Muchos son los niños que sueñan con debutar en su equipo del alma. Algunos incluso, cuando se sienten más atrevidos en sus deseos, se atreven a imaginarse levantando algún día un título con su escudo preferido en el pecho. Ayer, 16 años, 355 días y casi diez horas después de que un niño llamado Fernando José cumpliera el primero de estos sueños, por fin pudo cumplir el segundo. El Atlético de Madrid, ese equipo que Torres encontró el día de su debut tratando de bracear para salir del pozo de la Segunda División, se proclamó ayer por tercera vez campeón de la Europa League.
Los del Cholo vencieron por 0-3 a un Olympique de Marsella que apenas aguantó media hora y un par de adversidades antes de derretirse. Los atléticos demostraron ser un equipo superior, que debería haber continuado su andadura en Champions de no haber terciado una serie de catastróficas desdichas. Además, llegaba mejor a esta final. A pesar de una lucha nada encarnizada por el segundo puesto, Simeone ha podido conceder descansos y administrar su plantilla con miras a esta final. Mientras, los marselleses han tenido que capear (y tendrán que seguir haciéndolo en la última jornada) la dura lucha por la tercera plaza que se está viviendo en Francia.
Ambos entrenadores presentaron para esta batalla en el bello y moderno Parc OL de Lyon sendas alineaciones reconocibles, dentro de los matices que cada uno podía introducir. Rudi Garcia formó con un 4-3-3, en el que eligió fuerza en el medio del campo sacrificando calidad e incluyó a Luiz Gustavo como remiendo en el centro de la defensa, sacándole de su posición natural. Como ariete, Germain, más combinativo pero menos letal que el griego Mitroglou. Simeone, que tuvo que delegar en el «Mono» Burgos al estar sancionado, formó con un 4-4-2 en el que mantuvo a Lucas como lateral izquierdo ante la inactividad de Filipe Luis por su lesión e incluyó a Correa como cuarto integrante del centro del campo. Ambos equipos tienen elementos comunes, como el juego directo o en transiciones rápidas, aunque el Atlético fue mucho más efectivo que su rival en lo referente a presión alta y al juego entre líneas.
En las porterías no hubo demasiado trabajo más allá de los goles. Mandanda no puede ser considerado culpable en ninguna de las tres acciones, pero sí parece opinable que un portero de alta categoría podría haber resuelto a su favor alguna de las tres definiciones. Oblak apenas tuvo trabajo. Lejos de sus grandes actuaciones en anteriores partidos (como en la ida de semifinales ante el Arsenal), al esloveno le bastó con estar sobrio, resolviendo mejor que lo habitual los balones colgados sobre su área, su gran asignatura pendiente.
En la línea de centrales tuvieron los franceses su mayor cruz. Con Rami ocupado en parar a Diego Costa, algo en lo que estuvo aprobado, no le quedó margen para echar una mano a Luiz Gustavo. El brasileño, buen mediocentro defensivo, estuvo perdidísimo en su nuevo rol. Persiguió sombras durante casi todo el partido, fue incapaz de frenar las combinaciones ofensivas colchoneras y acumuló méritos sobrados en varias faltas como para haberse ganado la expulsión. Los laterales, Amavi por izquierda y Sarr por derecha, fueron de lo mejor del encuentro, aunque el zurdo también estuvo sobrado de dureza en alguna acción. Supieron progresar con frecuencia y ayudaron a crear peligro el escaso rato que su equipo estuvo vivo. La línea colchonera volvió a demostrar que sabe vivir en el alambre. Godín y Giménez serían capaces de enfrentarse a un toro bravo sin achicarse lo más mínimo. Mientras el OM apretó, achicaron balones con contundencia, supieron robar por anticipación y tapar los pases al hueco cuando quien dominaba era el Atleti, y regalaron una final plácida a Oblak y a sus aficionados. También en el lateral izquierdo Lucas estuvo firme. Le tocaba frenar al hábil Thauvin y a fe que lo consiguió. Incluso se atrevió a subir, sobre todo cuando su equipo ya dominaba el partido, viéndosele cada vez más cómodo (sin florituras) en campo de ataque. Tan solo desentonó la defensa en el flanco derecho, donde Vrsaljko fue sustituido en el descanso tras acumular imprecisiones, errores e incluso una tarjeta amarilla en los primeros 45 minutos. Su sustituto Juanfran tampoco le mejoró demasiado, mostrándose nervioso y poco participativo.

En la medular, Garcia optó por Anguissa y Sanson para constituir un eje más destructivo que creativo, dejando a Ocampos por izquierda, Payet por el centro y Thauvin en la derecha para llevar a cabo la función de mediapuntas. Los dos mediocentros fueron capaces de ocupar bastante campo, pero como el resto del equipo, acabaron fagocitados por la superioridad de los madrileños. Anguissa, además, pagó caro un error en un control fácil que acabó propiciando el primer gol del partido. Desde ese momento, bajó mucho su rendimiento. Ocampos aprovechó el mal día de Vrsaljko para crear peligro en los primeros minutos, pero si en el caso del resto del equipo no les llegó el ánimo ni para completar la primera parte, al argentino lo que no le llegó fue el físico. A los diez minutos de la reanudación dejó su sitio a Clinton N’Jie, quien no apareció ante la avalancha de juego del Atlético. Thauvin por la derecha estuvo bien controlado por Lucas en todo momento, no pudiendo lucir su clase salvo en detalles contados. Y de Payet…qué decir. Es el alma del equipo, además del capitán, y cumplió con ese papel en los primeros minutos. Pero no llegó bien físicamente al partido y a la media hora tuvo que ser sustituido por lesión. Verle retirarse llorando fue enternecedor para cualquier aficionado, incluso rival. Para su equipo fue el golpe definitivo que les sacó de la final. En su lugar, Maxime Lopez apenas pudo mostrar su fútbol. Su escaso físico fue devorado por el despliegue de los defensores y centrocampistas del equipo campeón.
Y es que Gabi y Saúl se adueñaron del centro del campo, con inteligencia, fuerza y determinación a partes iguales. Barrieron a sus rivales, les presionaron donde debían y, para colmo, el capitán cerró su noche anotando el definitivo 0-3. A su lado, Koke, que partiendo de la izquierda pero apareciendo entre las líneas rivales, se marcó un partidazo. Hizo de todo y todo bien, incluidas dos asistencias. Obviando la lógica importancia de los dos goles de Griezmann, probablemente el vallecano fue quien mejor jugó anoche al fútbol en Lyon. Al otro lado, Correa cerró la banda derecha y colaboró con los puntas. Aunque estuvo algo fallón a la hora de tomar decisiones definitivas, aportó mucho en las combinaciones del segundo tiempo, siendo un apoyo constante a la hora de mover el balón. Fue sustituido por Thomas justo antes del 0-3 para tratar de cerrar el partido.
En punta los marselleses mostraron a Germain. Un delantero con muchos problemas para jugar solo arriba, sin demasiado gol, que cuando mejor ha jugado fue junto a Falcao en Mónaco, pero que tuvo una gran ocasión a los dos minutos que mandó fuera pero que pudo cambiar el curso de la final. El último cuarto de hora dejó su sitio a Mitroglou, perjudicado por las lesiones, pero con mucho más veneno que el francés. Lo primero que hizo fue mandar un cabezazo al palo, pero por suerte para el Atleti, no apareció mucho. En el Atlético jugó la dupla Griezmann – Diego Costa, la pareja que tiene la mayor culpa de que su equipo haya brillado en la segunda mitad del campeonato. El brasileño no brilló pero se sacrificó en la labor de equipo de mover a los centrales y bajar balones de espaldas, siendo un dolor de cabeza para Rami. El francés fue elegido mejor jugador del partido. Todo hace pensar que se irá, pero como carta de despedida deja dos grandes definiciones que supieron los dos primeros goles de la final, y una grata sensación de futbolista completo. Corre, lucha, es aplicado tácticamente, viene a recibir, distribuye y, por supuesto, marca. Y además, tras el 0-3 tuvo el detalle de pedir ser sustituido por Torres para que el de Fuenlabrada cumpliera su sueño.
El partido, más allá de la inenarrable costumbre del Olympique de Marsella de empezar los partidos mandando el balón fuera de banda a la altura del área rival como un equipo de rugby que busca una touche, empezó con claro dominio francés. A la gran ocasión de Germain se sumaron algunas llegadas menos claras, pero que mostraban peligro constante. Le costó un cuarto de hora al Atlético, acostumbrado a vivir en su área, igualar el manejo del partido. Cuando Koke acababa de empezar a carburar, Gabi ya robaba balones y Godín estaba cómodo en la guerra, llegó el 0-1. La presión de los puntas del Atlético sobre los centrales del Olympique obligó a Mandanda a enviar el balón directamente a Anguissa, que recibió de cara a su portería con Gabi yendo a por él como una leona tras una gacela. El camerunés erró lamentablemente en el control y un sencillo toque de Gabi dejó solo a Griezmann. Gol y primer golpe moral para un OM que había dominado hasta ese punto. A la media hora, Payet cayó al suelo pidiendo el campo. La estrella francesa, el único de los protagonistas que había tocado la Copa al saltar al campo (Dimitri, eso da mala suerte, es de primero de superstición), salía del partido entre lágrimas y abrazos de sus compañeros e incluso rivales. Ahí, se acabó el Olympique. Hasta el descanso, se llegaron con las fuerzas igualadas y sin grandes ocasiones, pero cada vez con el Atlético más cómodo.
El segundo tiempo fue una sinfonía cholista casi perfecta. Dominaba el centro del campo como si de hombres contra niños se tratara, se movía arriba con soltura y velocidad, combinaba con precisión, salían los pases más difíciles y los regates más inverosímiles. Y de todo ello tuvo el segundo gol. De nuevo Griezmann, en jugada combinativa con Koke de eje que sirvió un perfecto pase al francés para que ajusticiara picando suavemente sobre Mandanda. 0-2, se acabó la final. A partir de ahí, pesadilla para los de Rudi Garcia, que solo pudo reaccionar levemente cuando sacó a Mitroglou a un cuarto de hora del final. Su equipo mandó varios balones colgados que dieron cierta sensación de peligro. En uno de ellos, incluso, el ariete griego cabeceó al poste. Pero era el día del Atlético, que tuvo tiempo incluso para que Diego Costa se llevará a Rami tras él en una diagonal hacia la banda. El hispanobrasileño sacó el balón atrás para que Koke asistiera a su capitán que, de tiro cruzado, cerró la cuenta y el partido. Solo quedó tiempo para ver salir a Torres como epílogo de alto valor sentimental.

Después, fiesta contenida, que el Atlético ya tiene el morro fino tras dos finales de Champions y tres títulos de Europa League, el cuerpo ya no pide tanta euforia como en Hamburgo 2010. Gran protagonismo de Griezmann, del que se escrutaba cada gesto, cada palabra y cada mirada para intentar descubrir su futuro. También para Torres, al que Gabi cedió el honor de levantar la Copa en un bonito y bien merecido gesto. Su carrera es un resumen del cambio que ha dado el Atleti en esos casi 17 años que lleva el eterno Niño en la élite. El domingo se vuelve a despedir de su equipo y hubiera sido injusto que él, que lo ha ganado prácticamente todo, no hubiera podido celebrar nunca un título de rojiblanco.
En resumen, un triunfo del Atlético que, sin ser lo que se esperaba al arranque de la campaña, ya que la ambición de este club es la Champions, es el objetivo máximo al que ha podido aspirar. Por nivel, era casi una obligación lograrla, y el Atlético ha cumplido. Aunque no sea el más importante, cualquier título debe ser celebrado a lo grande, por lo que supone y porque las sequías, luego, son duras y largas. Este club sabe mucho sobre eso, y quien no lo haya vivido, que le pregunte a Torres.