Eso es exactamente lo que supuso la cuarta jornada del campeonato nacional de Liga para Barcelona y Madrid. Mientras los blancos abusaron sobremanera de un Deportivo que aguantó el tipo apenas 30 minutos, los blaugrana hicieron lo propio contra el otrora correoso Levante.
La Liga en su parte alta, mal que le pese a muchos que niegan la evidencia, será en su mayor parte lo vivido este fin de semana, con una excepción con respecto a la temporada pasada, el Atlético de Madrid.
La situación del conjunto colchonero es como cuando se tiene una amistad con alguien y tras años de olvido mutuo se retoma el contacto. Se intenta por todos los medios que sea como antes pero no es lo de antes.

El Atlético intenta jugar a lo mismo que le ha llevado al éxito, pero la sensación no es la misma. Y es que ni Mandzukic es Diego Costa, ni hay portero que pueda cubrir el vacío de Courtois. Ya sé que esto recién comienza, pero el Atleti da la impresión de que no va a ser tan fiable como nos tenía acostumbrados.
En cuanto al Madrid, dio un recital ofensivo con una fiesta goleadora a la que (como viene siendo habitual) Karim Benzema no estaba invitado. Fogonazos de genios pero ausencia de juego en conjunto. Más de lo mismo, con la salvedad de que en la parte de atrás algo parece chirriar.
Y finalmente tenemos al Barça que, quien lo iba a decir, parece el más sólido de los tres. Cierto es que la expulsión que sufrió el Levante condicionó en buena parte el encuentro, pero no menos cierto es que el equipo de Luis Enrique está adquiriendo una fiabilidad alemana (o más bien brasileña-argentina) que mete miedo.
De nuevo la portería a cero y de nuevo un Messi marcando la diferencia entre lo que muchos aspiran a hacer y lo que solo él puede conseguir.