Ronaldo Nazario, ese veinteañero con cara de despiste y dientes exagerados que llegó al F.C. Barcelona por el entonces desorbitado precio de 2.500 millones de pesetas (unos 15 millones de euros), dejó una profunda huella en su único año con la camiseta del Barça. De los 34 goles que anotó en aquella Liga, el más recordado fue sin duda el primero de los dos que marcó en su visita al Compostela en San Lázaro.
Transcurrían tan solo 7 jornadas de la temporada y ya había dado muestras de su gran valía, pero aquel gol le elevó definitivamente al Olimpo de los más grandes de la historia del fútbol. Una pena que sus graves lesiones de rodilla no nos permitieran disfrutar plenamente de la carrera deportiva de este astro.
Su potencia llevó a Valdano a decir de él que arrancaba como una manada de bisontes. Su destreza en el manejo del balón entre sus pies era digna del mejor bailarín. Era letal ante el portero, definía con sencillez y precisión. No era precisamente un delantero trabajador, pero su forma de ayudar al equipo residía en su capacidad para esperar su momento y decidir un partido en un par de balones que le llegaran, con chispazos irrefrenables como el de aquel 12 de octubre de 1996 en San Lázaro.
Fue el 0-3 de un 1-5 final en el que Ronaldo también consiguió el 0-4, pero independientemente del resultado definitivo, fue el gran momento de aquella temporada y una jugada que quedó grabada en la memoria de todos los que la vimos.
Ni Mauro y Passi, que chocan al principio de la jugada dejando a su disposición el balón; ni Chiba, que le agarra de la camiseta sin conseguir domar a ese potro desbocado que buscaba la portería ya desde el centro del campo; ni José Ramón, que intentó cruzarse en su camino por dos ocasiones durante la jugada; ni William, que trató de medirle y frenarle cuando entraba en el área; ni Bellido, que no tuvo tiempo de llegar a la cobertura en el último momento; ni Fernando, el portero burlado por esa definición potente al palo corto.
Nadie pudo frenar aquella noche a uno de los delanteros que mejor ha compaginado potencia y estética en la historia.
Gracias Ronaldo, delantero de sonrisa perenne capaz de hacer feliz a aficionados de todo el mundo.