Temporada tras temporada ocurre lo mismo, cada semana de competición que pasa, tras cada partido jugado hay, salvo empate, un vencedor y un vencido, digo así porque la palabra perdedor en niños no debería emplearse. El tema que nos ocupa no es este sino el cómo se gana. Si alguno de vosotros alguna vez, por curiosidad o placer se interesó por el seguimiento de la cantera de los grandes clubes españoles o europeos, se habrá fijado que la mayoría des equipos ganan semana tras semana. Hasta ahí todo correcto ¿verdad?, y podríamos decir que hasta normal pues son el referente en su ciudad y tienen los mejores jugadores.
El problema es otro, la diferencia con la que se producen esas victorias, de manera aplastante, con resultados que cuando el niño vencido llega a casa le da reparo contar cómo fue el partido a sus padres. Éstos son, 8-0, 14-2, 6-1, 1-8, 0-9… Puedo asegurar que son solo unos ejemplos, y no de los más exagerados, saliendo de nuestras fronteras, si nos vamos al FC Porto por ejemplo, nos encontramos con 20-0, 17-0 o el 12-0 que el Sub13 le hizo al Pedroso. La pregunta es bien sencilla, ¿Cuál es el fin entonces?
Si trasladamos esta pregunta a todas las ciudades deportivas de España la respuesta va a ser la misma en cada una de ellas. Sacar jugadores para el primer equipo. Y el resultado seguro que es bien distinto. En nuestro país abandonan la etapa juvenil alrededor de 350 jugadores por temporada, ¿dónde están? algunos subirán al filial, otros se irán cedidos, algún otro probará suerte en 3ª División o preferente y en menor cuantía abandonarán el fútbol. ¿qué es de aquellos jugadores que ganaban 14-2, 6-1, 1-8…? No quiero adentrarme en esta etapa, aunque sí es significativo el dato, sino en la de mayor influencia en el aprendizaje, donde los niños juegan a ser niños, de los 8-14 años.
¿Que sentido tiene que un niño juegue un partido sabiendo que lo va a ganar? Porque lo sabe, la única duda es sí va a marcar, cuántos y cuál será el resultado final, pero los 3 puntos son de su equipo. Hay temporadas en las que no pierden ningún partido y hacen 160 goles. El tema se carga de preguntas ¿Qué progresión tiene el jugador?, ¿Cuándo se trabajan los aspectos volitivos sí el niño no tiene que esforzarse al 100% para ganar un partido?
Muchos entrenadores se escudan en que mejoran en los entrenamientos, pero no es suficiente, donde realmente se expresa el jugador es en los partidos, y si la exigencia no es máxima el jugador se relaja. Se plantea la formación con el objetivo de mejorar a los jugadores, pero enseguida la victoria se convierte en un objetivo. El problema es que los entrenadores no son reconocidos por su trabajo, sino por sus victorias y se convierte en un círculo vicioso. En unos casos son las directivas carentes de conocimientos los que exigen la victoria por un prestigio efímero del club, en otros el equipo se convierte en un lugar de “autorrealización” de entrenadores que buscan aumentar su propio ego perjudicando así a los jugadores.
Cuando un jugador destaca en su equipo, se le sube de categoría con el fin de que no se estanque en su progresión, pero ¿ya está? En un mundo de tanto egocentrismo, en donde parece que el tatuaje viste más que pelear sin aliento por ese balón que se escapa por la línea de banda, hay que tener mucho cuidado con la gestión de los vestuarios y sus jugadores. En lugar de lidiar con esas situaciones, ¿qué pasaría si no subimos al mejor jugador del equipo sino a todos? Es decir, que un equipo alevín de 2º año (11-12 años), por ejemplo, compitiera en la Liga infantil, un año superior.

Con esto conseguiríamos que el nivel de exigencia aumentara para todo el grupo y no sólo para el/los jugadores más destacados, repercutiendo en una progresión mucho más significativa que con el sistema actual. Claro está, estos equipos no iban a ganar con tanta solvencia como lo hacían anteriormente, y es probable que perdieran muchos más partidos, pero la evolución también sería mayor. Como dato podría valer el siguiente ejemplo. En Galicia, el RC Celta “B” y RC Deportivo de la Coruña “B” juveniles disputan la Liga Nacional, que equivale a toda la Comunidad. En ella se enfrentan a jugadores en algunos casos 2 años mayores que ellos. La primera vuelta de ambos equipos es buena, pero lejos de los resultados a los que estos chicos están acostumbrados, siendo la segunda mucho mejor, ya más adaptados a la categoría.
En cadetes se da el mismo caso, pero la diferencia de edad es menor y no altera tanto el resultado final pero sí existe un progresión también. Muchos jugadores del ejemplo citado comentan que tras el transcurso de esa temporada vieron aumentado su nivel competitivo y volitivo y es que en un fútbol, por desgracia, cada vez más físico, la voluntad y sacrificio deben estar en el día a día.
Otro de los males que hay en los clubes es la escasa o nula formación de sus entrenadores, en muchos casos siendo el padre de un jugador, un amigo del coordinador o un chico de 19 años que quiere sacarse un dinero para “sus cosas”, y esto claro está, repercute negativamente en el trabajo con los niños. He presenciado entrenamientos de niños de 8-9 años a los que se les grita, se les ofende, ejercicios en filas donde impera la inactividad, trabajos en espacios enormes de 8×8 en el que no entran en contacto con el balón y hablándoles de basculaciones, movilidad, amplitud, cuando ni siquiera ellos mismos saben llevarlo a la práctica. Muchos entrenadores buscan un reconocimiento personal a su labor, cuando realmente deberían hacerse a un lado y dejar que los niños sean eso, niños.
Actualmente un 42,33% de los jugadores de nuestra Liga son extranjeros, un porcentaje demasiado elevado a mi parecer si realmente es que apostamos por la cantera y la formación del joven jugador español. Por otra parte solo el 22,7% de jugadores son formados en su club, un dato que se vió aumentado desde la austeridad y con los clubes que suben de 2°División, que debido a los recortes se ven obligados a tirar de jugadores formados por ellos.
De todos modos, estos datos no son muy alarmantes si salimos a Europa en donde el 74,18% de jugadores de la Premier son extranjeros, con un 61,3% en Alemania. Datos alarmantes si hablamos de formación de jugadores nacionales.