Por el agua de Granada, solo reman los suspiros. Así cantaba Federico García Lorca, con esa maravillosa brevedad cargada de verdad, a su ciudad. Alude a unos suspiros que bien pudieran ser de admiración, pues es de esos lugares que tienen la capacidad de dejarte con la boca abierta. O quizás suspiros de irremediable nostalgia para el viajero que no puede permanecer allí para siempre y que ha de partir. Suspiros en Granada, ¿Quién no los ha vivido?

Dejando los suspiros a un lado, a la belleza de la ciudad de Granada se ha unido, humildemente, uno de sus equipos deportivos, el Granada Club de Fútbol, equipo que empieza a ser nombrado en las tertulias más futboleras a lo largo de toda la península.
El recién ascendido, con la clara filosofía de su entrenador, Diego Martínez, tiene la virtud de saber darle al encuentro lo que éste le pide. He tenido la ocasión de ver varios de sus encuentros y lo que yo percibo es seguridad y confianza en lo que se hace y, quizás lo sorprendente en este caso, el manejo del juego aplicando experiencia. Pocos jugadores del Granada han desarrollado una larga carrera en Primera, pero, cuando uno se detiene a verlos jugar, esa transmisión es inmediata.
Estas virtudes, y sus, por el momento casi desconocidos, defectos, han catapultado al equipo nazarí a la segunda plaza de una de las ligas más potentes del mundo. Solo la inusitada solidez que está mostrando el Real Madrid está por encima. Es cierto que aún estamos en el inicio de temporada, pero podemos catalogar al Granada de Diego Martínez como una de las revelaciones del inicio del campeonato y una agradable sorpresa.
Y es agradable porque, al contrario que otros equipos que fueron revelación en años anteriores, como el Getafe de las temporada pasada o el Alavés de Abelardo, no es un club que apele únicamente a la testosterona, al orden, al físico o al sistema sólido y defensivo, su éxito. Esto lo tiene el Granada, pero lo combina con otras variables del juego, a veces es muy vertical, a veces ejercen el control a través de la posesión. De momento muestran que tienen la lección bien aprendida y esta alegría en el juego se ha traducido en trece goles a favor, lo que le hacen ser el tercer equipo más goleador en España.

No conocemos el elixir mágico que les hace exhibirse con determinación en el empate a cuatro en el Estadio de la Cerámica, no dando nunca el partido por perdido, o en las victorias en Barcelona frente al desdibujado Espanyol de Gallego, o el famoso partido frente al Celta de Escribá, en la que los vigueses vieron dos tarjetas rojas en la primera parte.
Muchos hablan de que la continuidad de gran parte de la plantilla y de su entrenador, Diego Martínez, más los fichajes, algunos con la experiencia de Roberto Soldado o Maxime Gonalons, pueden ser una de las claves. Otros señalan a la madurez de una de sus joyas, Antonio Puertas, como un ingrediente esencial, el caso es que este Granada apunta, como mínimo, a vivir una temporada tranquila.
Pero el gran aldabonazo lo dieron frente al Barcelona en el Nuevo Los Cármenes. En una noche que no olvidarán fácilmente, ni el recurso del Barcelona a Messi y al joven, aunque sobradamente preparado Ansu Fati, sirvió para ni, tan siquiera, hacer dudar a un equipo que sacó los tres puntos con solvencia. Son estos partidos y estos resultados los que hacen afición y, he de admitir que es un deseo personal, me encantaría que en Granada dejasen de preguntarse por el segundo equipo de la gente. Una ciudad así merece que los suyos amen a sus equipos y ejerzan la mayor de las monogamias con ellos.
Con estos mimbres, casi pasa por desapercibida una cuestión que no es baladí. El Granada pertenece, hoy día, a un grupo inversor chino de nombre Desport y su presidente, de la misma nacionalidad, es Jiang Lizhang. La entrada del capital chino en nuestra Liga no está resultando lejana al éxito. El Espanyol en Europa tras muchos años o el Valencia campeón de Copa del Rey tras varios años de travesía desértica son prueba de ello, pero, igualmente, estas gestiones llegadas desde el Lejano Oriente traen consigo descoordinaciones, desencuentros y decisiones polémicas, como la que ha generado la destitución de Marcelino en la ciudad del Turia o la falta de inversiones deportivas de garantías en el equipo catalán.
Lo mejor que le está pasando al Granada es que, por ahora se encuentra en un momento de crecimiento y ascenso. Deseo que la llegada del éxito no suponga un giro de timón en la gestión del club que, hasta el momento, está logrando resultados.

El próximo sábado, 5 de octubre, este Granada ilusionante, bien confeccionado y que sabe dar tanto a los partidos visita el Santiago Bernabéu. Primero contra segundo, duelo en la cumbre, dos equipos que se han olvidado de perder. Si el Granada es capaz de ganar o de puntuar no podremos más que refrendar esa etiqueta de la que los entrenadores huyen pero que a los aficionados nos encanta, el equipo revelación.
Si pierde podremos perdonarles pero… Si el Granada ganase en Madrid, solo espero que, por las aguas de la ciudad de Boabdil, además de los suspiros, por una noche, se hicieran un hueco las voces rotas de sus aficionados y sus imborrables sonrisas y, juntos, remontasen hasta la Alhambra y, desde allí, mirasen al sur. Porque allí, en un estadio al sur de la Alhambra, juega un equipo que está escribiendo las primeras palabras de una historia nacida para que merezca la pena que los suspiros, por una vez, remen por el fútbol del Granada.