Estamos en guerra. Muchos dirán que la batalla se está librando a miles de kilómetros como para que nos afecte. Pero somos seres humanos y es inevitable no sentir asco ante quien enarbola una bandera, literal o figurada, la que sea, para invadir un país y acabar con sus gentes. Por eso, es ineludible preguntarte, ahora que el conflicto supera la semana, qué importa el fútbol cuando hay personas matándose en pleno siglo XXI. Aun así, el fútbol, como el deporte en general, es una realidad social y, como tal, ha quedado marcado por la guerra.
En ese plano las consecuencias se basan sobre todo en dos aspectos. Por un lado, la expulsión de los equipos rusos en competiciones UEFA y FIFA. Es así como el Spartak de Moscú ha abandonado la Europa League o la selección queda descartada para la repesca de Catar. Por otro, el traslado de citas deportivas previstas en Rusia, donde destaca el cambio de sede de la final de la Champions League. Pero, ¿qué va a pasar con el fútbol ucraniano? De momento, la Premier League ucraniana queda suspendida y no se retomará tras el parón invernal.
Sin embargo, y tras la denuncia pertinente de la situación actual, este artículo no busca ahondar en la miseria de la guerra. Sirvan estas líneas como homenaje al fútbol ucraniano y, por ende, a todo su pueblo.
Tres balones de oro
A nivel de futbolistas, el territorio ucraniano cuenta con una historia destacada, dividida en dos claros bloques, como en todos los niveles. En primer lugar, en la época soviética son dos jugadores los que destacaron sobre el resto. Principalmente el extremo zurdo Oleg Blokhin, el futbolista que más partidos jugó y goles metió para la selección roja. Ganó el Balón de Oro con 23 años y no llegó al nivel de Cruyff o Platini porque no le dejaron salir a un club extranjero hasta el ocaso de su carrera. El segundo, menos mediático, fue el rápido delantero Igor Belanov. Integrante de un gran Dinamo de Kiev, ganó en 1986 el galardón más discutido.

Ya en época independiente hay un nombre que destaca sobre el resto: Andriy Mykolayovych Shevchenko. El exgoleador no sólo es una leyenda en su país, sino en el fútbol mundial. Sheva llevó a su joven selección a los cuartos de final de Alemania 2006 y su trayectoria en el A.C. Milan y el Chelsea es digna de elogio. Ya en la actualidad podemos destacar a tres futbolistas aunque con mucho menor impacto que el logrado por el siete. Hablamos de Zinchenko, el comodín perfecto para Guardiola en el City, Yaremchuk, un delantero tanque en Da Luz y, sobre todo, Yarmolenko, el jugador ucraniano más talentoso de la última década.
Dos grandes equipos
En la historia del fútbol ucraniano hay un club que ha destacado tradicionalmente sobre el resto: el Dinamo de Kiev. Tanto es así, que el conjunto capitalino ostenta un récord inalcanzable, ser el equipo más laureado de la Unión Soviética con trece ligas, a las que sumó nueve copas. Puede resultar curioso que dicho honor no recaiga en equipos moscovitas, pero el dominio desde los 60 hasta la caída del telón de acero fue incontestable. En aquella época conquistó dos de las extintas Recopas y una Supercopa de Europa. En la actualidad su gran hito fueron las semis de Champions con Sheva y compañía.
El otro gran club de Ucrania ha cimentado sus logros en una época mucho más cercana en el tiempo y no cuenta con un pasado tan brillante en la era soviética. Hablamos del Shakhtar Donetsk, la institución más afectada por el conflicto. De hecho, desde 2014 juega como local fuera de su región, el Donbass, la más castigada por la guerra. Su auge, destacando la Copa de la UEFA conquistada en la 2008-09 con un equipo plagado de estrellas brasileñas (Fernandinho, Willian, Luiz Adriano…), se puede traducir en un nombre, el del mítico Mircea Lucescu. Desde entonces se ha consolidado como el mejor equipo ucraniano del siglo XXI.
La gran cantera ucraniana
Por último, a nivel de selecciones también debemos distinguir las dos etapas históricas. Por un lado, en época de la URSS, Ucrania se convirtió en el mayor vergel de futbolistas para el ejército rojo. El enorme potencial del Dinamo de Kiev por aquel entonces, proveía al combinado soviético de un buen numero de futbolistas. Sobre todo en los 80, bajo el mando del kievita Lobanovskiy, cuando se perdió la Eurocopa de 1988 ante Holanda con mayoría de jugadores ucranianos en las filas soviéticas. Ese mismo año, otro compatriota, Dobrovolski, lideraba a los ganadores del oro olímpico en Seúl.

Con la llegada de la independencia, la nueva selección ucraniana tuvo que adaptarse al nuevo contexto. Hasta que en 2006, una gran generación formada por Shevchenko, Rebrov o Timoshchuk, entre otros, consiguiera clasificar a Ucrania para los cuartos de final de todo un mundial, el único que han podido disputar. El ocaso de Sheva y compañía hizo que no pudiesen realizar un buen papel como anfitrión en la Euro de 2012. Sin embargo, hace dos años, llegando a cuartos en la pasada Eurocopa, demostraron que la savia nueva zbirna aún tiene mucho que decir.
He aquí el homenaje, a través de su fútbol, a todo el pueblo ucraniano. Estas líneas no podrán silenciar las bombas pero sí sirven para manifestar el más profundo apoyo al país doliente. NO A LA GUERRA. SÍ AL FÚTBOL UCRANIANO.
Es un momento en que cualquier apoyo a Ucrania y más si se resaltan sus logros,en este caso futbolísticos,tiene un valor simbólico para esta nación que está sufriendo los horrores de una guerra ni buscada ni merecida,y cuyas repercusiones alcanzan a toda la humanidad.
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