Seguramente decir Rogelio Sosa Ramírez (Coria del Río, 15 de abril de 1943; ibidem, 21 de marzo de 2019) evocará pocos ecos al aficionado más joven de hoy al balompié, excepción hecha de sus paisanos de la noble y sevillana localidad de Coria del Río, su pueblo, allí donde nació, se crio, vivió y murió; y de la fidelísima y sufrida infantería verdiblanca.
Rogelio Sosa fue un futbolista de una clase inconmensurable, genio y figura hasta la sepultura. Jugador fiel representante de la más fina y filigranera escuela andaluza. Guadianesco, distinto, imprevisible e inefable. Frívolo cuando la situación lo permitía. Grave en los momentos que así lo requerían. Pero siempre genial con un balón de fútbol en los pies. Se nos fue en marzo pasado y he aquí mi pequeño y a la vez gran homenaje hacia el genio coriano. Por el sobrenombre de la zurda de caoba pasó este sin igual coriano a la historia del fútbol, y se preguntará el lector el porqué de tal apelativo.
Rogelio Sosa está considerado, desde que hay registros, como el jugador que más goles olímpicos como profesional ha conseguido anotar. Al menos en el fútbol español. En una entrevista al propio Rogelio en “El Diario de Sevilla”, cuando le preguntaron por su secreto para marcar tantos goles desde la esquina, contesta: “los secretos son los que me como yo a la plancha” (risas), para continuar diciendo: “La mejor manera de marcar un gol desde el córner es darle un pellizco al balón con el dedo gordo del pie”. En otra entrevista a ABC de Sevilla, declaró: “Marcaba tantos goles desde el córner porque la gente de Coria soplaba desde la otra portería. Yo, en realidad, tendría que haber jugado en Tarifa”.
No habría querido Rogelio que si alguien escribiera sobre él tras su fallecimiento, lo hubiese hecho desde la frialdad de la estadística o del repaso aséptico a su trayectoria futbolística. Me arrogo el arrojo de interpretar la voluntad del genio. Y creo no fallaré.
De los diez goles olímpicos que el portento de Coria nos cuenta que marcó, he conseguido documentación sobre siete de ellos:
Campeonato de Liga – Temporada 67/68
Betis 2-3 Sabadell

Campeonato de Liga – Temporada 67/68
Pontevedra 1-1 Betis

Copa del Generalísimo – Temporada 67/68
Badalona 2-3 Betis

Copa del Generalísimo – Temporada 67/68
Atlético Madrid 2-1 Betis

Segunda División – Temporada 69/70
Betis 1-0 Salamanca

Segunda División – Temporada 69/70
Castellón 1-1 Betis

Pretemporada – Temporada 72/73
Betis 5- Slovoda 1

Seis goles olímpicos en partido oficial y uno en partido amistoso ha encontrado el que suscribe buceando por internet acerca de Rogelio. Es seguro que el genio anotó siete –o más- desde esa esquina maldita desde la que hoy en día muchos templan al área para solaz de las defensas.
Si Rogelio Sosa pudiera leer este artículo respondería algo así como: “Correr es de cobardes”, respuesta que le dio al entrenador checoslovaco Daucick cuando en un lance del partido el técnico le reprochó su poca implicación y que corriera más.
De lo siguiente que voy a contar no he podido encontrar apoyo documental pero es una verdad que tengo por dogma de fe. En innumerables partidos en el Villamarín, viendo al equipo calentar, me decía mi abuelo: “Ése es el segundo entrenador del Betis, Rogelio, es el único jugador del mundo que ha metido un gol sin entrar a jugar al terreno de juego”. ¿Cómo iba a ser eso posible? – pensó ese niño, que hoy tiene treinta y tres años.
Pues muy fácil: “Rogelio entraba en un partido desde el banquillo, el árbitro había pitado córner y el entrenador aprovechó para hacer el cambio y darle entrada a Rogelio, que en todo momento fue por fuera de la línea de banda, plantó la diestra clavando los tacos en el verde (sin llegar nunca a pisar el terreno de juego reglamentario), le pegó con la zurda y el balón entró. El único jugador en la historia del fútbol que ha marcado un gol sin entrar en el campo.”
He intentado buscar documentación de ese gol, nunca la he encontrado. Pero para mí lo que me contó mi abuelo es dogma de fe, que me quiten lo “bailao”. Y los demás aficionados, los más veteranos del lugar que se sentaban por donde nosotros teníamos el abono, lo ratificaban: Rogelio clavó un córner directo con su zurda de caoba sin llegar a entrar nunca al terreno de juego.
Se fue a retirar Rogelio en la temporada 76-77. Curso que finalizó un 25 de junio de 1977. En aquel partido coincidió en el banquillo con un chavalito que venía del Triana (antiguo filial del Betis), que había jugado rondas previas de la Copa del Rey con el filial verdiblanco y no pudo participar en el partido de aquel día, el cual iba a tener lugar en la ribera del Manzanares. Sin poder siquiera figurárselo, convergían en ambos aquella tarde noche madrileña dos de las mejores generaciones de jugadores que el Real Betis Balompié jamás haya visto.
A un lado, Rogelio, coriano veterano de 34 años. Al otro lado, un chavalito del Polígono San Pablo. Enclenque, canijo, tímido. Pero era un vendaval: el Vendaval del Polígono. Respondía al nombre de Rafael Gordillo Vázquez. Aquella mítica noche, sin contar el Betis con la participación de ninguno de los dos, y tras una mágica actuación de José Ramón Esnaola, el elenco verde, blanco y verde alzó la Copa Grande. Una generación, la de Rogelio, que se iba; y otra, la de Gordillo, que llegaba.

Y no es extraño que Rogelio metiera un gol sin entrar en el campo, ni ninguna de sus otras varias rarezas, máxime siendo de un pueblo de Sevilla que ya de por sí atesora una de las grandes rarezas de la Historia de España. Una localidad a la que en 1617 llegó una legación japonesa de samuráis, para no volver jamás a su patria. Algo tenía Coria que todos decidieron quedarse allí. Quizá Rogelio, la zurda de caoba, atesoraba esa calidad genial y exótica fruto del cruce de dos sangres y de dos mundos –oriente y occidente- desde allá por los albores del siglo XVII. Quién sabe.
Y quiso el mago Rogelio hacer su último periplo envuelto, ya en muerte, en los colores que a lo largo de su existencia le dieron vida: verde esperanza y blanco paz.

Rogelio Sosa Ramírez. Leyenda del Real Betis Balompié. In memoriam.