Tras la victoria del R.Madrid el pasado sábado en Sevilla, gracias en gran medida a lección magistral dada por el “catedrático” Emery y sus 9 minutos con 10 jugadores, parece evidente que el F.C.Barcelona tendrá que ganar cada uno de los tres partidos que le restan para poder alzarse con el título liguero.
El Madrid tiene esa cosa que lo hace grande, ese no rendirse hasta el último suspiro y no dejarse llevar aunque las condiciones sean propicias para ello. Esto no hace sino agrandar un campeonato en el que sí, como recordó ayer un ínclito entrenador portugués, a veces se dan resultados abultados, pero también, y esto lo obvió, donde hay una lucha por el primer puesto entre dos conjuntos que ninguna otra Liga puede reunir.

Volviendo a lo que resta para dilucidar al campeón, me llama la atención cómo ya se habla de que el Atlético de Madrid no pondrá oposición frente al Barcelona (siempre y cuando los colchoneros lleguen con la tercera plaza asegurada) en la penúltima jornada de Liga.
No nos engañemos, esta circunstancia es bastante probable al igual que lo sería que el Espanyol hiciera lo propio con el Madrid si este lo necesitara. La cuestión no es si se piensa en que el Atlético sacará la alfombra roja frente a los culés. La cuestión es que poca gente habla de que el actual Barsa pueda ganar, quiera o no el Atlético.
No voy a esconder a estas alturas de la temporada, y ahí están mis artículos, que Luis Enrique no es santo de mi devoción. Sin embargo, sería de necios reconocer su mérito en que el equipo llegue a la hora de la verdad como el más en forma de todo el continente. Con 21 partidos sin encajar gol, y con una tripleta que, al menos servidor, no recordaba haber visto otra igual antes.
El Barsa ganará esta Liga y lo hará sin calculadora y sin salvoconductos de enemigos merengues. Lo hará simplemente, porque es el mejor.