Acostumbrado a disputar la Copa de Europa (actual Champions League), el Real Madrid llevaba sin ganarla casi 20 años y el equipo se encontraba en un periodo de transición donde sus rivales nacionales, Barcelona, Atlético de Madrid, Athletic de Bilbao y Real Sociedad, le privaban del título liguero y de la participación en la máxima competición europea. Por todo esto, el club blanco tuco que adaptarse a una competición que acogía a los equipos que se quedaban a las puertas de la gloria en sus países, la Copa de la UEFA.
El club más laureado en la máxima competición llegó a un campeonato lleno de obstáculos en forma de poderosos rivales. Pero, los madridistas consiguieron llevar el trofeo a sus vitrinas a mediados de la década de los 80.
Para ello, a la eclosión de una de las mejores generaciones de la historia del fútbol español (la quinta del buitre), tuvo que unir una serie de remontadas que quedaron grabadas en la memoria de muchos aficionados.
La primera de ellas tuvo lugar en diciembre de 1984, ante una fuerte escuadra, el Anderlecht del gran Enzo Scifo. Junto a su estrella, reunía a figuras como Munaron, Morten Olsen o Frank Arnesen. Vapulearon a los blancos en la ida con tres goles de Van den Bergh, Czerniatynski y Vercauteren. Un resultado (3-0) que dejaba la eliminatoria prácticamente sentenciada.
El mítico Amancio Amaro, entonces técnico madridista, planteó a la vuelta un partido a la desesperada y armó al equipo con una táctica que hace honor al nombre de esta web (3-4-3).
Arropó al Portero (Miguel Ángel) con una defensa formada por San José, Sanchís y Camacho. En el centro del campo, Míchel, Stielike, Gallego y Lozano tenían la misión de adueñarse del partido. Arriba, Butragueño, Santillana y Valdano eran los arietes.
Esa noche, el buitre desplegó sus alas y logró tres goles. Dos tantos más de Valdano y uno de Sanchís dejaron en un simple susto el gol de Frimann. 6-1 y eliminatoria resuelta. Ese año, no sin antes superar a un potente Inter de Milán, el club blanco conquistaría su primer entorchado de la competición ante un sorprendente Videoton húngaro.

Para ganar el segundo campeonato, al año siguiente, habría que realizar más gestas. La primera, ante un equipazo alemán, el Borussia Monchedgladblach. En sus filas, jugadorazos como Rahn, Mills o Borowka. En la ida, Rahn (2), Miils, Lienen y un gol en propia puerta de Salguero, dejaron la diana de Gordillo en un tanteo casi imposible de superar.
El 11 de diciembre de 1985, en el Santiago Bernabeu se desató otro chaparrón de fútbol y goles. A los 20 minutos, Valdano, con dos goles, puso el estadio patas arriba e hizo a la gente soñar con otra hazaña. Pero el reloj avanzaba y faltaban aún dos goles, que no llegaban.
Santillana se vistió de héroe y remató la faena con dos tantos, uno en el minuto 78 y otro cuando el partido ya agonizaba, en el 90.
Pero ahí no se acabaron los obstáculos para que el Madrid se ciñera, de nuevo, la corona de laurel.
En semifinales esperaba todo un señor equipo, el Inter de Milán con Zenga, Bergomi, Collovati, Brady, Altobelli o Rummenigge. A los cuarenta segundos, Tardelli marcó y repitió en la segunda parte. Un autogol de Salguero puso la cosa mucho más difícil hasta que Valdano hizo respirar a su equipo anotando el 3-1 casi al final.
De nuevo tocaba remontada, esta vez ante un equipo italiano, especialista en defender. El Santiago Bernabeu se llenó a la espera de una nueva gesta.
El partido comenzó, pero los goles no llegaban. En el minuto 40, Hugo Sánchez puso por delante a su equipo. Gordillo marcó el segundo y todo parecía indicar que se conseguiría una nueva victoria.
Brady, de penalti, acortaba distancias y ponía otra vez cuesta arriba el objetivo.
Hugo, también de penalti, forzó la prórroga. En el tiempo extra, Santillana agigantó su leyenda de bestia negra ante el Inter y marcó dos goles que llevaron a su equipo a la final, que acabarían ganado ante el Colonia alemán.
El Real Madrid conquistó, por segundo año consecutivo, una competición harto difícil, pero, además, consiguió impregnar su leyenda y su estadio con un aura que predominó en Europa en aquella década de los 80, el ya mítico “Miedo Escénico”.