Nietzsche argumentaba que: “Tener fe significa no querer saber la verdad”.
Jesús Gil, presidente del Atlético de Madrid, necesitaba encontrar a alguien con mucha fe. De hecho, llevaba ya tiempo buscándolo. Tras una temporada para olvidar, donde el equipo, que tuvo hasta cuatro entrenadores, se quedó a un solo punto de disputar la promoción para permanecer en Primera División, el dirigente entregó los mandos de la nave rojiblanca a Radomir Antic.
Aquel verano de 1995, Antic puso todo su empeño en configurar una plantilla que necesitaba una profunda remodelación. Para ello, se desprendió de jugadores como Manolo (el goleador de temporadas anteriores), Kosecki, Ferreira, el tren Valencia, Iván Rocha, Dobrovolski o el paraguayo Benítez. Pero uno de los mayores retos era el de encontrar un sustituto al que había sido su portero titular durante las últimas ocho temporadas, el mítico Abel Resino. Así pues, la tarea era bastante complicada. Una vez hechos los huecos necesarios, hubo que cubrir esas posiciones con nuevos jugadores.
Del Albacete llegaron unos jóvenes Santi Denia y Molina, que se convirtió en el nuevo cancerbero rojiblanco. Para reforzar el centro del campo se contrató a Roberto Fresnedoso, procedente del Espanyol de Barcelona. En la delantera se incorporó un jovencísimo Leo Biagini, con solo 18 años, que vino desde Newell´s Old Boys. Pero todavía faltaba el ariete titular. Antic hizo gala de su enorme fe al confiar ese rol tan importante a un futbolista que se había llevado mucho tiempo parado a causa de una grave enfermedad; el búlgaro Lubo Penev. Por lo tanto, el reto, ya de por sí difícil, se complicaba mucho más.
No obstante, el bueno de Radomir consideraba que había que ponerle una guinda al pastel y se empeñó en conseguirla. Su primer objetivo fue Víctor Onopko, pero el fichaje no se pudo completar al haberse comprometido ya el jugador con el Oviedo. Se continuó con la búsqueda intentando contratar a Jokanovic, pero el medio serbio decidió irse al Tenerife. Antic no se rindió y se fijó en Robert Prosinecki. Como resultado, otra decepción, porque la estrella croata sucumbió a los cantos de sirena que le llegaban desde el Barcelona.
El entrenador, tozudo, intentó convencer a su presidente para abordar el fichaje de un futbolista totalmente desconocido que militaba en el Panionios griego; Milinko Pantic. Gil no estaba por la labor y Radomir, desesperado, se ofreció a pagar el importe de la operación (75 millones de las antiguas pesetas) de su propio bolsillo. Finalmente. El presidente accedió a los deseos de su entrenador y consiguió contratar al futbolista.
Pantic comenzó muy pronto a justificar el empeño del entrenado en incorporarlo a su equipo, ya que marcó un gol de falta directa, su gran especialidad, en el primer partido de liga, ante la Real Sociedad. Por su parte, Molina, Santi y Penev se convirtieron en piezas clave de un once que todavía se recita de carrerilla. Mientras, tanto Roberto como Biagini también fueron jugadores importantes aquella memorable temporada.
Con los goles de Simeone y Kiko en la última jornada de liga más el de Pantic, en la final de Copa, el Atlético de Madrid conquistaba un doblete inédito en su historia para colmar de felicidad a toda su afición.
Pero los grandes triunfadores habían sido Jesús Gil y Radomir Antic, que invirtieron todas sus reservas de fe en confeccionar una plantilla que marcó un antes y un después en la historia del club colchonero.
Bonita historia de un club que pocas veces ha podido superarse y conseguir retos reservados para el equipo puntero de su ciudad que siempre ha pretendido,y muchas veces conseguido,que el Dervi no fuese el partido más relevante para él,esa gesta aquí contada tiene por tanto un enorme relieve para los colchoneros.
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