San Petersburgo, primero de julio de 2018, estadio Luzniky. La selección española cae eliminada en la tanda de penaltis contra Rusia, anfitriona de aquel Mundial. Posesión de la pelota de hasta un 79% a su favor para el elenco español. La friolera de 1.115 pases completados por parte de los españoles, por sólo 291 de los rusos. En uno de los partidos más soporíferos de la historia de la Selección Española, el plantel por entonces dirigido circunstancialmente por Fernando Hierro muerde el polvo. Eso tras ciento veinte minutos en que nos castigó con un juego lentísimo, intrascendente, horizontal, pastoso. Contra una Rusia a la que calificarla de mediocre sería una alabanza inmerecida.
Hacía ya algunos años que la España futbolística se negaba a dar por cerrado un ciclo que algunos creíamos ya clausurado con las debacles en Brasil y Francia en 2014 y 2016 respectivamente. Algunos creíamos – ingenuamente se ha demostrado después- que lo visto aquel 1 de julio de 2018 era la muerte de un estilo ya obsoleto, desfasado, caduco, insulso, trasnochado. El tocar y tocar y tocar y tocar… Y así hasta la extenuación. El toque por el toque. El toque en tu área chica entre portero y central incluso. Ridículo, hasta circense.

Un mal sueño que se repite
Algo más de cuatro años después, nuestra Selección nos ha vuelto a mortificar con un espectáculo indigesto, inocuo e inicuo. Ver una etapa llana del Tour de Francia durante la hora de la siesta de cualquier tórrido día del mes de julio es una experiencia trepidante comparada con un partido de esta selección dirigida por Luis Enrique. No hemos aprendido nada. La decadencia de ese estilo que ya se demostró caduco y trasnochado en 2014, 2016 y 2018 no nos ha hecho recapacitar. Ese oasis de la Euro 2020, disputada en 2021, quizá operó como una especie de placebo que a muchos – me incluyo, entono el mea culpa de la ingenuidad- nos hizo creer que una simple reforma o refundación del estilo era suficiente para volver a competir en grandes citas.
Nada más lejos de la realidad. Mientras las grandes selecciones del panorama internacional y los más potentes clubes europeos lo apuestan todo al nuevo fútbol, en España nos hemos empecinado en parecer un anciano decrépito que se presenta en las reuniones familiares con su guerrera llena de medallas y contando batallitas de hace décadas. Nadie, y cuando digo nadie es nadie, juega así actualmente. Ese fútbol de pases al pie, de una sucesión interminable de juego hacia atrás y horizontal, de no chutar, de no buscar espacios y de simplemente sobar y sobar la pelota está absolutamente olvidado en ese planeta fútbol que un día envidió nuestro tiki-taka. Tiki-taka irrealizable sin una generación irrepetible de peloteros conformada por los Iniesta, Xavi, Piqué, Ramos, Silva, Fábregas o Alonso.
Desde aquel 1 de julio de 2018 hasta este 6 de diciembre de 2022 no hemos evolucionado nada. Hoy (por el día en que escribo estas letras) contra Marruecos, España ha efectuado 1.019 intrascendentes pases, significando una posesión del 77% a su favor. Para nada. Para aburrirnos solemnemente. Para crearnos una sensación de impotencia y de hastío sin parangón. Y mayor es el hastío, mezclado quizá con indignación, cuando se escucha a jugadores y seleccionador declarando que el plan se ha ejecutado a la perfección. Eso tras torturarnos durante ciento veinte minutos con una sucesión de pases al pie sin profundidad, con un juego lento, empalagoso como un perfume malo de imitación, peleón como un cubata de garrafón, de los que deja dolor de cabeza al día siguiente. El seleccionador nos dice que el plan se ejecutó fetén; tras obsequiarnos con ese estilo caduco, pastoso, estéril, indigesto, horizontal, ineficaz, desfasadísimo, abúlico, apático, indolente, flemático, soso, irrelevante, indiferente y repleto de desidia. Al lector le habrá resultado insufrible esta interminable sucesión de epítetos que acabo de enumerar… Igual de insufrible que nos pareció a los aficionados españoles el juego de la Selección, nuestra Selección que queremos recuperar.

Así no se puede seguir
En los últimos tres mundiales, España ha conseguido únicamente ganar tres partidos. A Australia, Irán y Costa Rica. En la última Euro, pese a llegar a semifinales, sólo se le ganó en noventa minutos a la débil selección de Eslovaquia. Se necesita un vuelco de ciento ochenta grados ya, una catarsis. Y también se agradecería que hubiera alguien que no tomase por estúpidos a los aficionados, porque en las declaraciones posteriores a la eliminación mundialista todo son autoalabanzas por parte de jugadores y seleccionador español, cuyo plan, insisto, ha sido ejecutado a la perfección según él. Qué decepción para muchos ha sido Luis Enrique. Además del fracaso futbolístico que ha supuesto la cita catarí, cansan y enervan las formas con que se presenta en rueda de prensa. Perdonando la vida a todos. Con una altivez ridícula tras haber sido un entrenador inoperante durante todo el partido y con unos modos propios de chulo de discoteca de polígono.
Si ya hemos podido comprobar en más de una ocasión que este estilo de fútbol no vale, hay que cambiar. Siempre se debe huir del dogmatismo. De ese dogmático que, aunque las cosas no funcionen, proclama la innegociabilidad de un estilo o de unas ideas. Hay que huir de aquél que diga que no cambia nunca de idea. El dogmático suele ser o un fanático o un imbécil. O ambas cosas a la vez.
Sirva este modestísimo artículo para invocar una enmienda a la totalidad que requiere de urgencia el fútbol de nuestra Selección Nacional. Aquel pasado glorioso del tiki-taka ya quedó atrás. Dejemos que sea un precioso recuerdo, no lo manoseemos más, y desterrémoslo ya del presente. Abandonemos este ridículo fútbol de toque intrascendente, dejemos de pasárnosla entre centrales y portero: juguemos al fútbol de verdad. Vamos de batacazo en batacazo en los últimos Mundiales. Eso sí, al menos somos campeones del mundo en pases efectuados y en posesión del balón.
Suscribo totalmente lo desarrollado por Juan Ariza en este artículo,máxime cuando a nivel de club ha sido un calco de juego desarrollado por el Sevilla en esta última etapa y lo está conduciendo a la debacle que lo tiene sumido en puestos de descenso.El fútbol actual se basa en el físico y la técnica, y si me apuran más en lo primero que en lo segundo,y en la rapidez de los desplazamientos,en la agresividad bien entendida y en el juego exterior,el interior hay que dejarlo para las contadas figuras de exquisita técnica y habilidad que les ayude a romper las ordenadas defensas que le cierren los caminos.Y con todos mis respetos para la persona Luis Enrique no ha dado la talla ni como seleccionador,escogiendo el plantel, ni en los planteamientos de los partidos,ni en su actitud personal ante medios de comunicación y aficionados.
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