El pasado martes, el Futbol Club Barcelona, con su victoria ante el Borussia Dortmund por un contundente 3 a 1, se clasificó para octavos de final de la Champions. El equipo de Valverde se aseguró ser primero de grupo pase lo que pase en la última jornada en San Siro. Pero que no engañen los resultados.
Si bien sobre el papel se puede decir que el Barça está obteniendo mejores resultados que la temporada pasada, la realidad sobre el campo sigue siendo la misma. El equipo aburre y mucho. El juego es lento, poco atractivo. No hay dinámicas ni un patrón definido. Apenas hay combinaciones que despierten un «¡oh!» de admiración. Y todo se reduce, una vez más, a la capacidad infinita de sorprender que tiene Messi.
El argentino es ese jugador que todos los niños quieren ser. Diseña y determina el juego del equipo. Baja a recibir, dribla, asiste y marca. Es por quien el Camp Nou se llena. El que más portadas de la prensa catalana protagoniza. El Capitán, el buque insignia, criado en La Masia, bla, bla, bla… Nada nuevo que no se haya dicho ya.

Pero por mucho que su estrella brille, no logra eclipsar las carencias que el equipo presenta partido tras partido. Se sigue jugando con un lateral que no es lateral. Se sigue apostando por jugadores que están en pleno ocaso futbolístico o que están por otros menesteres. Sigue notándose una falta de preparación física alarmante que ha desatado una plaga de lesiones nunca vista antes. Y sobre todo, sigue siento evidente que Valverde no sabe a lo que juega.
Ahora mismo el Barça se puede resumir en Ter Stegen, Frenkie De Jong y, sobre todo, Messi. Son los tres jugadores que tienen más claro lo que significa esto de jugar en el Barça. Alrededor de estos pilares se van turnando nombres y estilos siguiendo un criterio inexistente. De Arthur se pasa a Arturo Vidal y luego al retorno del exiliado Rakitic sin saber bien los motivos de cada uno de estos movimientos. De un 4-3-3 habitual se pasa de repente a un 4-2-3-1, con cuatro delanteros que da como resultado un embudo en ataque.
Pero quienes más se han visto perjudicados por este caos son aquellos que deberían ser la base de un futuro Barça. Un jugador como Todibo, quien apenas hace unos meses se perfilaba como una gran apuesta, ahora resulta que se le busca una salida inmediata. Para que Wagué pudiera debutar han tenido que estar no disponibles hasta 3 laterales. Aleñá todavía paga los platos rotos de San Mamés y está en la rampa de salida. Riqui Puig ha desaparecido y ni se le espera. El atrevimiento y el aire fresco que podía aportar Carles Pérez ya no se valora. Incluso Ansu Fati ha perdido el halo de crack con el que arrasó en su debut hace apenas un par de meses.
El el bombo de los primero de grupo de Champions y deseando que toque un segundo asequible. Primero en Liga, con un duelo en el siempre difícil Wanda Metropolitano, pero ante un Atlético que va de tropiezo en tropiezo. Luego vendrá la pausa ante el Mallorca y la salida intrascendente a Milán, para afrontar con garantías la dura realidad en un afixiante Anoeta con su nueva gradería.
Y finalmente, el partido aplazado ante el Real Madrid. La duda es, ¿podrá Valverde mantener su flor y alargar la agonía del mal juego hasta los cuartos o las semifinales de Champions? ¿O tendrá algún que otro revolcón que precipite su más que esperable salida a final de temporada? La respuesta llegará justo antes de Navidad.