Me había propuesto esta semana escribir sobre las inminentes elecciones a la Real Federación Española de Fútbol, y cumpliré mi palabra dada a mí mismo, pero después de la semana europea que hemos tenido, no podré dejar caer algunas impresiones -más de lo mismo, sospecho- sobre temas recurrentes en mi vetusta cabeza. Pero empecemos por el principio.
Cuando España daba sus primeros pasos democráticos, el presidente de la RFEF era Pablo Porta, conocido en algunos ámbitos como Pablo, Pablito, Pablete. José María García, con razón o sin ella, porque yo ya de esa época recuerdo bien poco, le puso en su punto de mira, y hasta que no consiguió su cabeza no cesó la campaña de acoso y derribo del directivo catalán. Después de todo, Porta fue presidente de la Federación Española nueve años entre 1975 y 1984.
A este le sucedió el aragonés José Luis Roca. O una vez más, en el Evangelio según San García, Pedrusquito Roca. Al igual que le pasó a Porta, el mítico periodista le hizo la vida imposible, y apenas duró cuatro años en el cargo. No digo que fueran santos. Tampoco sé su grado de corrupción. Ya digo que no puedo recordar los achaques que les atribuían, pero en el adjetivo calificativo llevaban la penitencia: chupopteros, mangoneros, correveidiles, mustélidos, abrazafarolas, estómagos agradecidos o cantamañanas eran algunas de las perlas que el periodista les dedicaba. El caso es que entre ambos suman 13 años de presidencia en la RFEF. Para los que escuchábamos la radio en esa época, se me hacen pocos, porque parecía como si llevaran ambos, Porta y Roca, toda la vida allí. Como el dinosaurio de Monterroso.

Llegó el año 1988 y con el beneplácito de García y de muchos otros, Angel María Villar se hizo con el poder del fútbol español. Y ahora podemos decir, literalmente, que así fue. Era un tipo joven, 38 años en ese momento, bien preparado… Pintaba bien la cosa. Pero el melón se fue agriando. No sé que tendrá este deporte que tanto nos demencia. Lo mismo que García hizo con Porta y Roca, sactamente lo mismo, que diría el gran Forges, hizo De la Morena con él.
Recuerdo todavía el Mundial de Estados Unidos, en 1994, con Javier Clemente de seleccionador, y un ambiente peor que enrarecido alrededor del equipo nacional. Broncas enormes, insultos, campañas de desprestigio amenazas de agresión… Un espectáculo vergonzoso. El caso es que, liderados por José Ramón de la Morena, se fueron denunciando las trampas, las mafias, las maneras de manejarse Villar en el fútbol español y mundial. Y así fueron pasando los años. La época dorada de la selección, que dio comienzo con la Eurocopa ganada en 2008 anestesió un poco esas sensaciones y denuncias, pero ahí seguía el asunto, latente, doloroso, implacable.
Después de 29 años de presidente, que se dice pronto, el verano de 2017 supuso el fin de la carrera directiva de Villar. Le pillaron con el carrito del helado y aunque anda suelto por ahí -diferente es que hubiera hecho algo serio, como matar a alguien en defensa propia, se me ocurre ahora-, yo creo que su figura ya puede ser conjugada en pasado. Corruptelas de todo tipo, subvenciones que no se justificaban, procesos electorales más que dudosos, Villar se dedicó a crear una red de clientelismo que le permitió sobrevivir en la jungla tanto tiempo. Y lo consiguió, vaya si lo consiguió…
Como dijo Lord Acton, el poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente. Y absolutista fue el reinado de Villar en España y las consecuencias ahí están. Algo tiene la poltrona, otro sustantivo butanero, que quien la cata ya no quiere otra cosa. No entiendo cómo se puede permitir, en un mundo moderno como el nuestro, que alguien pueda ser presidente de algo 30 años. Ocho ya estaría bien. Doce, si me apuras, que se me hacen un mundo. ¿Pero treinta años?
Aunque todo aquello de lo que le acusaran desde el principio fuera falso, cosa que dudo, tanto tiempo subido en el trono de hierro te corrompe quieras o no. Ahí está el resultado. Y si no nos vale Villar, podemos buscar cualquier ejemplo y cualquier lugar del mundo. Gente que llega a un cargo con las mejores intenciones, y cuando se quieren dar cuenta, llevan veinte o veinticinco año, y manejan aquello como si fuera su propia casa. Como excepción, sólo se me ocurre la de Iñaki Azkuna, alcalde de Bilbao entre 1999 y 2014 -ojalá tuviéramos alguien con esa visión en Toledo, cachis…- que dio la vuelta al Botxo como si fuera un calcetín y en mi ultima visita a Bilbao no oí a nadie hablar mal de él. Pero son excepciones. Los sistemas democráticos, en todos los órdenes de la vida, deberían evitar estancias en el poder tan prolongadas. Porque luego pasa lo que pasa.

El caso es que el próximo 17 de mayo habrá nuevas elecciones a la Real Federación Español de Fútbol, y debería ponerse fin al periodo de interinidad de Juan Luis Larrea, presidente en funciones desde este verano pasado y uno de los dos candidatos. ¿Y qué pasa con Larrea? Pues hombre, que desde 1988 -es decir, desde el mismo año que Villar ganó la presidencia- ha sido el tesorero de la RFEF. Y que digo yo, desde mi ignorancia, que si todos los tejemanejes que se le atribuyen a Villar, muchos de ellos de carácter financiero, son ciertos, me cuesta creer que Larrea no estuviera al tanto de lo que pasaba o dejaba de pasar en el cortijo de Las Rozas. Acción u omisión. Dicho con otras palabras, que si Larrea gana, y es una posibilidad real, seguiremos con más de lo mismo. Sactamente.
Pero hay otro candidato (ya que el Miguel Galán duró poco). Se llama Luis Rubiales. Su pasado es glorioso. Como jugador, poco que destacar: Guadix, Mallorca B, Lleida, Xérez, Levante -único club con el que jugó en Primera División-, Alicante y una modesta experiencia en el fútbol escocés, en las filas del Hamilton. Al poco tiempo de su retirada deportiva consiguió ganar las elecciones de la AFE, el sindicato de los futbolistas, y ahí estamos padeciéndole desde entonces.
Rubiales es un hombre de un retórica torpe, y con una gestión por delante que asusta como posible presidente de la Federación. Me recuerda un poco al personaje de Horst Buchholz en la genial «1,2,3» de Billy Wilder. Apenas aterrizado ya utilizó una de sus palabras favoritas, «huelga», lo que en sí ni es malo ni bueno, siempre y cuando tengas buenas razones para proponerla. Sus amenazas han sido excelsas, y desde luego, la que más me impresionó fue el último paro propuesto en el verano de 2015 porque la Liga iba a empezar el 16 de agosto -y en esas fechas, hace mucho calor en España, ya se sabe-. Consiguió retrasar el comienzo de la competición una semana, hasta el 21 de agosto -todo el mundo sabe que a partir del 21 de agosto ya no hace tanto calor en España- y como era una temporada de Eurocopa, y el calendario aprieta, ahoga y manda, esa Liga no hubo parón navideño y en España disfrutamos de fútbol durante todo el periodo vacacional, algo que no sucedía desde hacía muuuuchos años. La realidad es que tenemos una Liga de 20 equipos, Copa del Rey a doble partido, competiciones europeas, y Selección Nacional, tienes que meter 70 partidos entre mediados de agosto y mayo. Y eso es lo que hay. Pero Rubiales y su chiquillada dieron la plasta ese año, para luego olvidarse de los calores veraniegos. Ese es el calado intelectual de sus profundas reflexiones.
El caso es que el próximo 17 de mayo, las personas habilitadas a tal efecto tendrán que elegir entre Luis Rubiales y Juan Luis Larrea como futuro presidente de la RFEF. Dicho con otras palabras, susto o muerte.
P.D. 1: Lleva(ba) el Barcelona una temporada impecable. Invicto en la Liga, finalista de la Copa, pero ha caído en cuartos de final de Champions, de manera dolorosa, ante la Roma, después de haber dejado la eliminatoria casi sentenciada en la ida (4-1). El futbol en asín, ya sabéis. Pero ha bastado ese partido de Roma para que le hayan caído palos a Valverde como si no hubiera un mañana. Que si no rota, que si no sabe, que si es muy conservador, que se vaya… Esa es la profundidad del análisis… De donde no hay no se puede sacar.
P.D. 2: 24 horas después de la funesta eliminación del Barcelona, el Real Madrid, que también se había dejado la eliminatoria casi finiquitada, quiso dar vidilla a sus aficionados, y permitió que la Juve se pusiera 0-3 con 30 minutos todavía por jugarse. Al final, un penalti de Benatia sobre Lucas Pérez desató la tormenta perfecta en el Bernabéu. A mi me parece penalti. En algunas tomas, clarísimo. En otras, no tanto. Pero me sigue pareciendo penalti. Incluso ese gran madridista que es Hristo Stoichkov ha dicho que es penalti. Pero polémicas aparte, aquí os dejo las portadas de Marca y Sport, que más bien parecen los boletines oficiales el Real Madrid y del Barcelona.

P.D.3: Mi querido Buffon, como ya han solicitado desde tu propio país, anda, hombre, rectifica un poco y discúlpate por tus palabras. Puedo entender -aunque me cuesta justificar el tamaño de tus descalificaciones- el mosqueo que tenías con el partido acabado, pero una vez que se te ha tenido que pasar el calentón, y si echas un vistazo a las imágenes, te darás cuenta de que te pasaste tres pueblos. Y aunque el penalti sea dudoso, o incluso podamos aceptar que no lo fuera, es una jugada que no merece tu reacción porque a todos los equipos y a vosotros también os han pitado penaltis mucho menos claros que ese con tu silencio cómplice. Y tú eres muy grande como para retirarte del fútbol casi a lo Zidane.