El Bayern de Pep Guardiola se proclamó ayer campeón de la Bundesliga con la autoridad del que se sabe inmerso en un campeonato con un nivel medio muy por debajo del suyo propio. Aun así, se vende el triunfo muniqués como un nuevo gran éxito de un entrenador excelso.
No seré yo el que ponga en duda las innegables cualidades del técnico de Sampedor. Sin embargo, en mi modesta opinión, comparar los títulos del campeonato germano con los conseguidos en su dorada época blaugrana es un acto claro de hipocresía.
La Bundelisga, ejemplo a seguir en muchos aspectos como la organización o el precio de las entradas, es un campeonato que, al menos en cuanto a elegir a su campeón, va en un paulatino deterioro sin visos de mejora.
En Alemania, el rey indiscutible es el Bayern, y no solo en cuanto al número de seguidores sino en lo que marca la diferencia en el fútbol actual, lo económico. Esto se debe principalmente a que detrás tiene a tres gigantes como Allianz, Adidas y Audi. El primero adquirió el 8,33% de las acciones, el segundo posee el 9,84%, mientras que el fabricante de coches tiene el 6,5%.
Dinero llama a dinero y esto es precisamente lo que sucede en el conjunto de Guardiola. La comparación con el llamado a ser su rival, el Borussia Dortmund, es totalmente desproporcionada. Como ejemplo el valor de mercado de sus plantillas. Mientras los de Robben y compañía tienen un valor total de 551 millones de euros, el equipo de Jurgen Klopp apenas llega a los 300.
En definitiva, enhorabuena a Guardiola y los suyos, pero que no nos vendan lo que no es.