Se da portazo desde el Camp Nou a una de las temporadas más decepcionantes de los últimos tiempos. Se ha ganado la Liga, y se ha llegado a semifinales de Champions y a la final de Copa. Puesto sobre el papel parece una temporada más que decente, de notable quizá, de las que el aficionado agradece que se haya ganado otra Liga y se haya luchado por el resto de títulos hasta el final. Pero sabemos que no es así. La Liga se amarró rápido, y la temporada se acabó con la humillación de Anfield. Podrían haberse ahorrado el viaje a Sevilla, pero tenían que constatar lo que lleva siendo el Barça en estos últimos años de Valverde.
Se había puesto mucha ilusión este año en la Champions. Messi inauguraba la temporada prometiendo que harían todo lo posible para traer esa «copa tan linda y deseada«. Messi es Messi sobre el césped, pero no con un micrófono delante de miles de espectadores. Y esa copa linda nunca ha llegado. Y ese esfuerzo no se vio en Liverpool. Y este Barça anda perdido. Solo así se explica tal promesa. Un brindis al sol que ha salido muy caro, porque este equipo no tiene a qué agarrarse. A Messi, eso sí, pero ya está.
Es significativo que sea Messi el goleador y el pasador del equipo. Nadie puede discutir que Messi ya ha pasado a la historia del fútbol. Que se codea con Pelé y Maradona. Que es el mejor jugador de la actualidad y lo lleva siendo desde hace mucho tiempo. Por lo tanto, es normal que el juego del Barça gire a su alrededor, que sea él quien marque el estilo. Pero, ¿es normal esta total dependencia? No recuerdo una dependencia tan exagerada. Ni con Ronaldinho, ni con Rivaldo, ni con Ronaldo, ni mucho menos con el Dream Team. Cada uno tenía su papel y lo cumplía. Ahora parece que si no lo hace Messi no hay equipo. Es la argentinización del Barça.
No es algo nuevo. Poco a poco la mediocridad de la selección albiceleste ha ido contagiando al equipo blaugrana. Hace un año del último partido de Messi con su selección. Del último partido serio. La pachanga trampa que tuvo que jugar en el Metropolitano ante Venezuela no la cuento. La eliminación del Mundial de Rusia ante Francia, que supuso su renuncia a la selección, es fiel reflejo de lo que ocurre en el Barça. Un entrenador al que se le suponen cierta visión técnica, cierto amor por el balón, cierta idea del fútbol ofensivo, pero que luego resulta que es todo lo contrario. Argentina jugó aquel partido con Messi de referente en punta, con Di María y Pavón en las bandas, y un centro del campo rocoso formado por Mascherano y Enzo Pérez. Banega estaba por ahí como el único con alguna idea de cómo tratar al balón con cariño. En el banquillo: Agüero, Dybala y Lo Celso, incluso Higuaín. Me recuerda tanto al Barça de Valverde.

El estilo no se negocia. Es una de las máximas que siempre he escuchado de este club. Todos sabemos cuál es. Adueñarse de la pelota para hacerla circular rápido en combinación y acercarse a la portería contraria para marcar. Los extremos bien abiertos para ensanchar el campo y facilitar el uno contra uno. Y si se pierde el balon, presión alta para recuperarlo cuanto antes, y si puede ser en campo contrario mejor. Fácil. Sencillo. Siempre que se tengan a los jugadores adecuados para ello, y que buena parte de esos jugadores se hayan criado con ese estilo, es decir, que hayan salido de La Masia. Pero resulta que en los dos últimos años solo se ha visto mínimamente algo parecido a eso en Londres, ante el Tottenham a principios de octubre. Con Arthur sobre el campo, el único fichaje de los últimos años que parece que sabe lo que es mover la pelota con criterio. Pero claro, eso es algo que no puede hacer solo.
A un equipo que ha demostrado que lo único que sabe hacer es jugar así, y que se le da bien, y que gracias a ese juego y ese estilo se ha podido ganar todo, no se le puede pedir que juegue de otra manera. Ni se le debe pedir ni el aficionado quiere. Y ya está. No hay inventos ni revoluciones. Hay un camino muy bien trazado y fácil de seguir. Pero resulta que en los últimos años eso se ha querido cambiar. Funcionó con la llegada de Luis Enrique, cuando el juego del equipo pasó del centro del campo a un estilo más directo, con Messi, Suárez y Neymar. Se ganó el segundo triplete, cierto, pero a qué precio. Xavi apuraba sus últimos días en la élite del fútbol y dejaba a Iniesta como único abanderado de lo que es el Barça. Poco a poco el de Fuentealbilla fue teniendo menos peso en el equipo. Y la figura de Rakitic se fue haciendo imprescindible.
A partir de ahí, ese perfil de jugador es el que se ha intentado encajar en el once: un jugador de trabajo, fuerte, que no entretenga el balón y lo lance buscando a los puntas, por lo que la calidad técnica no será un gran requisito, y que quizá tenga buena llegada de segunda línea. De ahí los fichajes del croata, de jugadores como André Gomes, Paulinho, y hasta Arturo Vidal.
Para que ese estilo de fútbol más directo cuaje, se necesitan entrenadores que crean en ello. Valverde es una víctima más de la locura en la que ha caído el club. Él no hace más que hacer lo que ha hecho en toda su vida como entrenador. Sus equipos juegan a lo que él quiere que jueguen. Y no engaña a nadie. Así lo ha demostrado allá por donde ha ido. Llegó aquí para ello y cuando se marche, vaya a donde vaya, seguirá haciendo lo mismo. La idea es que cuando abandone el banquillo blaugrana sea sustituido por un entrenador que entienda cómo debe jugar el Barça. Y por eso los focos deben estar puestos en la secretaria técnica.

Pep Segura lleva trabajando en el Fútbol Club Barcelona desde julio de 2015, primero como secretario técnico del fútbol formativo, y desde hace un par de años como mánager general de fútbol. Es decir, es el que decide a qué juega el Barça, con qué tipo de jugadores y quién debe hacer jugar al equipo. Anteriormente ya había estado en la nómina del club aterrizando de la mano de Serra Ferrer.
Fue entrenador de los juveniles, fue responsable técnico, dirigió a los scoutings, y ayudó a Pere Gratacós con el Barcelona B de los Piqué, Messi, Oleguer o Verdú, y que pasó sin pena ni gloria por Segunda B. Tras desvincularse del club, se fue a Grecia como ayudante de Serra Ferrer en el AEK Atenas, y acabó dirigiendo al Olympiakos con el que ganó un doblete. Casualidades de la vida, a pesar de ese logro, fue rápidamente sustituido por Ernesto Valverde. Fue entonces cuando decidió irse a Inglaterra a dirigir la academia de formación de jóvenes jugadores del Liverpool de Rafa Benítez, donde estuvo de 2009 a 2012.
¿En las manos de esta persona debe estar el futuro del club? ¿Es la persona adecuada para salvaguardar el estilo que tanto se quiere proteger? Se rumorea que Pep Segura no es bienvenido en el vestuario del Camp Nou, que se le acusa de haber devaluado a La Masia y que no tiene gran estima por jugadores pequeños y técnicos. Yo no sé si eso es cierto, pero su llegada al club coincide con el inicio del cambio de estilo, o más bien con el inicio de la pérdida del estilo. Aparte de eso, ¿quién es Pep Segura en el mundo del fútbol?
Este año una de las sensaciones de la temporada ha sido la irrupción del Ajax. Ha sido un soplo de aire fresco y joven que ha arrasado el Viejo Continente, hasta que llegó el Tottenham en semifinales y quizá acusaron esa falta de experiencia en la élite. Antes pudo plantarle cara a un gigante como es el Bayern de Múnich, acabar con la Juventus y ridiculizar a todo un Real Madrid en el Bernabéu. Pero lo que más envidio de ese club es que siempre cree en su modelo, en su juego, y para defender esas ideas tienen a la gente adecuada para ello. Edwin van der Sar y Overmars dirigen al club en lo deportivo, marcan el estilo, defienden su idea de fútbol y obtienen resultados. Pero no solo están ellos dos. Jugadores que han crecido en el club de Ámsterdam se vuelven a reencontrar tras retirarse y formarse. Así en su organigrama hay nombres como John Heitinga, Aron Winter, Richard Witschge o Christian Poulsen. Incluso en su junta directiva está el mítico Danny Blind tras su paso por la selección. Y eso es lo que más envidia me da. Si el Barça siempre se ha inspirado en el Ajax, debe también inspirarse en este aspecto.
Este año en can Barça se vendió la mentira que para poder reinar otra vez en Europa se debía vender el estilo de una vez por todas. Que el tiki taka hace años que ya no vale, que ahora hay que ser más directos, más intensos, más duros en el centro del campo. Y que con esos ingredientes nos ahorraríamos vergüenzas como la de Roma. Y yo me lo creí bastante. Pues no, no ha sido así. Un centro del campo con Arturo Vidal y Rakitic era impensable hace unos años. Y hace daño. Hace daño al club, al aficionado y al fútbol en general. Esta locura tiene que llegar a su fin. Y no vale con traer a Frenkie de Jong. No vale con echar a Valverde. El único camino pasa por ser fiel a la camiseta, al estilo y volver a los orígenes que tanto nos han dado.