Ayer tuvo lugar en el Estadio «Vieja Condomina» (llamado así para diferenciarlo del Estadio «Nueva Condomina» en el que actualmente juega el Real Murcia CF) un partido benéfico cuya recaudación será donada al Ayuntamiento de Los Alcázares, municipio que tanto ha sufrido a causa de las inundaciones acaecidas el pasado diciembre. El partido enfrentó al UCAM Murcia CF (actual usuario de la «Vieja Condomina») y al Real Murcia CF, equipo que volvía así al estadio que fue su casa hasta el año 2006.

La «Vieja Condomina» (o para muchos nostálgicos, simplemente “la Condomina”), inaugurada en 1924, ha tenido mucha vida: mil y una aventuras (y desventuras) del Real Murcia CF, derbis del equipo grana con el CF Ciudad de Murcia o UCAM Murcia CF… Para un seguidor del Real Murcia CF (como quien suscribe) volver al que ha sido el estadio de tu equipo como visitante resulta una sensación muy extraña: ver el estadio con unos colores distintos, con un aspecto muy bueno y totalmente diferente al recuerdo que guardabas (hay que reconocer el mérito al UCAM Murcia CF que ha sabido remodelar el estadio para hacerlo un campo digno de la Segunda División A).
El partido de ayer, a pesar de su destino benéfico, no tuvo el carácter amistoso que se le podía presuponer: el UCAM Murcia CF se impuso por un 1 a 0 con gol de Cedric, si bien el arbitro del encuentro mostró hasta 10 tarjetas amarillas expulsando asimismo al jugador del UCAM Murcia CF, Tito, por doble amonestación. Sin embargo, el detalle que más me marcó (y no para bien) fueron los insultos de unos adolescentes a los jugadores del equipo rival realizados por mera diversión desde el inicio del partido; cuando acudes al campo con un niño de 8 años (como fue mi caso), es difícil explicar al chico el por qué de ese comportamiento.