Tomo el pulso en mi entorno y la respuesta es prácticamente unánime. Hay quien daría la vida por ello. Otros me aseguran que deben medicarse para olvidar el mono. Los más extremistas, incluso, están dispuestos a amar a ese entrenador al que llevan (o llevamos) ocho jornadas criticando despiadadamente ¡Qué vuelva la Liga!
Necesitamos sentir nuestros colores y nuestras pasiones, pero las nuestras, no las de todos, que para las de todos ya habrá tiempo. La sentencia es clara: hay que poner fin, a toda costa, a los parones de selecciones.
Y es que, a pesar de que los éxitos de la Selección Española pueden considerarse aún recientes, como mínimo contemporáneos, los españoles somos de nuestros equipos. Del de mi barrio, mi ciudad o mi comarca, del mío, pero del equipo de mi país… Bueno, del equipo de mi país también, pero en otro momento, no sé, quizás cuando se haya terminado la Liga, digo yo. No imagino esta reflexión realizada en un argentino o en un brasileño, pero, amigos, en España la cosa está como está.
Somos, los españoles, dignos herederos de los Reinos de Taifas. A veces parece que solo somos capaces de sentirnos a gusto dentro de nuestras cuatro paredes. Que sí, que viajamos, y conocemos mundo, algunos más que otros, pero que como dentro de nuestras cuatro paredes en ningún sitio, oiga. Y que no me saquen de lo mío. Esto es así. En España se producen desplazamientos masivos para poder ver a sus equipos en Europa, pero, si la que juega es la Selección, el honor es salvado por los benditos Erasmus.
El caso es que el recién transcurrido fin de semana no ha habido Liga porque las selecciones nacionales se están jugando el pase a la próxima Eurocopa de sede plurinacional que se celebrará en el verano de 2020. Pero el partido de la Selección Española, de los más atractivos, a priori, que íbamos a jugar, con el aliciente añadido de haber podido clasificarnos automáticamente y con el morbo para la prensa capitalina de enfrentarnos a una de las jóvenes promesas del Real Madrid ha generado una expectación, definámosla generosamente, algo básica.
Pero es que las fases de clasificación para Eurocopas y Mundiales siempre han tenido el mismo problema. Son campeonatos dispersos en el tiempo y muy desiguales en cuanto a la calidad de las selecciones que compiten. En otras palabras, los grupos que se forman son poco competitivos y, desde la ampliación del número de participantes en la fase final, las sorpresas son casi imposibles y la competitividad y la emoción quedan diluidas.

Realizando una analogía con la Copa Davis en cuanto a la dispersión temporal, quizás, una manera de generar interés en estos partidos sería concentrándolos en el lugar y en el tiempo. Quizás darle a la Nations League el valor de campeonato clasificatorio para la Eurocopa ampliando el número de participantes y dejar estas fechas para partidos amistosos, pero que no interrumpan las Ligas por períodos tan largos. Un formato similar, con la adaptación lógica, al de la nueva Copa Davis de Gerard Piqué, de la que se espera que sea un gran éxito, puede ser el camino.
Sin embargo, la inoportunidad de estos partidos no creo que sea la única razón por la que el interés en la Selección Española decrezca. Hay motivos deportivos y extradeportivos que ayudan a que el hartazgo se haga presente. Desde la entrada del belicoso Luis Rubiales en la presidencia de la Real Federación Española de Fútbol no paran de sucederse situaciones anómalas. Baile de entrenadores, justificado, pero cuatro en dos años escasos, sus guerras con Javier Tebas, las decisiones polémicas como llevar la Supercopa de España a Tánger, los derechos de televisión y el fútbol los lunes, etcétera, etcétera. Esto, como mínimo, no ayuda a generar aficionados a la selección.
Este galimatías afecta también a las situaciones deportivas. Y ahí, con el actual seleccionador, está sucediendo algo interesante. Asegura Robert Moreno que el principal motivo para llevar a un jugador a la selección es su momento de forma. Supongo que habrá otros, puesto que Busquets y Ramos fueron titulares en Noruega y no sé si podemos creer a pies juntillas que, precisamente ellos, estén en un gran estado de forma…Pero bueno, eso dice nuestro seleccionador.
Dicha afirmación puede ser el motivo por el que se han democratizado unas convocatorias en las que aparecen jugadores que representan a más equipos. Esto puede generar el problema de la falta de automatismos y la dificultad para formar un grupo cohesionado en los aspectos deportivos y emocionales, pero sí que permite al entrenador descubrir alternativas y abrir el abanico, además de introducir una lógica competitividad entre aquellos jugadores que estimen que tienen posibilidades de ser convocados para la fase final.
En estas convocatorias tan variadas me da la impresión de que se está buscando algo más. Se buscan estrellas, pero, sobre todo, se buscan líderes. Tras la salida de los futbolistas de primer nivel Xavi, Iniesta o Silva, la selección está tardando en encontrar el relevo de nivel que mantenga a la selección en el ramillete de equipos que optan a los títulos. Parecía que la quinta de Isco y Thiago Alcántara podría haber sido. Pero no.
La reciente consecución del campeonato europeo sub-21, que ha servido para la consolidación en el primer equipo de Dani Ceballos, Fabián y Oyarzábal es una nueva oportunidad. Estos tres, junto con los citados, y, quizás ese sea el motivo de su presencia como titularísimos en la selección, Sergio Ramos y Busquets, forman parte de una incipiente columna vertebral en las que Kepa se asienta como cancerbero titular. El resto rota con asiduidad. También los jugadores nombrados. Robert Moreno parece estar dispuesto a no casarse con nadie.

Sin embargo, en el camino, a la Selección le cuesta realizar un partido completo. Sí ha logrado rachas de buen juego dentro de los partidos, pero casi siempre permite alternativas a los equipos contrarios que tienen cierto nivel, como ocurrió en los casos de Rumanía y Noruega. Existe cierta indefinición, algunas dudas y falta la consolidación del relevo.
Esta noche, a las 20:45, nos enfrentamos a Suecia. Segunda en la clasificación de nuestro grupo F a 5 puntos. Lo lógico sería puntuar y terminar de certificar la clasificación. No sé si seremos muchos los que nos sentaremos delante de la televisión. Tampoco sé si la dejaremos puesta de fondo o cambiaremos de canal. No obstante, este desinterés emerge como un problema mayor que el de una derrota que retrasase una clasificación que confío que, de no conseguirse en Suecia, sí se haría en los partidos de Noviembre.
Pase lo que pase, y en esto creo que todos estamos de acuerdo, lo mejor del partido de esta noche es que pone fin al parón de selecciones y nos permite de nuevo mirarnos al ombligo. Al fin vuelve el fútbol de mi equipo, al fin podré hablar, y no muy bien, de lo desesperado que me tiene el cabezón del profesional que entrena a mi equipo… pero de eso, discutiremos en otro momento. Como decía Manolo Escobar ¡Qué viva España! aunque solo sea en la Eurocopa o el Mundial.

PD: Escribiendo estas palabras me ha pasado por la cabeza una cuestión curiosa: ¿Qué sucedería si en las Eurocopas y los Mundiales, en sus formatos concentrados en un mes, las selecciones fuesen sustituidas por los clubes de los que formamos parte activa durante toda y todas las temporadas? Ahí lo dejo.