Domingo. Levantas a tu hijo a las 8 de la mañana para llevarle a jugar el partido correspondiente de la Liga de benjamines en la que participa su equipo. Hoy juegan contra los líderes, que además, son los locales. Nosotros somos los antepenúltimos. La expectativa es mínima. Los chavales saben que les van a golear.
Llega la hora de empezar el partido. Los nuestros son uno menos, y uno de los dos porteros tiene que ponerse de jugador de campo. 8 contra 7. Contra los líderes. Contra los mejores. Son todos jugadores de 2º año. Tienen un físico envidiable, casi para sospechar que no tengan 10 años…
Empieza el partido y empiezan a caer los goles: uno, dos, tres… Casi perdemos la cuenta. Los chavales -los otros, claro- juegan que da gusto verlos, las cosas como son. Combinan. Leen el partido. Y aprovechan al máximo su superioridad numérica, de juego y física. Van al choque. Son invencibles. Al inicio de la segunda parte, cuando el marcador refleja un 11-0, el árbitro pita un penalti en nuestra contra. Para sorpresa de todo el mundo, el portero del otro equipo sube a tirar el penalti. Lo marca. Lo celebra por todo lo alto.
Cuando acaba el (mal llamado) partido, con el marcador de 15-0, los padres perdedores (pero ganadores, también), hemos echado en cara al entrenador del otro equipo, Mario Moreno Galán -según la web de la Federación Castellano Manchega de Fútbol – el feísimo detalle que han tenido con el dichoso penalti.
Su argumentario para justificar lo injustificable le define bastante bien: «no es el primer portero en la historia que tira un penalti, ha tirado el penalti porque yo he querido», -también usó la versión “en mi equipo tira los penaltis quien me sale de los cojones”- “nosotros venimos aquí a competir» -ojo, no a “jugar”- o » lo triste es que mi equipo no tenga con quien competir en esta Liga» (se refiere a que son líderes con 9 puntos de ventaja sobre el segundo, con 108 goles a favor y 7 en contra).

Seguramente, esos valores de falta de deportividad y de respeto por el rival serán los que ese entrenador quiera hacer llegar a sus jugadores, y eso lo hace muy bien. Jugar al fútbol, también juegan muy bien, y ese mérito no quiero discutírselo. Pero habría que preguntarles a los padres si todo eso les parece bien. No quiero especular con las posibles respuestas…
Puedo entender, EN ABSOLUTO COMPARTIR, esta exigencia si estás entrenando en la cantera del Real Madrid, del Barcelona, del Atleti, del Valencia, del Athletic, del Sevilla… Pero cuando entrenas a un equipo de pueblo, dicho con todo el cariño del mundo… Cuando entrenas a chavales que están dando sus primeros pasos formativos en el mundo del fútbol… Cuando entrenas el desprecio y la prepotencia… Si con 9 ó 10 años, vale TODO PARA GANAR, ¿que podemos esperar cuando lleguen, si llegan, querido Mario, a jugar en Primera División?
VALORES. VALORES. VALORES.
Hoy más que nunca, hemos abrazado a nuestros chicos. Y les hemos felicitado. Han dado una lección de pundonor y deportividad. Ellos tienen SÓLO 9 años. Son el futuro de este país. Los otros chavales, también… Y es ahora cuando empezamos a sembrar lo que recogeremos luego, dentro de diez, quince, veinte, treinta años… Y siembro yo. Y siembras tu. Y siembra el entrenador del equipo de mi hijo. Y siembra el profesor. Y siembra también, desgraciadamente, el entrenador de ese equipo.
Luego, no nos echemos las manos a la cabeza y es que quien siembra vientos…recoges tempestades.
P.D.: He hecho un esfuerzo ímprobo por no decir la localidad que alberga a este “equipo”. Creo que he hecho lo correcto.