Hablamos hoy en día con acierto de lo desagradable de algunas agrias discusiones suscitadas en los medios, sobre todo en televisión, alrededor del mundo del fútbol. Reverberan las tertulias chillonas centradas casi en exclusiva en defender contra todo los colores de la bufanda de cada uno de los intervinientes, a veces contra toda razón. Pero esto no es nuevo, hace 86 años, a raíz de la final de Copa de 1928, se desató una polémica con una dialéctica más agradable que las actuales, ya que se produjo entre dos poetas: Rafael Alberti y Gabriel Celaya.
En 1928 alcanzaron la final de Copa Real Sociedad y Fútbol Club Barcelona. Se fijó la disputa por el título para el 20 de mayo en los Campos de Sport del Sardinero en Santander. El encuentro se calificó según las crónicas de la época como «violento». La importancia del título en juego y la lluvia incesante hicieron que se convirtiera en una batalla épica.
De dicha épica se empapó Rafael Alberti, invitado probablemente a aquel partido por el que posteriormente fuera presidente del Racing, José María de Cossio, eminente tratadista taurino. Para el recuerdo y el conocimiento de muchos aficionados al fútbol queda su «oda a Platko«, dedicada al portero húngaro del F.C. Barcelona.

En una época donde los porteros no tenían la protección arbitral actual en cuanto al contacto físico, parece ser que los txuriurdines golpearon en varias acciones duramente a Platko, quien, al no existir cambios, terminó el encuentro con múltiples golpes y la cabeza vendada. Tras el empate a uno en el marcador, que forzó un nuevo partido de desempate, Alberti se sintió inspirado por la figura de aquel magullado y gigantón portero. Esta fue su obra:
Oda a Platko – Rafael Alberti
Ni el mar,
que frente a ti saltaba sin poder defenderte.
Ni la lluvia.
Ni el viento, que era el que más rugía.
Ni el mar, ni el viento, Platko,
rubio Platko de sangre,
guardameta en el polvo,
pararrayos.
No nadie, nadie, nadie.
Camisetas azules y blancas, sobre el aire.
Camisetas reales,
contrarias, contra ti, volando y arrastrándote.
Platko, Platko lejano,
rubio Platko tronchado,
tigre ardiente en la yerba de otro país.
¡Tú, llave, Platko, tu llave rota,
llave áurea caída ante el pórtico áureo!
No nadie, nadie, nadie,
nadie se olvida, Platko.
Volvió su espalda al cielo.
Camisetas azules y granas flamearon,
apagadas sin viento.
El mar, vueltos los ojos,
se tumbó y nada dijo.
Sangrando en los ojales,
sangrando por ti, Platko,
por ti, sangre de Hungría,
sin tu sangre, tu impulso, tu parada, tu salto
temieron las insignias.
No nadie, Platko, nadie,
nadie se olvida.
Fue la vuelta del mar.
Fueron diez rápidas banderas
incendiadas sin freno.
Fue la vuelta del viento.
La vuelta al corazón de la esperanza.
Fue tu vuelta.
Azul heróico y grana,
mando el aire en las venas.
Alas, alas celestes y blancas,
rotas alas, combatidas, sin plumas,
escalaron la yerba.
Y el aire tuvo piernas,
tronco, brazos, cabeza.
¡Y todo por ti, Platko,
rubio Platko de Hungría!
Y en tu honor, por tu vuelta,
porque volviste el pulso perdido a la pelea,
en el arco contrario al viento abrió una brecha.
Nadie, nadie se olvida.
El cielo, el mar, la lluvia lo recuerdan.
Las insignias.
Las doradas insignias, flores de los ojales,
cerradas, por ti abiertas.
No nadie, nadie, nadie,
nadie se olvida, Platko.
Ni el final: tu salida,
oso rubio de sangre,
desmayada bandera en hombros por el campo.
¡Oh, Platko, Platko, Platko tú, tan lejos de Hungría!
¿Qué mar hubiera sido capaz de no llorarte?
Nadie, nadie se olvida,
no, nadie, nadie, nadie.
Tales fueron los daños que sufrió Platko que no pudo jugar el desempate, celebrado dos días después y que también finalizó con empate a uno. Hubo que esperar al 29 de junio, en la tercera repetición de la final (en la que tampoco estuvo Platko), para encontrar un vencedor.
Aquel último partido acabó 3-1 para el F.C. Barcelona. Los jugadores de la Real acusaron el cansancio de haber acudido con la Selección Española a los Juegos Olímpicos de Amsterdam de 1928 (fueron ocho jugadores realistas por ninguno del Barça, al ser los miembros del equipo catalán profesionales).
Siendo bastante conocida la «Oda a Platko», la parte más curiosa y menos conocida de la historia es que existió una «contraoda» escrita por el también prestigioso poeta Gabriel Celaya, reconocido aficionado de los donostiarras. Dicha obra es más propia de un hincha que de un poeta y de bastante menor calidad literaria que la de Alberti, pero merece la pena recordarla:
Contraoda – Gabriel Celaya
Y recuerdo también nuestra triple derrota
en aquellos partidos frente al Barcelona
que si nos ganó, no fue gracias a Platko
sino por diez penaltis claros que nos robaron.
Camisolas azules y blancas volaban
al aire, felices, como pájaros libres,
asaltaban la meta defendida con furia
y nada pudo entonces toda la inteligencia
y el despliegue de los donostiarras
que luchaban entonces contra la rabia ciega
y el barro, y las patadas, y un árbitro comprado.
Todos lo recordamos y quizá más que tu,
mi querido Alberti, lo recuerdo yo,
porque yo estaba allí, porque vi lo que vi,
lo que tú has olvidado, pero nosotros siempre
recordamos: ganamos. En buena ley, ganamos
y hay algo que no cambian los falsos resultados.[/su_box]
Así que, como se puede ver, en cualquier ámbito y de cualquier manera, la polémica es consustancial al fútbol. Incluso hace más de 80 años y entre poetas.
