Espera aquí, le dijo su padre mientras le miraba a los ojos. El joven, con su camiseta del Madrid con más de un remiendo producto de las luchas en el terreno de juego, tomó asiento mientras observaba a su progenitor desaparecer. Al cabo de unos minutos había vuelto asiendo una pequeña caja en sus manos. Unas manos que reflejaban interminables horas de trabajo. Eran manos de orgullo, manos que dieron sustento durante años a Abu y a su hermana Johari. Tómala, es tuya. Sólo te pido una cosa, nunca olvides de dónde vienes.
Cogió la caja y la abrió. Su ojos se abrieron como el futuro lo hacía. De par en par. Nunca había visto tanto dinero junto. Dinero ahorrado por su padre en una dura vida para poder darle a sus hijos otra.
Aquí tienes el dinero. ¿Cuándo partiremos? Mañana al amanecer le espetó aquel hombre de unos 45 años, de complexión fuerte que se hacía llamar Omar y cuya profesión aseguraba era la de ojeador de fútbol. Hacía unas semanas que el hombre se había acercado a Abu para ofrecerle la posibilidad de viajar a España y probar en las categorías inferiores del Real Madrid. Pese a sus contactos, o quizás por ellos, el viaje tenía un precio.
Abu descubrió que en su viaje no iba a estar solo. Otros tres jóvenes se presentaron aquella mañana en el concurrido puerto de Duala. Todos cargados de ilusión y con menos dinero del que tenían apenas unas horas antes y es que el pasaje a sus sueños había costado ya una fortuna y por adelantado.
Así llegaron a la ciudad de El Yadida en Marruecos donde Omar les dijo que descansarían hasta que llegara la noche para luego ir hacia España. Aquello a Abu le pareció un poco extraño. ¿Por qué no ir directamente? ¿Por qué de noche? Pese al cansancio, sus preguntas se disiparon al instante mientras pensaba en lo que le esperaba a tan solo unas horas. La fortuna había querido que él, precisamente él, fuera a probar en el equipo de sus sueños.
Algeciras. Decenas de personas hacen cola en la estación marítima dispuestas a enseñar una documentación que les permita poner pie en una nueva vida. Abu repite mil veces en su mente cada una de las palabras que Omar les enseñó durante el trayecto. Vengo a estudiar. Llega su turno. Presenta una documentación también facilitada por Omar. El agente revisa los papeles con la agudeza del que lleva años de experiencia a sus espaldas. Mira la cara del niño y pronuncia el ansiado “Siguiente”.