Nos hemos vuelto locos. Perdón. Del todo. Sin remedio. Qué manía con hacer saltar la banca. Sacarse el miembro viril y demostrar quién es el más poderoso del mercado. Se dice que hay un organismo que vigila estas cosas. Qué desfachatez que nos crean imbéciles e incrédulos. Leyes del mercado. No, una burbuja en toda regla.
Y estallará. Y cubrirá todo de mierda. Ningún árabe, ni ruso ni chino, podrán limpiar con billetes. Al César lo que es del César. El dinero no es racista. Y cada vez lo será menos. Y ahora quién es el guapo que acepta una mierda de cuarenta millones si alguien puede añadir otros treinta u otros cuarenta. No hay que ser conformistas.
Todos queremos más. Más créditos imposibles, más compras de equipos para en dos temporadas casi hundirlos, no ganan nada a pesar de gastar mil kilos. Más querer ganar a golpe de talonario. Se lo tienen bien montado. Me quito el sombrero.
Pagaremos todos cuando explote, democrática Hacienda. Las ganancias van al bolsillo de la élite que se cree que un deporte son once cifras astronómicas corriendo detrás de una bola de cuero.
Nos hemos vuelto locos. Perdón. Del todo. Sin remedio. Qué manía con hacer saltar la banca. La banca gana todas las manos. Se frota y babea con su enorme calculadora que asesina silenciosamente al humilde, ese sin fortuna petrolífera dictatorial que lo ampare. Ya todo queda a unos ceros ocultos tras una cifra. Y encima sacan pecho. Cómo si fuese digno de elogio malgastar en un par de piernas y no invertirlo en Ciencia, Sanidad o Educación.
Igual que un tercer mundo, hay un tercer fútbol. Ese que está obligado a vender y vender, ya que esos números arreglan las cuentas de toda una vida. Aunque no compra. Sólo es un club de un impronunciable lugar de Europa. Tuvo la suerte que un visionario hiciera la adquisición de su vida a beneficio de un club grande. Resumiendo, un chaval que todavía no se afeita cuesta cheque de tres cifras. En ello está la realidad del fútbol.

Deberían dejar de disimular. Liga de Millones, Copa del petrolífero, Supercopa Dólar. Así al menos, en ciertos despachos podrían mirarse a la cara. Todos tan contentos. No hace falta vender la igualdad de oportunidades, el romanticismo que todos siguen pudiendo. Hay alegrías todavía. Son el oxígeno en medio del bosque talado de la codicia. Menos mal.
Nos hemos vuelto locos. Perdón. Del todo. Sin remedio. Qué manía con hacer saltar la banca. De seguir así, habrá mayoría de equipos con todo el once titular de cedidos. Y ni eso. Quedarán para disputar amistosos de verano. Y esos maravillosos trofeos también están muriendo en silencio y olvido. No es lo mismo jugar en Cádiz o Huelva que en Tokyo o Dallas. No hay comparación. Ese es otro triunfo de los lobos de fondos misteriosos de capital. Un secuestro en toda regla. Nadie está preparado para pagar el rescate del fútbol.