Esta temporada recién terminada será seguro inolvidable para el Manchester City, que conquistó, por fin, su ansiada Champions.
Pero no es necesario levantar un trofeo para que una temporada se guarde para siempre en la mente de una afición, sobre todo, si su equipo porta la bandera de la modestia. Una de esas campañas memorables fue, para la afición del Cádiz, la disputada en 1990-91.
Al finalizar la primera vuelta, el submarino amarillo se hundía sin remisión en las profundidades de la clasificación. Para la segunda vuelta del campeonato, el presidente, Manuel Irigoyen, se hizo con los servicios de Óscar Dertycia, un delantero argentino que había aterrizado en Europa el año anterior, pasando sin pena ni gloria por la Fiorentina italiana. En solo 21 partidos, “Mister Proper”, como le llamaban en Cádiz, se instaló para siempre en los corazones cadistas.
El Cádiz convirtió su estadio (Ramón de Carranza) en un pequeño fortín donde sucumbieron grandes equipos como el Sevilla (2-1), Real Madrid (1-0) o Barcelona (4-0). Pero eso todavía no era suficiente para escapar del temido descenso y se llegó a la última jornada con la imperiosa necesidad de ganar en casa al Zaragoza. Sin embargo, los maños se adelantaron en el marcador añadiendo más dificultad al objetivo del Cádiz. En un final de infarto, el equipo amarillo remontó y se alzó con el triunfo por dos goles a uno.
De todas formas, todavía quedaba un último obstáculo que consistía en disputar una promoción, a doble partido, ante sus vecinos del entonces C.D. Málaga.
El partido de ida, disputado en Málaga, finalizó con la victoria local por 1-0, gol marcado por Esteban Vigo. Así se llegó al encuentro decisivo. Si ganaba el Cádiz de Ramón Blanco, se salvaba del descenso por séptima temporada consecutiva. Si lo hacía el Málaga de Ben Barek, que la temporada anterior ya había perdido en la misma promoción, ascendía a la máxima categoría, donde la esperanza estaba en aliviar un poco su paupérrima condición económica. Así pues, se daban todos los condicionantes para convertir aquel choque en especial, lo que hizo que el estadio cadista registrase un lleno histórico.
Con tanto en juego, el partido fue especialmente bronco, lo que derivó en la expulsión del jugador del Cádiz Quevedo, poco después de la primera media hora de juego.
A los doce minutos de la segunda parte, un centro al area malacitana lo prolongaba con la cabeza Dertycia para que José González anotase el gol con el que se empataba la eliminatoria. Con ese tanto se llegó a la prórroga, donde resultarían expulsados otros dos jugadores, el local Barla y el visitante Añón. Como el marcador siguió sin moverse, el éxito de unos y el fracaso de otros llegaría desde el punto de penalti.
Comenzó tirando el Cádiz, que marcó por medio de Oliva, a lo que contestó el Málaga con otro gol de Quino. A continuación, Raúl Procopio erró su disparo, lo que no hizo el malaguista Chirri, que adelantaba así a su equipo. Luego marcaron sucesivamente Poli, José González y Carmelo por el Cádiz. También lo hicieron, por parte del Málaga, Esteban y Alvarez. El tiro definitivo le correspondía a Antonio Mata, que estaba considerado como el especialista del equipo malacitano.
“Pepe” Szendrei, portero húngaro del Cádiz, se agigantó para detener el lanzamiento y devolver las tablas al marcador para iniciar la segunda tanda de disparos. El encargado de lanzar para el Cádiz era el mítico Juan José, que le mostró sus dudas al entrenador. Pero Ramón Blanco insistió para convencerle y “Sandokan” no falló.
La responsabilidad estaba ahora en las piernas de Emilio, pero Szendrei estaba empeñado en ejercer de héroe esa noche y volvió a detener el lanzamiento malaguista. A partir de entonces, la euforia se disparó hasta el punto de que la mejor definición de lo que pasó aquella noche la describió otra leyenda cadista (Carmelo), en una entrevista posterior:
“Si el Cádiz ganase alguna vez la Champions, la celebración no superaría a la de aquella noche”.
Así fue como el Cadismo, sin necesidad de levantar ninguna copa, grabó a fuego para siempre la fecha del 19 de junio de 1991.
Si,cada equipo,cada afición tiene sus metas y objetivos y cuando se logra, casi heroicamente,alcanzarlo,lo celebra con la intensidad y satisfacción que se merece.El Cádiz,un club que me cae muy bien,tiene además una gente con la idiosincrasia propia de la ciudad que lo alberga y eso le imprime carácter y colorido a sus celebraciones.
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