Ocho años antes, en 1982, ya tuvieron un papel muy destacado en su debut mundialista. Empataron los tres partidos jugados ante Italia, Polonia y Perú. Pero eso no les valió para pasar de ronda.
Harto de que nuestra selección fracasara una vez más ante el imponente muro de cuartos de final, adopté como segundo equipo a aquellos futbolistas con una llamativa indumentaria, camiseta verde y pantalón rojo, cuya principal característica era el desenfado con el que ejercían su profesión.
En Italia 90, un delantero centro de treinta y ocho años le marcó dos goles a la Rumania de Hagi y Lacatus para llevar a los leones indomables, ahora sí, a las fases eliminatorias del campeonato. Pero eso no le pareció suficiente, porque Roger Milla estaba empeñado en hacer historia y protagonizó su particular “robo del siglo” para arrebatarle el balón a René Higuita en una de sus múltiples extravagancias. El atacante camerunés anotó otras dos dianas para convertir a su país en la primera selección africana que ganaba un partido de octavos de final en una Copa del Mundo.

En cuartos, esa frontera tan infranqueable para España, esperaban los inventores del fútbol, la poderosa selección inglesa. El partido comenzó mal para los africanos, con un gol de David Platt a los veinticinco minutos de juego. Sin embargo, los leones sacaron sus garras y remontaron el resultado con goles de Kunde y Ekeke. Todo pintaba de color de rosa para Camerún, que vislumbraba ya la puerta gloriosa de las semifinales.
Pero jamás se puede dar nada por hecho, sobre todo si está por los alrededores todo un sicario del gol como Gary Lineker. El inglés sacó su rifle para aniquilar, con dos disparos desde el punto de penalti, a la selección camerunesa. Muchos simpatizantes del conjunto africano intentamos mandar energía a Thomas Nkono para que detuviese el lanzamiento que supuso el empate a dos. Sin embargo, el esfuerzo fue estéril y la sonrisa se nos borró del rostro al ver como el balón besaba las redes del estadio San Paolo de Nápoles.
A falta de ocho minutos, la visión de la gloria se tornó en cruel espejismo. Las camisetas verdes no pudieron acudir a una cita donde ya les esperaba la que luego sería campeona, nada más y nada menos que Alemania.
Aquel 1 de julio de 1990 fue un día más en la agenda de Lineker, solo cumplió con su trabajo. Pero lo que realmente hizo fue acabar con el sueño de muchos simpatizantes, de un país y de todo un continente.