¿Quieren aburrirse? Les invito a la inmersión en uno de los mayores espectáculos del mundo. A la alfombra verde sobre la que desfila un mayor número de estrellas del planeta fútbol. A una constelación creada a base de millones, mentiras, escándalos, polémicas, amarillismo e intereses que nos mantiene embobados a pesar de que, a día de hoy, 16 de enero, a los creadores del embrollo se les ha escapado uno de los ingredientes principales: la emoción. De ahí que sea tajante, ya no me gusta La Liga.
Ya no me gusta la Liga porque el Barcelona del no siempre bien ponderado Txingurri Valverde ha puesto la directa hacia el título con una ventaja de 5 puntos al Atlético de Madrid y 10 puntos al Sevilla y al Real Madrid. No es un equipo brillante, aunque, como todos los años, comienza a haber destellos. Solo su necesidad de buscar la Champions puede distraerle de lograr su vigésimo sexto título, el octavo desde el año 2009. Una emoción loca.
Tampoco me gusta porque el Atlético de Madrid le sigue, segundo, a su paso de uno cero. Con su juego de concentración, esfuerzo, solidaridad y aburrimiento. Con su juego que maximiza el error del contrario y minimiza el propio. El juego que necesita de la permisividad, generalmente encontrada, del trencilla de turno. Un juego absolutamente reactivo con las piernas, pero inmensamente efectivo y plausible en la mente. Es un martillo pilón sin brillantez, pero colosal. Cinco puntos por delante del Sevilla y del Real Madrid. No es poco, pero la final de la Champions en el Wanda Metropolitano puede ser un objetivo muy goloso…
No me puede gustar la Liga viendo cómo el Sevilla se desinfla para volver a ocupar su lugar de comparsa. El convidado de piedra que nunca se queda hasta el final de las fiestas. No porque no quiera quedarse. Sino porque no puede. Nunca llega. Nunca hay fuerzas. Con la derrota en el Nuevo San Mamés se destaca un dato sangrante. Este gran Sevilla que tantas alegrías da a sus aficionados, entre los que, como ustedes saben, me incluyo, en las competiciones de eliminatorias, no es más que un insecto molestando a los Titanes en la Liga. Y eso me molesta a mí. Profundamente. 5 puntos de 105 posibles ante los equipos grandes en sus estadios en las últimas 7 temporadas. No gana fuera en La Liga desde septiembre. Y ahora, al Bernabéu.

No me gusta La Liga con este Real Madrid desconocido. Sin competitividad, con una planificación deportiva desastrosa. Lo que mal empieza, mal acaba. Aunque es de los pocos equipos que pueden darle la vuelta a su situación. Se apostó por gente joven que no encuentra regularidad. Solari aumenta esa apuesta con varios debuts de jugadores muy jóvenes. Trata de darle su sitio a Vinicius, también al recién llegado Brahim. La pasada jornada ganó de milagro ante un Real Betis mejor. Pero es un equipo acostumbrado a los milagros y a otras ayudas divinas que este año parece que están escaseando. Isco deseando largarse… Y no es el único. Una Liga en la que no juega Isco no me puede gustar.
No me gusta la liga porque las agradables sorpresas del Alavés y el Getafe dan para lo que dan. Para luchar puestos de la Europa League. Solo una hipotética debacle de los dos equipos sevillanos me hace pensar en ellos para el cuarto puesto ¿Los ven en Champions ustedes? Pues eso. Sí que están para dar algún que otro susto en casi todos los campos. Para convertirse en referentes del juego colectivo y sin estrellas. Para saber qué son los equipos de autor que enaltecen a sus líderes. Pero no dejan de ser los picos más altos de una sierra igualada por abajo, una de esas en las que nunca nieva. Nunca compré lo de la mejor liga del mundo. No es la mejor Liga del Mundo. Ni de lejos.
No me gusta la Liga porque el ojito derecho de todos no despega. Existe debate entre sus propios aficionados. La posesión del Betis tiene dos características fundamentales: la primera es que es muy amplia, logrando porcentajes por encima del 70% en muchas ocasiones. La segunda es que es inofensiva. Pocos tiros, pocos goles, delanteros con poca participación y menos efectividad. Resultado: tiene la Champions a 7 puntos. El descenso está justo a la misma distancia ¿Cómo vemos el vaso? Vientos y palmas en las gradas. Un lío. No sé si una decepción.
Del resto poco podemos destacar. El Levante sigue siendo un equipo de vértigo, muy divertido de ver, pero inconsistente. La manta no lo tapa todo. El Espanyol parece recuperar el pulso tras una pequeña crisis, pero sigue débil. El Girona, otro equipo que poco a poco se hace del entrenador y logra regularidad, pero no logra destacar. El Valladolid, Leganés, Éibar… Son equipos llamados a menos que, a poco que logren una buena racha, se meten en la pelea por Europa. Otros, llamados a más, como el Valencia, la Real Sociedad y el Celta de Vigo (para mí una de las mejores delanteras de La Liga, sin lugar a duda) no encuentran el camino y siguen en esa zona gris y peligrosa. De ella parece que está escapando el Athletic de Bilbao, con partidazo de Williams ante el Sevilla y con una buena trayectoria en Liga de la mano de Gaizka Garitano.
Y en pleno pozo nos encontramos al Villarreal al que ni la maravillosa noticia del buen fútbol del querido Cazorla, ni el cambio de entrenador y de sistema, ni el haber sido uno de los grandes animadores del mercado de verano parece suficiente para alejarle del descenso. El Rayo está demostrando que no se va a dejar ir todavía. Al Huesca le va a costar más. La situación del Villarreal, que no logra consolidarse como un clásico en Primera División, puede ser la noticia más emocionante de la Liga en estos momentos… Y en el medidor de emociones no creo que sea algo que venda en exceso… Quizá una más que probable y patrocinada remontada del Real Madrid, vestida de heroicidad, sea el camino. Díganme, ¿estoy muy equivocado?

Ante tal tedio, nuestra amiga la justicia se viste de gala para ir al VAR, que se postula como el elemento de mayor entretenimiento de esta temporada ¡Qué invento! Que quede claro, porque va a ser difícil creerme cuando se lean mis siguientes afirmaciones, que soy un firme defensor del VAR y que creo que el “porcentaje de justicia” ha aumentado, pero… Con el VAR hemos pasado de dudar cuando un árbitro se equivoca, si lo hace de manera consciente o si no vio la jugada o si no se atrevió a decidir por la presión mediática o la “grandeza” del contendiente beneficiado, a constatar que la ley no se aplica igual a unos y a otros de forma sospechosamente premeditada.
Como la vida misma. Ya escribí sobre algunos de los mayores errores en algún artículo pasado. Súmenle a lo descrito: el penalti a favor del Athletic frente al Girona, el pitado contra el Betis frente al Éibar, el no pitado a favor del Sevilla contra el Atlético de Madrid o el sí pitado a favor, precisamente de los colchoneros, en esta última jornada en el Atlético de Madrid – Levante. Son jugadas cuya decisión se escuda en su “interpretabilidad”, menuda cualidad… Mientras escribo estas palabras, Velasco Carballo, en su calidad de presidente del Comité Técnico de Árbitros, habla públicamente (algo que es muy de agradecer) de las mejoras que ha supuesto la aplicación del video arbitraje y de la necesaria adaptación de los árbitros a su uso… Apliquen las normas que ustedes mismos se encargan de recordar todos los años. Esas que tienen décadas.
A partir de ahí, y dada la falta de emoción que surge de los combates entre contendientes, creo que nos divertiremos con la aplicación de la justicia. Aunque no sea justa. Aunque obedezca a interpretabilidades y adaptaciones. Aunque obedezca a los de siempre. No se preocupen, si no les gustan estas emociones, tengo otras.