Perdida, así da la sensación de estar, un año más, la directiva del FC Barcelona cuando se acerca la época de fichajes. La diferencia es que este verano no tienen ninguna excusa en forma de espantada sorpresa de uno de tus jugadores estrella para decir aquello de “hemos tenido que improvisar sobre la marcha”.
El nombre que suena con más fuerza es el de Antoine Griezmann. Buen jugador sí. Precio “económico” para las cifras que se manejan hoy en día. ¿Necesario? Cuando menos discutible.
Si el francés termina en Can Barça, el mayor damnificado será Ousmane Dembelé. Futbolista por el que se apostó a cambio de una fuerte inversión. Jugador para los próximos 10 años se apresuraba a decir Bartomeu. Griezmann vendría para jugar y lo haría mínimo los próximos tres/cuatro años. Dembelé quien en mi opinión está para que se le de ya titularidad y termine de explotar se vería relegado a jugar los partidos intrascendentes, aminorando su moral, imposibilitando su adaptación y devaluando su precio. Conclusión, lo más probable es que pasara a ingresar en esa lista (ya larga) de jugadores que llegan con buen cartel y acaban saliendo por la puerta de atrás, gratis o dejando apenas migajas.
A la ilógica llegada, desde el punto de vista táctico, de Griezmann se añadiría el riesgo que asume el Barcelona de recibir de nuevo una sanción por parte de la FIFA. Mucho peaje para tan corto viaje.
Quitando la llegada de Griezmann, llama la atención que justo cuando se ha de ejecutar lo (supuestamente) planificado durante el año, Bartomeu se plantee relevar Robert Fernández y Pep Segura por Jordi Cruyff. Nada que objetar a su llegada, pero ¿es el momento adecuado?.
En definitiva, mucha improvisación impropia de una entidad con uno de los mayores presupuestos del deporte. Una entidad que en teoría está dirigida por profesionales. Una entidad que da la sensación de estar perdida.