«Bienvenido a Southampton. Está usted entrando en el país del Dios”.
El 24 de marzo de 1993, en el estadio del Southampton (The Dell), el portero del Nottingham Forest, Mark Crossley, tenía frente a él a la supuesta deidad protagonista de la infinidad de carteles donde se podía leer el texto con el que ha comenzado este artículo. El partido lo ganaba el Forest por 1-2 y el encargado de lanzar el penalti era Matthew Le Tissier, que ya anotó el primer tanto de su equipo y jamás había errado ningún lanzamiento desde el punto fatídico.
Sin embargo, ese día, Dios no utilizó sus poderes y golpeó el balón de forma defectuosa para que Crossley solo tuviese que estirar el brazo para detener el flojo disparo. El guardameta del Nottingham no fue consciente en ese instante de que se trataba de una fecha histórica; la del primer y único penalti fallado por Le Tissier. A lo largo de su carrera, “Matt” lanzó 50 penaltis transformando 49.
La isla de Guernsey está ubicada en el Canal de la Mancha, a medio camino entre Gran Bretaña y Francia. Allí nació Le Tissier, porque se supone que los dioses nacen donde les da la gana.
A los 15 años, hizo una prueba para el Oxford United, donde no le aceptaron. Dos años más tarde, Le Tissier probó con el Southampton, con el que firmó su primer contrato profesional en 1986. Desde esta ciudad del sur de Inglaterra partió en su momento el tristemente famoso Titanic. A lo largo de los 16 años que vistió la camiseta rojiblanca con el número 7 , Matthew Le Tissier se convirtió en el buque insignia del club.
A pesar de su aspecto aparentemente desgarbado, su calidad no pasó desapercibida para los grandes equipos de Inglaterra (N. Forest, Arsenal, Tottenham o Liverpool) y Europa (Roma, Juventus, Marsella, Atlético de Madrid y Mónaco), que hicieron todo lo posible por contratarlo, sin ningún tipo de éxito. Incluso circula una curiosa leyenda que cuenta uno de sus compañeros de equipo y gran amigo, Ronnie Ekelund:
—” Antes de un partido, Matt me dijo que había recibido una suculenta oferta del Chelsea. Su vida y la de su familia estaría resuelta en caso de haber aceptado. Se puso la camiseta y dijo que él no valía tanto dinero. Aquel día ganamos y metió un golazo. No contestó a la oferta del Chelsea”.
Al haber nacido en esa isla en tierra de nadie, Le Tissier podría haber elegido jugar con la selección de Francia, que en esa época contaba con cracks como Djorkaeff o Zidane, pero quiso hacerlo con Inglaterra, donde también tenía una durísima competencia con Paul Merson, Gascoigne o John Barnes. Quizá por ese motivo, la carrera de Matt con la selección fue más bien discreta, con solo 8 partidos jugados.
Se trata de un ejemplo más de un futbolista que, entre ser millonario o feliz, escogió la segunda opción, a pesar de tener condiciones de sobra para haber hecho historia ganando títulos en cualquier club grande de Europa. Pero Le Tissier no era un futbolista cualquiera. Quizá la mejor definición de su carrera la ofrezca él mismo en una de sus genuinas frases:
“Jugar en los mejores clubes es un bonito reto, pero hay un reto mucho más difícil: jugar contra ellos y ganarles. Yo me dedico a eso”.
Genio y figura…
Preciosa historia de otro jugador con ese halo romántico que tanto nos gusta los buenos aficionados y que cada vez vemos menos,un jugador,que como dice Infante,prefirió ser feliz a cualquier otra ambición,ya fuese económica,deportiva o mediática,otro jugador con principios y cabeza que supo priorizar con claridad cuáles metas merecían la pena lograr.
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