Si Enrique Bermejo nos hablaba ayer sobre la desconexión de muchos jugadores en el momento álgido de la temporada, hoy quiero centrarme en otra clave del final de temporada. Porque hay algo que va más allá del puro rendimiento del futbolista, provocado en muchos casos por incertidumbres contractuales de cara al futuro. Nos hemos llevado escuchando durante todo un año excusas en ruedas de prensa que evadían las valoraciones hasta el final de curso y este fin de semana se acaba el repertorio. Llega la hora de las evaluaciones y es preciso cruzar los resultados con los objetivos marcados en verano. Datos que trascienden de lo cuantitativo y se traducen en el grado de satisfacción con el que cada afición recordará a su equipo durante las largas vacaciones. Siguiendo este criterio, hemos de dejar claro, subjetivo, hemos percibido cómo muy pocas hinchadas acabarán el curso con una sonrisa en la boca. O al menos, esa alegría no será plena. Aquí va este repaso a las notas de este curso tan loco.
El triunfador de esta Liga ha sido el Barcelona de Ernesto Valverde. El único grande a la altura en una competición en la que la regularidad es todo. Pese a caer en tres partidos y de depender más que nunca de Leo Messi, los blaugranas han cerrado el torneo con antelación. El problema es que las ilusiones de la afición culé se centraban más en la esquiva Champions League, y más teniendo en cuenta el nivel del actual campeón y eterno rival. La remontada de Anfield con un Liverpool mermado por las bajas tras desperdiciar una 3-0 ha enfadado y mucho a la grada. Tanto que ni un posible doblete evitaría un suficiente para los del txingurri, más en la picota que nunca.
Por la capital no se ven mejor las cosas. Medir el grado de insatisfacción registrado por cualquier aficionado merengue tras este catastrófico año resulta cuasi hiriente. El paso de tres entrenadores escenifica a la perfección el fracaso de la planificación deportiva, más aún cuando el más deseado se dedica en los últimos meses a probar lo poco que se va a quedar de una plantilla en horas bajas. El Real Madrid lleva meses sin competir en Liga y Copa del Rey y quedó eliminado en cuartos de final de Champions por un imberbe Ajax. No lograr un título ya es una debacle para un club de tanta exigencia, pero no hacerlo con una falta de actitud tan espeluznante ha provocado depresiones en la parroquia blanca. El muy deficiente aquí se queda corto.

La honrilla de quedar por encima del vecino es lo que le queda a los seguidores del Atlético de Madrid. El subcampeonato les da una poderosa plaza en la Champions League aunque nunca fue rival para el Barça. Además, por el Wanda también se hablaba más este año de esa final europea que albergará el propio estadio. Al final, la Juventus dio un repaso de fútbol a un equipo con el que el Cholo racanea el juego desde hace meses o años. Sin un papel importante en Copa, el insuficiente colchonero no mejora con las salidas de Godín y Griezmann.
Sólo el Getafe puede, en la comunidad de Madrid, calificar de sobresaliente esta temporada. Los azulones han sabido mantener el tipo en el momento clave del año. Este esfuerzo comandado por el entrenador de moda, Pepe Bordalás, se recompensará con una plaza en Europa. Pero ojo, abandonar el laureado cuarto puesto a estas alturas para cambiar Champions por Europa League podría dejar cierto amargor en el aficionado del Coliseum. Contentos sin más si estarán en Butarque con la permanencia otro año más del Leganés en Primera.
Aprovechando las pocas alegrías que se van a dar, tenemos que hablar del Valencia. La dinámica ascendente del equipo de Marcelino parecía el mejor regalo para el centenario che. Sin embargo, las opciones de tocar plata este año se han reducido a la mitad tras la goleada ante el Arsenal. Las decisiones del asturiano en la vuelta han enfadado a la grada pero la trayectoria no ha decaído en Liga, vuelve a puestos Champions, por lo que los murciélagos aún creen en arrebatarle la Copa del Rey a Messi y los suyos. De ganar, el notable se podría tornar en sobresaliente.

Pero la plaza del Valencia se vende cara y equipos como el Sevilla aún guardan opciones de alcanzarla. De hecho, la valoración que haga Nervión de la temporada podría cambiar radicalmente de entrar en la Champions League. A día de hoy, eliminado de Copa del Rey y Europa League, la temporada no va a quedar para los anales. Primero Machín y luego Caparrós no han sabido encauzar a una plantilla desequilibrada, muy lastrada por las previas europeas que la obligaron a competir desde julio. Aunque peor se ven las cosas en el bando contrario. Las cabezonerías de Setién con una plantilla falta de delantero han provocado un brusco descenso de asistencia a los partidos del Real Betis. Los béticos han acabado hartos del sistema, pero aún más de la actitud que han desplegado los verdiblancos este año. Mucha posesión pero poco gol han sido las constantes que les han llevado a la derrota en tres competiciones. Y todo en un año que se antojaba ilusionante por la calidad de la plantilla y el paso por la Europa League. Acabar por debajo de la mitad de la tabla es un claro insuficiente para este proyecto.
Donde los suspiros se han convertido en risas es en Bilbao. Hace unos meses, el Athletic parecía abocado al descenso y sin embargo, la revolución Garitano ha metido al equipo en Europa. Dependen de ellos mismos para entrar en Europa League, aunque eso sí, todo apunta que con previas. Por lo tanto, pese a que la remontada habrá dejado una notable satisfacción en la catedral, competir en dos meses para una plantilla corta seguro que preocupa a más de uno. Aunque debe puntuar para que no le gane terreno otro equipo vasco, la Real Sociedad. Los txuriurdines se jugarán a cara perro la opción de acabar séptimos con el Espanyol en la última jornada. Y digo opción, porque si los leones puntúan no habrá nada que hacer. Mucho dependerá en ambos casos de lo que suceda la nota final del curso, que podría acabar en notable, sobre todo la realista, ya que los pericos llegaron a pelear el liderato hace meses.
Más claro es el suspenso del Alavés de Abelardo, que tras medio año en Europa, se ha ido desinflando radicalmente en los meses de la verdad. Con el entrenador más fuera que dentro, los babazorro saben que la permanencia es insuficiente. No tanto en la cercana Eibar, que sigue resistiendo cual aldea gala en la Liga de los grandes presupuestos. Porque el resto son equipos salvados casi in extremis. Aquí encontramos ejemplos de mal menor, como Villarreal o (presumiblemente) Celta, que respiran pese a contar con metas mucho más elevadas. Y otros casos en los que sí se valora, y mucho, la permanencia, como los de Valladolid y Levante. Por un lado, un recién ascendido, y por otro, uno de los más humildes de presupuesto. Se podría haber sufrido menos, pero bien.

La desazón absoluta también tiene feudo, en concreto tres: Huesca, Vallecas y (muy probablemente) Girona. No sabemos cuánto importa aquí la antelación o el porcentaje de papeletas con el que se contaba a principios de curso. Quizás la peor parte se la puedan llevar los catalanes, si se consuma, por haberse sentido sanos y salvos durante gran parte del campeonato. En todo caso, un descenso siempre es un fracaso. Y este ha sido el signo más repetido en nuestra competición doméstica.