Por octava vez, y probablemente última en su carrera deportiva, Lionel Messi se llevó el Balón de Oro. Son muchos los que critican este hecho esgrimiendo el argumento de que no se puede valorar una temporada por lo que se hace en siete partidos que es lo que dura un Mundial. Hay incluso, insignes ex-futbolistas, que van más allá y tildan al premio como de auténtica farsa.
En mi modesta opinión tratar al Mundial como una especie de torneo de verano donde la corta duración reduce su importancia es no terminar de entender lo que implica tal cita. Estamos hablando del acontecimiento futbolístico por antonomasia, ése al que llegan los mejores futbolistas y compiten siendo conscientes de que quizás para muchos de ellos será la única oportunidad de disfrutar tal evento. En resumidas cuentas, el desafío tanto por el torneo en si como por el foco mediático que genera no tiene parangón.
Si a eso sumamos que Messi lideró en solitario, y a sus 35 años, a una selección que no entraría ni entre las cinco mejores de la historia de Argentina podemos hacernos una idea del hito logrado por el astro argentino. Sus intervenciones estelares en la Copa del Mundo fueron reiteradas llegando a marcar o asistir en todas las rondas del torneo y finalizándolo con siete goles y tres asistencias.
Por ello considero que en año de Mundial, éste debe tener mayor peso a la hora de valorar méritos y si encima se trata de un jugador destacado hasta el punto de levantar el cetro prácticamente él sólo, lo justo es que sea reconocido como el mejor futbolista del planeta.
Para mí es totalmente merecido el galardón, no obstante y siguiendo mi anterior razonamiento sí que sería discutible alguno de los otros siete balones que se llevó el argentino, especialmente el del año 2010, cuando los dos faros del mejor Barsa de la historia se alzaron con la Copa del Mundo en Sudáfrica. Aquello fue una injusticia como lo ha sido la incomprensible elección de alguno de los ganadores en las otras 65 ediciones, véase los casos de Michael Owen o Matthias Sammer.
No obstante, no debemos olvidar que cualquier premio desde los Oscars hasta el Nobel tiene una gran parte de subjetividad por parte de los miembros del jurado dando lugar muchas veces a decisiones cuestionables. Sin embargo este hecho no debe servir como alegato para su desprestigio algo que lamentablemente se utiliza continuamente en este mundo eternamente polarizado.
Coincido en que la valoración del Mundial de cara al Balón de Oro debería tener un peso importante en la consecución del trofeo al mejor jugador,y el de este año considerarse como justo,pero aparte de otros anteriores menos justos,habría de ampliarse la consideración y valoración para los jugadores a la temporada completa,porque no siempre jugadores candidatos llegan a poder jugar el Mundial porque por circunstancias diversas su Selección queda fuera del mismo o no progresa hasta llegar a la final.
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