Hay personas que se equivocan. Personas que reciben buenos consejos, pero que se dejan llevar y se vuelven a equivocar. Personas que necesitan unas mayores conciencia y consciencia. Personas con carencias a la hora de valorar la propia vida y la de sus congéneres. Personas que no llegan a darse cuenta de que su inconsciencia no te exime de tu responsabilidad, cuando, precisamente, lo que sucede es lo contrario, aumenta.
Pero también hay personas que, de pura soberbia, tienen la dudosa capacidad de errar en afirmaciones obvias. Personas que se dirigen a Dios, desafiantes ante la enésima derrota, exigiendo explicaciones desde posturas lejanas a la humildad. Personas con una innata arrogancia a las que se les permite sentenciar sobre cualquier circunstancia y de cualquier manera, dándoles igual el tiempo y la forma, sabiéndose poseedoras de la verdad. Personas que ejercen su derecho a opinar olvidándose del deber del respeto. Hay personas cuya propia humanidad se empeñan en combatir a base de carencias empáticas de base y de hecho. Hay personas a las que la propia palabra les queda enorme.

Además, hay personas al límite de la sinrazón. Personas supeditadas al interés propio. Personas que creen a pies juntillas el rumor lánguido o la invención interesada para servir de vocero malintencionado, pero que niegan el dato objetivo y comprobado si no les es conveniente. Altavoces de la necedad. Adalides de la falsedad y la manipulación. Juntaletras de tres al cuarto carentes del valor y la fuerza que entraña reconocer el éxito rival o la hazaña ajena. Hay personas que necesitan ser noticia para que haya noticia. Personas que no tienen la más mínima importancia.
Finalmente hay personas que generan admiración. Que, frente a la arrogancia, se saben comportar con naturalidad y sin disimulo. Personas que arrastran a personas casi sin querer, porque con carisma se nace. Personas que sabrían decirte que no con una sonrisa, si es que fuesen capaces de negar algo. Hay personas que tienen talento. Y hay personas talentosas que tienen humildad. Esas personas nunca estarán solas. Porque el artificio no lo tienen en el verbo. Hay personas que unieron el talento, la humildad y los fuegos artificiales alrededor de un balón. Personas que triunfaron fuera y volvieron para hacerlo también en su casa. Personas importantes en el éxito colectivo. Personas que hablaban con Dios sin exigencia, con gratitud, sin cámaras. Hay personas que merecen cada lágrima que derramamos por ellas.
El pasado fin de semana nos dejó un futbolista especial. Aunque sea una tontería, para mí, José Antonio Reyes fue el primer ídolo que era más joven que yo. Poco puedo aportar con mis palabras que no se haya dicho ya en múltiples foros. Una de las piedras en las que se basa el crecimiento del Sevilla. El canterano que se fue sin querer irse, igual que ahora se ha ido. El canterano que volvió para ganar. El canterano que ganó.

Estas noticias afectan a una sociedad como la sevillana. Nuestra familiaridad y nuestra exposición del sentimiento no siempre es comprendida. Estas cosas nos duelen. Y sirva para indicar algo que debería ser evidente: sabemos diferenciar, perfectamente, lo malo de lo bueno. No necesitamos lecciones al respecto. Tampoco justificamos lo sucedido, quizás deseemos que las cosas no hubiesen sucedido como lo han hecho. Seguro. Pero sabremos sacar nuestras conclusiones y sabremos hacerlo en el tiempo y forma adecuados. Sin daño gratuito.
Por eso es reprochable la prisa con la que algunos personajes, más o menos públicos, de mayor o menor importancia, altavoces nacionales, regionales o locales, se han apresurado a concluir la responsabilidad del futbolista utrerano en lo sucedido. Cuando el interés personal, propio y arrogante supera al respeto, cuando el ego se convierte en la razón de existir de alguien por encima de los códigos sociales de convivencia hemos de encender las alarmas.
Por este motivo, entendemos que es adecuado suspender la condición de personas de los que se puedan dar por aludidos con este artículo. Los rebajaremos a la categoría de personajes.
Personaje es aquél que se ha lanzado a dar clases de ética vial, saltándose el principio de in dubio pro reo, con tal de ser el primero en lanzar la voz discordante, esa que, negando el ser, se centra en el hecho, con tal de tergiversar el homenaje y el reconocimiento, espontáneo en la mayoría de los casos, que el indicado personaje tilda de inmerecido. Uno trata de ponerse en la piel de este exigente ciudadano y entender cuáles han sido las razones que le han llevado a meterse en tal fregado. Sólo me viene a la mente la imagen de sus públicas reclamaciones a Dios tras perder una final. El ego.
Personaje es aquélla que aprovecha cualquier asunto de actualidad para dejar en evidencia su necesidad de mostrarse en público. La necesidad de criticar el pensamiento ajeno. La de realizar juicio sumarísimo dando por ciertas calumnias pestilentes que después se demuestran inventadas. Hay personajes empeñados en mostrarnos su necedad para que nunca se nos olvide. Precisamente, la necedad es lo único de estos personajes que no lograremos olvidar.
Por último está el personaje inventor. Alguien que no se sabe bien por qué, trabaja bajo seudónimo. Alguien que dio voz a falacias y mentiras, personaje amarillo ceniciento, conocido en Sevilla, que tiene como costumbre ensuciar la labor periodística y que tuvo la cobardía de, insistimos, con seudónimo, poner una cifra: 237 Kilómetros por hora. Todo es mentira. Este personaje no sabe nada. Nada. Con este acto vil ha extendido la suciedad que vertía en su profesión a todo un pueblo que está reaccionando. De momento trabaja bajo el paraguas de empresas que le protegen. Nosotros, como sociedad, hemos de hacer examen de conciencia ante la tesitura de si todo vale si se puede monetizar. Este personaje sacó tajada por mentir sobre las circunstancias que rodearon a un accidente mortal. La inmoralidad hecha generosa carne.
Por mi parte tengo claro que todos estos personajes tienen difícil volver a obtener la condición de personas. Basar la consecución del propio éxito en la inoportunidad de la soberbia ególatra, en la desfachatez de la sinrazón basada en la mentira o en la mera invención inmoral y sucia monetizada, deshumaniza a sus protagonistas. Son libres de ponerles nombres y apellidos.
Por ello pido respeto, un futbolista ha fallecido. Nos ha dejado, con todas sus letras, una persona.
PD: En el día que se escriben esta palabras no existe ninguna información debidamente contrastada, ni mucho menos oficial, acerca de cuáles fueron las causas del accidente automovilístico que acabó con la vida de José Antonio Reyes y su familiar. Todo lo que hasta ahora se ha publicado han sido meras especulaciones, invenciones interesadas o teorías con mayor o menor fundamento. Este artículo ha sido concebido como reivindicación de la exposición de la veracidad en prensa, la necesidad de la ética en el juicio a terceros y en favor de la prudencia máxima en la vía y en la vida.