, terminaba siendo el actual campeón de Liga. Un siempre cuestionado entrenador que ha demostrado una gran cualidad para su oficio: su elevado nivel en cuanto a psicología deportiva se refiere.
Pero no puede el romanticismo apagar las llamas de la crítica. Los éxitos traen consecuencias deportivas para lo bueno y para lo malo. El entrenador francés se ha ganado, por lo conseguido en el campo, tener plenos poderes en la planificación deportiva. Ahora bien, si ha demostrado tener ojo para el talento joven a la hora de fichar, no lo ha sido para apostar por el mismo talento sobre el césped del equipo blanco. Martin Ødegaard, Asensio, Ceballos y Kubo, llegaron en su momento avalados por Zidane. Los tres tuvieron, Asensio afortunadamente es del gusto del francés, que buscarse los minutos fuera de las filas madridistas.
Fueron decisiones tomadas a conciencia por el entrenador. Cuesta creer, viendo el juego actual del equipo, que no podrían tener minutos, e incluso sentar a algunos de los intocables de Zidane en esta nueva etapa.
Se debe meter el dedo en la llaga: ¿Marcelo está para permanecer en el equipo y Reguilón no? ¿Ceballos y Martin Ødegaard no podrían rotar a Kroos y Modric? ¿Marcos Llorente no podría aliviar una posible lesión de Casemiro? Sólo Zidane puede responder. Entorchados aparte, pocos entrenadores han dilapidado grandes plantillas en tan corto periodo de tiempo. Bien es cierto que hay un elemento que escapa de las manos de Zidane: un Presidente que da mayor prioridad a un nuevo estadio que a un banquillo de garantías.
Pero fue Zidane el que ha vendió a Morata, el que obliga a salir a James, el que da por perdido a Bale. Bien es cierto que la del galés es de las pocas salidas comprensibles. No cae en olvido una bala, un señor lateral, vendido a un rival directo por el trono de Europa: escuece ver al Inter de Milán disfrutar de la calidad de Achraf Hakimi. Su enemigo deportivo acérrimo, el Milan, se frota las manos con Brahim Diaz.

Hubo un entrenador que desgraciadamente no fue más allá en un momento muy delicado del equipo: Solari fue criticado por sentar a Marcelo e Isco y apostar por un tal Reguilón. No experimentaba, marcaba el camino.
Efectivamente, Zidane creyó oportuno que serían más útiles los talentos jóvenes subiendo la calidad de plantillas ajenas que mejorando la propia. Y hay motivos para ver que al equipo no se le ha olvidado jugar bien al fútbol: primera parte ante el Alavés, victoria ante Barcelona y Atlético. Pero ello no tapa que el equipo dejó de tener la seguridad, que otorgó los éxitos pasados, en el banquillo y que no existe plan B.
Los peores resultados y momentos de la temporada vienen tras caer en los mismos errores: uno, no hay piernas frescas. El mismo once, una y otra vez, trae consigo fatiga ante equipos que propongan fútbol veloz y de presión alta para tapar la gran calidad de reparto de juego que ofrecen Kroos y Modric. Dos, el equipo que proponga jugar al cerrojazo, hoy, tiene medio partido en el bolsillo. Ello viene provocado por una táctica previsible de movimiento lento de balón y abuso de centros laterales del Real Madrid.
En tercer lugar, Zidane es entrenador de cambios tardíos. No se puede esperar que un Jovic o un imberbe Vinicius te salven un partido en cinco o diez minutos. Y cuarto, el tiro en el pie que ha resultado la campaña de ventas y cesiones esta temporada ha dejado que sea el propio míster el que deje ver entre líneas que no confía en su banquillo. Un banquillo lanzado a los leones en la eliminación histórica en Alcoy.
Es difícil creer que unos jugadores que llevan sin jugar meses estén a tono de competición. Sea el rival que sea. El equipo cayó en picado después del gol de Militao. En la segunda parte, no le llegaban las piernas ante el empuje de un heroico Alcoyano. Tuvo el francés que llamar a medio equipo titular al rescate. Es fácil acordarse ahora, pero igual quién sabe si los que están fuera hubieran jugado esos mismos minutos… pero es difícil imaginar a Llorente, u Óscar Rodríguez, riéndose tras estar casi eliminado por un Segunda B.
Bien es cierto que Zidane tiene uno de los logros más difíciles de lograr en la élite: la fe ciega de un vestuario que da la cara cuando llegan los partidos en los que se rumorea que Zidane está a otra crisis del cese. Pero eso no es suficiente para tapar que Zidane ha quemado mucho oxígeno al equipo.

El once titular debe aguantar el tramo decisivo de la temporada sin que, todavía, ningún compañero haya dado muestras de ofrecer tranquilidad necesaria. Bien es cierto que cae Zizou en un laberinto de difícil salida. Jugadores como Rodrigo o Vinicius cuentan más o menos con minutos, pero un digno Odriozola podría dar descanso al titán Lucas Vázquez. No creo que veamos esta rotación.
¿Lucas podrá seguir a tan alto nivel sin lesión de índole muscular ninguna? ¿Benzema va a marcar en cada partido vital de aquí a final de competición nacional y europea? ¿Modric y Kross no van a dejar nunca que se note su edad? ¿Ramos no va a volver a perderse ningún partido? Debe dejar, cuanto antes, el entrenador blanco a un lado el pasado y mirar hacia el futuro. Aquel que tuvo que hacer maletas hacia Italia, Inglaterra y Alemania.
En mi caso como no sigo con excesivo entusiasmo las vicisitudes del Real Madrid,aunque sí con el respeto por su historia y logros que merece,poco puedo añadir a la crítica del articulista pero si tiene en común con mí opinión el hecho de que cada aficionado tiene un entrenador dentro, y por tanto nunca suele estar plenamente de acuerdo con la decisiones del de su equipo,máxime cuando los resultados no son los esperados.
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