Se acerca el Mundial de Brasil 2014. Dentro de un par de meses España defenderá por primera vez en su historia el cetro intercontinental en la gran cita futbolística que ningún aficionado al deporte rey querrá perderse. Será tiempo para que todo el planeta permanezca pendiente de la Brasil anfitriona de Neymar, la otrora decepcionante Argentina de Leo Messi y, por supuesto, la España 4.0, comandada ¿por qué no?, por Diego Costa. Cristiano Ronaldo, Rooney, Pirlo, Iniesta, Cech… las miradas estarán puestas en los cracks del fútbol mundial, que lucharán con sus selecciones por desbancar a los 23 de Del Bosque. Sin embargo, antes de llegar a las 32 selecciones (Platini las ampliará) que disputarán el torneo ha habido un largo camino de eliminatorias territoriales, disputadas por combinados más modestos como las Islas Feroe. Y ahí comienza mi historia.

Más que una historia es un sueño. Un sueño infantil que quiero compartir con ustedes, nuestros lectores ¿Qué niño no ha soñado alguna vez con suceder a sus ídolos del balompié y ser algún día protagonista de los partidos que ve en la televisión? Yo no fui una excepción. Ahora, confirmado el hecho de que nunca escucharé el himno de mi país pisando el césped de un estadio lejano, rememoro una utopía que nos planteábamos cuando jugábamos a darle patadas a un balón de sol a sol. Si hubiéramos nacido en las Islas Feroe ¿jugaríamos en su selección?
Y es que los años 90 fue la década del exotismo en el fútbol a nivel internacional. El continente africano se hacía fuerte con la explosión de Nigeria y Camerún, Corea del Sur pedía pasó por Oriente y Europa recibía la incorporación de selecciones de países recién creados por disolución o simplemente minúsculos. Por ahí quedan las Islas Feroe.
Nos sorprendía ver jugar a la selección de Clemente contra países como el ya citado o como San Marino, y que el locutor comente que la mayoría de los futbolistas de estos combinados se dediquen a otros menesteres. Fuéramos lo malos que fuéramos en lo balompédico, creíamos que de haber visto la luz en estos territorios, seríamos internacionales.
Quizás teníamos parte de razón. Si nos fijamos en la alineación de un partido de San Marino en Marzo, encontramos a Vitaioli, dueño de un bar, a Simoncini, contable, o a Brolli, estudiante. Ahí debía estar yo. Amateurs jugando contra Wayne Rooney un partido de clasificación con 50.000 personas en las gradas, y por qué no en Wembley. Tampoco me puedo olvidar de la selección estadounidense del 90 o del 94, plagada de jugadores universitarios, puesto que en el país yankee aún no existía la Liga Profesional. Aún recuerdo un cromo en el que un todavía desconocido Alexi Lalas no salía jugando, sino tocando la guitarra con la que integró varias bandas de rock.

Lo que mucha gente desconoce es que el fútbol amateur está más ligado al origen del deporte que lo que tenemos en nuestros días. Tanto es así que hasta la UEFA creó una Copa de selecciones aficionadas. Podrían participar países europeos en los que existiera una liga profesional, para hacer la distinción. Menos personas aún sabrán que el primer campeonato se disputó en Mallorca, y que el segundo lo ganó España. El torneo desapareció en los 80, pero las iniciativas amateurs no quedan ahí.
Hay todo un organismo paralelo a la FIFA, la NF-Board, que se compone de selecciones no reconocidas por la FIFA y que organiza el torneo mundial de la Copa VIVA. Normalmente está formada por selecciones que representan países tan pequeños que quieren jugar con mayor igualdad de condiciones, territorios nacionalistas o grupos tan curiosos e incatalogables como el Pueblo Gitano.
Si de niño hubiese sabido de la existencia de este organismo tan extraño, formado por selecciones tan exóticas, seguramente mi sueño se hubiera alimentado. De hecho, de haberlo sabido, habría tenido en cuenta que el país en el que más fácil sería jugar partidos internacionales es el Vaticano. Está integrada por miembros del Consejo Papal, guardas de los museos y voluntarios de la Guardia Suiza. Lo curioso es que estos últimos sólo pueden obtener la nacionalidad vaticana por poco tiempo, con lo que los partidos internacionales a disputar son escasos. También es interesante que posean una liga amateur entre organismos de la ciudad-Estado, y más si cabe que ganaran un partido a veteranos de la italiana, o que hayan llegado a ser entrenados por el mismísimo Trapattoni.

En definitiva, habrá que resignarse con lo que nos ha tocado, pertenecer a un país en el que puedes ver jugar al fútbol en cada esquina: niños, jóvenes, adultos… Demasiada competencia para que me convoquen, aunque siempre podría caer un meteorito y que fuéramos los últimos… La imaginación de un niño no tiene límites, aunque seguramente, de haber nacido en las Islas Feroe, me hubieran convocado seguro. Al fin y al cabo, en ese lugar recóndito del Atlántico Norte también necesitarán utilleros.