La carrera de Enrique Castro, el inolvidable Quini, ya comenzó de forma más que curiosa. Precedido de una gran fama goleadora, pasa a formar parte de la primera plantilla del Ensidesa, en tercera división. Allí coincide con otros ilustres del Sporting de Gijón, como su hermano Castro, Churruca y Megido. A pesar de ser un goleador, el entrenador insiste en colocarle como extremo, lo que disminuye su rendimiento. El Oviedo, atento a la situación, le hace una oferta, pero el padre del jugador se niega rotundamente.
Como tantas otras veces ha ocurrido, la llegada de un nuevo entrenador, que se limita a colocar sus piezas en sus sitios habituales, revierte la situación. Quini, ya como ariete, vuelve a sus registros goleadores. En un partido ante el filial del Sporting, el delantero marca cuatro goles y el Sporting de Gijón consigue hacerse con los servicios del jugador. Cuando Quini firma su contrato, el club ficha al máximo goleador de su historia y uno de los principales mitos de su afición.
En su segunda temporada en el club, Quini es decisivo para el ascenso a la máxima categoría, conquistando, además, el primero de sus siete galardones de máximo goleador (cinco en primera división y dos en segunda).Ese mismo año, la selección española amateur se proclama campeona de Europa con Quini como protagonista, ya que marca cuatro goles a Italia en la semifinal. Esto hace que Kubala, seleccionador, convoque al delantero para el equipo absoluto, donde debuta anotando un gol para ganar a Grecia por 2-1. En la selección, Quini vive episodios rocambolescos como cuando, en un partido ante Alemania, saltó al campo con la misión de marcar a Beckenbauer.
Mientras Quini, a base de goles, forjaba su leyenda, el siempre caprichoso destino le hacía entrar en la historia al ser el primer jugador en ver la tarjeta blanca (entonces no había amarillas) del fútbol español.
Era evidente que tantos goles no pasaran desapercibidos y los ojos de equipos más poderosos se fijaran en el delantero asturiano. Finalmente, en el mes de junio de 1980, el Barcelona consigue contratar a Quini por la cifra, entonces inusual, de 82 millones de pesetas.
La historia futbolística nos cuenta que, aquella temporada, la Real Sociedad conquistó el título de liga y el Barcelona el de Copa. En ambos torneos, Quini acabaría como máximo goleador, a pesar de todo lo que sucedió en los primeros meses de aquel convulso 1981.
Tres parados españoles idearon un plan para solucionar sus problemas. Secuestrarían a una persona famosa para luego solicitar un rescate. Tras decantarse por una serie de candidatos, decidieron elegir a Quini por un curioso motivo: era una buena persona y no daría problemas. Durante 24 días, el país vivió pendiente del secuestro, sin entender de colores ni de forofismos. Se trataba de Quini, jugador de la selección española y querido por cualquier afición. Cuando, por fin, se produjo la liberación, todo el mundo respiró aliviado. Enrique Castro, por su parte, se limitó a emitir su particular sentencia, que no podía ser otra que la de perdonar a sus captores.
Volviendo al fútbol, Quini continuó con su labor, que no era otra que la de marcar goles. De esa forma. Fue el autor del gol 3.000 del Barcelona en liga. En 1984, con 35 años, el futbolista decidió retirarse del fútbol. Sin embargo, un mes después, Quini consideró oportuno recapacitar para volver a jugar ayudando a su Sporting. Allí jugó tres temporadas más hasta que, en 1987, puso fin a su carrera jugando su último partido ante el Barcelona. Esta vez sí que se trataba de la retirada definitiva de un delantero sensacional, un jugador de época. Pero, sobre todo, Enrique Castro “Quini” fue una buena persona.
Pues si,desde luego ha sido no solo un magnífico jugador,sino una persona con unos rasgos humanos encomiables,hecho todavía más importante que su proyección deportiva y que se puso a prueba tras su secuestro,que por otra parte no afectó ni a su salud mental ni a su rendimiento en el césped.
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