Un breve desahogo querido lector: creo que aún pueden oírse en cientos de redacciones el ruido de las botellas de alcohol destapadas con la marcha de Lopetegui. La alfombra roja ya se ha hecho a Solari con un único partido dirigido contra un Segunda B, ya se nota la mano del argentino y los jugadores ya han demostrado su compromiso. Qué demonios es la prensa deportiva de nuestro querido país.
Valverde está a un paso de no continuar con el Barcelona, Valverde es el genio de la pizarra que firmará en breve su continuidad. Machín no vale para el Sevilla, Machín es un revolucionario. Cuidado qué mal el Espayol, es el equipo revelación. El Betis está hundido, el Betis toma San Siro. En un aura de recuerdo cargado de romanticismo han quedado las buenas páginas futbolísticas.
Todo es la prisa por sacar la foto y la declaración fuera de contexto. Jugar al Manager desde la comodidad de la silla. Citar todos los fichajes posibles que matemáticamente uno es el fichado.
Buscar la polémica dejando en el banquillo los datos. Sólo juegan los hombres, las mujeres da igual que ganen Europeos y Mundiales. Repito, en un aura de recuerdo cargado de romanticismo han quedado las buenas páginas futbolísticas. Todos entienden y todos tienen la mejor fuente, pero nadie ha descolgado el maldito teléfono ni acudido personalmente al lugar de los hechos.

Dependiendo del mes, toca encumbrar o hundir a aquel que ofenda que suele ser muy a menudo. Titulares sensacionalistas llenan las portadas sobre el equipo grande mientras se mira para el otro lado sobre el equipo humilde. No es periodismo, es otra cosa. Sin nombre. No hay adjetivos.
Y hay muchas historias que contar, mucha humanidad y fotos que sacar que necesitan ver la luz. No venden millones, no son jugosos tratos televisivos pero ahí están, con nombres y apellidos deseando que alguien los rescate. Basta de analizar el mismo vídeo en todas partes, el maldito supuesto penalti, el poner la línea del fuera de juego.

Hace falta calle, al igual que ese fútbol que formó a los mejores futbolistas del mundo. Hace falta observar y preguntar y no conformarse con una rueda de prensa y un comunicado. No dar nada por supuesto, informar. Observar. Sobran místicos del balompié y faltan informadores con los datos recopilados y constatados en su mano.
Se debe el buen trabajo de campo del informador al aficionado. Esa familia que va al estadio y los que siguen a su equipo vía internet, les obligó una asquerosa crisis, el oído fiel de radio, el lector de prensa escrita y el ojo pendiente de la televisión. Merecen un digno periodismo. Ya hay demasiadas chapuzas y tertulianos de bar para que una pésima información haga buenos a estos enemigos de la información de fútbol.