Recuerdo una conversación reveladora que tuve con un amigo de Iraq que era físico. Cuando nos contó sobre su educación, ésta estaba normalmente marcada por guerras y conflictos civiles. Es la manera en la que discurría su vida. Su mente ilustraba una línea del tiempo compuesta principalmente por esta guerra, aquella bomba o aquel conflicto.
Un persona de una inteligencia única, parecía simplemente no poder asimilar un trauma en cualquier estado o forma. Sus respuestas a los problemas de la vida estaban guiadas por observaciones sarcásticas y respuestas cínicas. Cuando le pregunté por qué, me contó sus recuerdos sobre su época de prácticas en un hospital local, donde las muertes derivadas de la guerra eran tan frecuentes que uno no podía ayudar sino acabar desarrollando una mirada nihilista.
¿El sentido de todo esto? Los iraquíes no son ajenos a la muerte, no son ajenos a los infinitos momentos anticipando el sonido de aquello que hace boom en la noche, no son ajenos a la sensación de inminente fatalidad. Esta vez, sin embargo, algo parece diferente. La semana pasada, la ciudad de Balad fue golpeada por un ataque terrorista. A primera vista, este ataque parecía un nuevo y aleatorio acto de monstruosidad sin sentido, en una narrativa perturbadoramente familiar que hace cuestionar a la humanidad.
Viviendo fuera de Iraq, uno llega a familiarizarse con estos incidentes. Sin embargo, este ataque en particular pareció algo más calculado. El ataque se produjo en una cafetería frecuentada por aficionados del Real Madrid. Se llevó la vida de 16 vidas, todos aficionados del club. Balad es una ciudad situada a unos 80km de la ciudad de Bagdad la cual tiene especial importancia teológica para la comunidad chiíta de Irak, y ha sido una de las muchas ciudades iraquíes capturadas en la lucha por el poder regional entre las fuerzas iraquíes y el régimen terrorista ISIS.
Segundo BBC News, cuando ISIS clamó la responsabilidad del ataque, no hubo mención del club, ya que su principal motivación parecía la erradicación de la milicia chiíta contribuyendo más a la división sectaria que ha desgarrado Irak y alimentado el poder de ISIS. Sin embargo, y tal vez corro el riesgo de sobre-idealizar la muerte, creo que este atentado puede haber sido más que eso.
El fútbol es un concepto extraño. Es una industria que maneja una cantidad inmensa de billones y ofrece un impacto considerable en la economía de la región y en las instituciones. Sin embargo, ha logrado mantenerse a pie de calle, cerca del corazón del hombre mundano.
¿Por qué atacaría el terrorismo al fútbol? Nunca fui un aficionado al fútbol, siendo un niño que siempre marcaba casi por equivocación en su equipo del colegio. Siempre he creído que el deporte es una improductiva y redundante pérdida de tiempo, de energía y de potencial creativo.
La defensa del fanático siempre me ha desconcertado. Tengo que decir que desde el atentado he cambiado de opinión cuando tomé una mirada más profunda sobre el juego. Hay un núcleo profundo en el fútbol, que brilla cuando se quitan todas las capas que se han expuesto a la cultura popular de hoy día.
Lejos de la vulgarización comercial del juego, lejos de la adoración de la inactividad de los jugadores, lejos de la corrupción institucional y de las burocracias gubernamentales / diplomáticas, lejos de los cálculos y estrategias del juego, lejos de los escándalos, lejos de los prejuicios de los aficionados, una vez despojado de todo eso, el fútbol en su forma más pura, es simplemente…un idioma.
Es un idioma que hablamos todos. Que actúa con éxito como común denominador de la humanidad, a pesar de la creencia, color, fe o situación económica de cada uno de nosotros.
Como idioma visual, el fútbol funciona bajo el mismo principio que los sketches de Charlie Chaplin o los dibujos de Tom & Jerry, solo que sin tener un guión. Quizás sea más parecida a la parte de la vida salvaje en la que un león va persiguiendo a una gacela; se trata de una serie de movimientos que canalizan las emociones humanas de forma directa sin importar de quien se trate. Los lanzamientos, la velocidad, la suerte, los pases, los goles, la euforia. Ningún ser humano puede aislarse con éxito de estos elementos.
Esto asusta al ISIS. Les asusta tanto porque significa que existe algo que une a la humanidad. Esto significa que como musulmán, desarrollarás la habilidad de sentir pena por alguien que reza de manera diferente a ti, alguien que habla de manera diferente, alguien que actúa de manera diferente, y esto, esto es veneno para el ISIS.
El fútbol ha conseguido encontrar la manera de que trascienda a todas las ideologías. El fútbol es música, te llega de manera directa. ISIS continuará luchando contra esto, ellos saben que a través de nuestra habilidad de animar ante el mismo gol, cantar el mismo himno y quejarnos del mismo árbitro, siempre perderá.
Escrito por Edmond Rashi
Magnifico articulo por lo que cuenta y por como lo cuenta!
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