El fin de semana ha sido uno de esos que permanecerá en el recuerdo de servidor que escribe. Comenzó el sábado con la despedida del mejor futbolista español de la historia. Porque Xavi Hernández es eso. Y no solo por una cuestión de palmarés sino porque representa un movimiento en la historia del fútbol como lo fuera El Greco con el renacimiento español.
Xavi puso la pausa y desde la época de Rijkaard el Barsa bailó al son que marcaba su batuta. Xavi será recordado por cambiar la manera en la que el buen fútbol fue el camino imprescindible para conseguir la gloria. Por ser el eje que convirtió el fútbol en arte. Gracias Xavi.
Finalmente, el domingo jugó mi segundo equipo, el Betis. Y digo mi porque eso es lo que tiene el equipo de la Palmera, que uno lo siente como suyo a poco que pise el Benito Villamarín. He tenido la suerte en mi vida de pasar 6 años en la ciudad más bonita de España, Sevilla y tener por compañero de piso a un bético gracias al cual pude vivir en primera persona, yendo a muchos partidos, lo que es ser de este equipo.

El Betis vuelve al lugar que nunca debió dejar, y lo hace de la mano del entrenador que nunca debió irse. Pepe Mel, pese a haber sido tratado injustamente, dejó atrás cualquier rencor y acudió al auxilio del equipo de su vida cuando por enero las opciones de ascenso eran mínimas.. Los béticos nos sentimos a día de hoy contentos por un ascenso importantísimo y por haberlo hecho de la mano del bueno de Mel.
Y es que, apostar por los entrenadores que unen afición y equipo es clave para el éxito.