Hoy, mi habitual artículo de los lunes sobre algún jugador destacado de la última jornada, coincide con el Primero de mayo, fecha mundialmente consagrada a la conmemoración del Día Internacional de los Trabajadores. Qué mejor, para un día tan marcado, que seleccionar a un futbolista que destaque por su capacidad de entrega, por su trabajo en equipo, por luchar incansablemente, por darlo todo, incluso arriesgando su salud en el envite. Pero también un futbolista capaz de dedicar parte de su insultante despliegue físico a asomar por el área anotando goles y capaz de dejar destellos de alta calidad en muchos momentos. Se trata de Saúl Ñíguez, el gladiador artista.
Este ilicitano de solo 22 años, proviene de una familia con amplia tradición futbolística. Su padre José Antonio, conocido futbolísticamente como Boria, formó parte durante los años 80 de la delantera de clubes modestos como el Elche, el Sabadell o el Figueres. Su hermano mayor, Jony, apura en el Alcoyano una carrera de lo más movida, tras haber pasado por las canteras de Valencia, Real Madrid y Villarreal, haber desfilado entre Segunda y Segunda B por Ontinyent, Las Palmas, Mirandés, Guadalajara y Alcorcón, habiendo jugado también en la Primera categoría portuguesa en el Rio Ave (disputando Europa League), en la segunda de aquel país con el Feirense y, finalmente, en Eslovenia con el Koper.
El hermano mediano, Aarón, es quien más se acerca a Saúl en cuanto a éxitos en su carrera. También arrancó en la cantera del Valencia, siendo considerado allí como un jugador al que tener en cuenta, vivió un rosario de cesiones de lo más pintoresco (Xerez, Iraklis en Grecia, Rangers en Escocia, Celta de Vigo y Recreativo de Huelva). Con 22 años abandonó la disciplina de la cantera valencianista para recalar en Almería. Tras un par de años allí, vivió la Primera División con el equipo de su tierra, el Elche. También probó suerte en Portugal, con el Sporting de Braga, y esta temporada está brillando con un Tenerife que no renuncia a luchar por el ascenso. En su palmarés, una Liga y una Copa, recuerdo de su estancia en el Rangers escocés, un Campeonato de Europa Sub 19 y un título de los Juegos del Mediterráneo con la Sub 20, ya que pasó por todas las categorías inferiores de La Roja.
La carrera de Saúl tiene menos vaivenes que las de sus hermanos mayores. Aunque empezó en la cantera del Real Madrid en categoría cadete, el paso a juveniles, con 13 años, ya lo dio en la cantera del Atlético de Madrid. Dejó Valdebebas porque nunca se sintió cómodo allí. Según contó varios años después, allí fue prácticamente víctima de acoso por parte de compañeros que le robaban o culpaban de cosas que no había hecho para que fuera castigado, así que, aunque no supuso un trauma para él, un chico de esa edad que había abandonado su lugar de nacimiento para disfrutar del fútbol no podía hacerlo en esas condiciones.
Tal vez por eso a Saúl se le nota en su juego que está agradecido y entregado a unos colores. Una vez que recaló en el cuadro rojiblanco solo lo abandonó en la campaña 13/14 para salir cedido hacia el Rayo Vallecano. A pesar de haber debutado hacía dos temporadas con el primer equipo colchonero, sus partidos en la élite aun se contaban con los dedos de una mano, por lo que esa cesión le sirvió para desbravarse en la Primera División española.
Allí en Vallecas, Paco Jémez contó con él en muchos partidos como defensa central luciendo buen desempeño, lejos de las posiciones de mediocentro o interior que en él son más habituales. En uno u otro puesto, Saúl fue pieza principal para que aquella temporada el Rayo se salvara holgadamente, y su técnico se deshizo en elogios hacia un jugador que aun no contaba los 20 años, pero al que ya preveía futuro en la selección española.

Tras esa cesión llegó a orillas del Manzanares con ganas de triunfar, aunque en su primer año su presencia fue irregular en las alineaciones de Simeone, sí asomaba como uno de los sustitutos habituales. Su versatilidad, que le ayudaba a poder ocupar cualquier posición del centro del campo, le convertía en un buen recambio. Aunque ya despuntaba su capacidad para el trabajo, algunos despistes, desconcentraciones o situaciones en las que la tensión parecía superarle, no le hacían aun merecedor de más espacio en el equipo.
Para el recuerdo de aquella primera campaña como rojiblanco, su gol de chilena en el 4-0 al Real Madrid del día de la famosa fiesta de cumpleaños de Cristiano Ronaldo. Pero también su terrible golpe en un riñón en eliminatoria de Champions frente al Bayer Leverkusen que pudo haberle costado la carrera… o algo más. Recientemente impactó a los aficionados al declarar el calvario que supuso aquella lesión cuyas secuelas ha arrastrado durante dos años.
Pero una desafortunada lesión de un compañero, la rotura de ligamentos de Tiago en la temporada pasada, supuso su salto definitivo en el estatus dentro de la plantilla. Corría la jornada 13 y esa vacante le abría la puerta de la titularidad. Dejando a un lado esa cierta debilidad mental que alguna vez le ha atenazado, se aferró al puesto y cuajó una temporada de ensueño que le dejó en las mismas puertas de la convocatoria para la Eurocopa con España e incluso con una nominación para el premio Puskas por su golazo en semifinales de Champions contra el Bayern.
Este curso, con un rol ya titular, tal vez no ha brillado tanto como el pasado, pero ha dejado grandes actuaciones y, de nuevo, golazos decisivos, sobre todo en Champions, donde parece crecerse. Esta última jornada en Las Palmas, sometió a todo el centro del campo rival, recuperando donde y cuando quiso, distribuyendo el balón con criterio y dominando el ritmo de juego como quien juega contra niños. Su superioridad, ese despliegue casi sobrado de físico y técnica que Saúl muestra cuando está en su punto óptimo, le llevó a dar la asistencia del primer gol con un preciso centro desde la izquierda tras bella progresión individual y a rematar de cabeza al fondo de las mallas el segunda tanto tras ganarle la tostada a su defensor.
En puertas del encuentro más importante de la temporada, la semifinal ante el Real Madrid, Saúl luce en el punto álgido de su año. Capaz de hacer más kilómetros que nadie, de ayudar en las coberturas por todo el campo, de aguantar el balón ante quien se le cruce, de llegar al área con solvencia, con buen disparo lejano y capacidad de desborde, el ilicitano está dispuesto a seguir siendo importante y a seguir llamando a las puertas de la selección tras su debut con Lopetegui ante Bélgica.
Habrá que creer a sus entrenadores, Paco Jémez y Simeone, que coinciden en afirmar que el futuro es suyo y que Saúl tiene condiciones para llegar casi hasta donde quiera en el mundo del fútbol. Es una mezcla de experiencia y juventud a sus 22 años que aun tiene tiempo y materias que seguir aprendiendo. De momento, ya es un centrocampista de los más completos, un gladiador artista.
