¿Los planetas se han alineado? ¿Golpes de suerte en ingentes cantidades?… ¿Paco Luna y Antonio Ros lo sabían y no nos dijeron nada?
No se sabe, la cuestión es que últimamente siempre que llega el día en que me toca publicar tengo algo bueno que decir de los adalides que, sobre el césped, representan al más grande de los equipos… qué manera de jugar, qué manera de ganar como diría el maestro Sabina, y es que su equipo vestido con las canallas rayas de los colchones tampoco se queda atrás.
Vaya dos partidos, así se ganan unas semifinales de la competición europea por excelencia, así se llega a la final de una Champions League, por la puerta grande… aunque en este caso deberíamos poner dos puertas, no vaya a ser que se rompa el acuerdo que hicieron cuando, al salir de Madrid, pactaron con alguna empresa de apisonadoras y pasen a las bombas nucleares.
Ambos equipos llevan sobre sus hombros a dos aficiones que sueñan con la victoria, los atléticos porque, 40 años después, están como el chiquillo del anuncio, comprobando sus despertadores para cerciorarse de que lo que están viviendo no es un sueño y los madridistas que tras 12 años de espera, ven la décima más cerca que nunca.
Me atrevo a decir que, durante los 90 minutos (como mínimo) que dure la final, dejarán de existir los vecinos y los amigos que antaño fueron aliados:
Sobre el césped del Estádio do Sport Lisboa e Benfica se vivirá la batalla más épica que jamás hayamos visto entre indios y vikingos, la auténtica lucha por la conquista de Europa se libra el 24 de mayo en Lisboa y solo puede quedar uno…
P.D: Que conste que no le he pedido a Tomás Roncero que escriba este artículo.