Sí, lo confieso. Confieso que un servidor fue uno de esos niños que soñaron con ser futbolista. Llenar estadios, acaparar portadas, probar otras ligas… En definitiva, como muchos millones de futboleros, yo también anhelaba una vida dedicada al deporte rey. Y así das las primeras patadas a un balón, como diría Rosalía, malamente, imaginándote observado en la grada de aquel torneo local por la atenta mirada de un ojeador.
Y vas pasando categorías del fútbol base (alevín, infantil, cadete) hasta llegar a la mayoría de edad, donde en juveniles te das cuenta de que esa oportunidad nunca llegará. Y lo confirmas cuando ves a ese jugador canterano, más pequeño que tú, debutar en tu equipo favorito. Te cercioras de que nunca formarás parte del selecto club de futbolistas que pueden jactarse de vivir de tu afición. Por ello, cuando ocurren casos como el que nos ocupa en este artículo es inevitable pensar en la relatividad del tiempo y volver la mirada atrás.
Hablo del fichaje de Enric Gallego por el Huesca. Un transfer que podría pasar desapercibido dentro de la vorágine de movimientos del mercado invernal. Parece que Brahim, Morata o Stuani copan las portadas dedicadas a esta ventana en prensa. Sin embargo, hay que detenerse en esta modesta compra. Principalmente porque se traduciría en el debut en Primera de un jugador a los 32 años. Sí, el delantero catalán se convierte en novato de la élite a mi edad. Y claro está, compartir quinta del 86 en un caso tan atípico marca. Sobre todo porque representa el triunfo de la humildad en un fútbol prediseñado por las grandes canteras y los medios de comunicación. Y, por supuesto, porque hace honor al afamado dicho que afirma que “nunca es tarde si la dicha es buena”. Una dicha que no sólo arraiga hoy en la satisfacción de un currante sino también en una afición ávida del olfato goleador que el punta se ha empeñado en demostrar.

Y es que la carrera del alto futbolista no ha sido un camino fácil. De hecho, no se dedicó plenamente al fútbol hasta los 28 años. Antes compaginó los entrenamientos y partidos de divisiones inferiores con el trabajo duro. Enric sabe lo que es un andamio, conducir un camión o atender al público. Y quizás ese apego a la realidad es lo que le hizo no cejar en cumplir su sueño, ser futbolista con mayúsculas. Confió en su gol y en el esfuerzo que caracteriza a un humilde para dar el paso hace sólo cinco años.
Comienza así a deambular por la 2ªB catalana recalando en Badalona u Olot para reafirmarse en el Cornellá cuatro años después de salir de allí por la puerta de atrás. En aquella época aportaba al juego esa capacidad de trabajo que no sale en las crónicas. Pero llegó la cifra redonda de los 30 años y pasar a una nueva década le sentó de lujo, 16 goles lo corroboraron. Y quizás esa madurez fue la que le hizo explotar el pasado curso, compartido entre Cornellá y Almendralejo. El Extremadura vio en su olfato la pieza clave para volver a la Liga 123. No se equivocaban.
19 goles del barcelonés fueron los que auparon a los extremeños al ansiado ascenso. Una cifra que obligaba a la planta noble a seguir confiando del buen hacer del atacante en la exigente Segunda. Y no defraudó. Una primera mitad de curso marcada por los 15 tantos conseguidos en sólo 19 partidos, con un poker ante el Reus incluido, derribó la puerta de una categoría en la que sólo duró seis meses. Ahí es donde entra el Huesca, necesitado en todas sus facetas y farolillo rojo casi desde el inicio de la Liga, y se hace en este mercado invernal con el ariete por tres millones de euros. Una cantidad que viene como agua de mayo a las arcas del modesto equipo azulgrana. Aunque haya algunos que lo vean demasiado para un jugador de su edad, la mía. Pero, ¿y si marca la mitad de los goles que llevaba en Liga 123 de aquí a junio, sería caro? Sólo el tiempo dirá si el juego de Enric Gallego sigue mejorando como el vino en la mejor liga del mundo y da la talla en cuanto a goles.