Lo siento. Soy un clásico, un carca, un antiguo. Pero cada vez me gusta menos el futbol moderno, el fútbol actual, y todos aquellos sectores que de una u otra forma participan en este, en principio, hermoso espectáculo convertido en caja de resonancias económicas y políticas.
No me gusta la actitud del Barcelona en lo referente al «Procés«, el juicio, el «conflicto» entre Cataluña y España o lo que coño sea que estamos sufriendo todos, cada uno a su manera. Lo siento, no me gusta. Porque por mucho que no sé dónde diga que son «mès que un club», son exactamente un club de fútbol. Con miles de socios y millones de aficionados repartidos por toda España. Y ellos, como club, se están posicionando a favor de una parte, quizá mayoritaria si miramos en Cataluña, pero no tanto si ampliamos el espectro a toda España. Me parece perfecto que Josep María Bartomeu piense que el juicio que está celebrándose estos días en el Tribunal Supremo sea un juicio a presos políticos, pero jamas debería decir nada parecido en su papel de «President»… O la tibieza a la hora de retirar algunas pancartas u emblemas, según su contenido. En fin, no me gusta…
No me gusta tampoco que el Levante haya querido ganarle el partido de octavos de final de la Copa del Rey por alineación indebida de un jugador del filial del Barcelona, de la que nadie sabía que existía hasta que un periódico denunció la alineación. Vamos, no lo conocía ni siquiera el mismísimo Levante, parte muy interesada en este asunto. Siempre me ha parecido una vulgaridad querer ganar un partido en un despacho por una presunta alineación ilegal, pero si en este caso, el jugador, lejos de aportar valor y desnivelar la balanza deportiva, lo único que hizo fue jugar un partido gris y plúmbeo, sin nada que reseñar en cuanto a su aportación deportiva. Si a ello le sumamos que el Levante, feliz como una perdiz con el 2-1 del partido de ida, no se dio cuenta de esa alineación de Chumi (también, ya le vale, el nombrecito…) hasta que El Mundo lo denunció en la previa del partido de vuelta… cuando el plazo para haber puesto la denuncia había caducado a las 48 horas de la finalización de la ida… Que te rasgues las vestiduras por toda esta movida, cuando te las has comido doblada y además, nadie de tu organización se había percatado del asunto… Pues eso, no me gusta.
No me gusta que los jugadores tomen a los aficionados por imbéciles, que es lo que debió pensar Sergio Ramos cuando quiso arreglar la desfachatez de sus declaraciones en el postpartido del Ajax – Real Madrid diciendo que cuando hablaba de forzar, se refería a la falta, que era inevitable, no a la tarjeta. Claro, si después de leer la declaración de Ramos vuelves a ver el vídeo en el que un periodista le pregunta abiertamente, «¿has provocado la tarjeta o no? Para que se quede bien claro… » Y responde el de Camas: «Bueno sí, la verdad que, viendo el resultado, te mentiría si dijera que… Pero sí, es algo que tenía presente». Y se explaya en la respuesta. Sergio, majo, si te has equivocado, te has equivocado, que le vamos a hacer. Pero no nos tomes por tontos, por favor. No me gusta esa creencia de que todo el mundo puede tragar con ruedas de molino si así es necesario.

No me gusta la actitud de muchos jugadores, de tantos… desde que pita el árbitro el inicio del partido hasta el final… Estoy pensando en Luis Suárez, por ejemplo; en Raúl García, en Godín, en Diego Costa, en Stuani… En general, los jugadores que saltan al campo con la clara intención de dificultar al árbitro su trabajo lo máximo posible. Lo protestan todo, exageran las faltas, piden sanciones para sus compañeros de otros equipos… Insufribles, vaya. Y seguro que hay muchos más, pero lo siento, me he acordado ahora de estos. Por no hablar de los presidentes (como Flo, o José Castro o Nobita Bartolomeu…) o entrenadores (estoy viendo ahora a esos dos angelitos llamados Marcelino y Bordalás, o de un tiempo a esta parte, Quique Setién, que se está descubriendo, sorprendentemente, como un gran llorón). No colaboran, no ayudan. No me gustan.
No me gusta que equipos como el Athletic estudien como bordear «la ley no escrita» sobre la presencia de extranjeros en el equipo, como si fueran abogados defensores que escudriñan la legislación para encontrar el hueco por donde escaparse. Así las cosas, Christian Ganea o Kenan Kodro, por ejemplo, no son extranjeros, pero sí lo serían Koke o Isco. No me gusta. No digo que Koke o Isco puedan fichar por el Athletic, que a mi, que soy de Toledo, tampoco me gustaría; pero sí que me pregunto en voz alta qué pintan en San Mamés Ganea o Kodro, que aparte de ser extranjeros, tontás aparte de donde se han criado o dejado de criar deportivamente, son mediocres hasta decir basta. Es decir, que además, te arriesgas a hacer el ridículo con esa norma, escrita o no, fichando a dos jugadores que no aportan más al equipo de lo que puedan hacerlo Guruzeta, Areso o Villalibre. Da bola a los chavales, si no puedes pescar en Anoeta, que es donde está lo bueno.

No me gustan las quejas permanentes sobre el VAR, que a pesar de los pesares mantiene un altísimo porcentaje de éxito. Pero si las quejas, además, vienen de Real Madrid o Barcelona, ya me cortan la digestión. Porque ellos compiten con la ventaja añadida de tener presupuestos que les permiten acceder a los mejores jugadores del fútbol mundial. Madrid o Barcelona tienen el mismo presupuesto que si sumamos los de diez o doce equipos de primera. O catorce. Y sólo por decencia, tienes que callarte cuando un supuesto error arbitral te ha perjudicado ante un rival inferior (DEPORTIVA y SUPERECONOMICAMENTE hablando). Callaos, por favor. Pero no. Y protestan todos, protestan blancos y azulgranas, y rojiblancos más blancos (del sur). Blaugranas del Levante y blancovioletas. Blanquiazules pepineros, rojiblancos del Botxo. De verdad, una pena.
No me gusta la prensa, de todo menos objetiva, con esa facilidad para convertir a jugadores (Benzema, Marcos Llorente) o entrenadores (Solari, Machín…) en aquello que les interesa según el momento de la temporada en el que estemos y los últimos resultados de esos equipos. Y con últimos resultados me refiero a los dos últimos partidos, siendo generosos. Así, Benzema en septiembre no valía para jugar en Primera en España, y ahora es, quizá, el mejor delantero del mundo; Solari ha pasado de interino con florecita a gran mister (Barcelona y Ajax) y de nuevo, nefasto (Girona), con tan solo cinco días de diferencia entre un partido y otro. Por no hablar de la montaña rusa que vive Machín en Sevilla, vilipendiando a comienzo de temporada, elogiado cuando el Sevilla se puso líder de la competición, puesto de nuevo en tela de juicio por la mala racha de resultados que llevan los sevillanos en Liga y Copa… Sé que se me puede calificar de cansino por mi insistencia en la queja de la planiforme profundidad de análisis de medios de comunicación y tal, pero…
No me gusta que Javier Tebas maneje la Liga de Fútbol Profesional como si fuera su cortijo con la aquiescencia y beneplácito de clubes y dirigentes, y esté imponiendo, por ejemplo, un control informativo alrededor de los partidos de fútbol que me río yo de las televisiones públicas en manos de políticos. No me gusta, en general, Javier Tebas.
O sea, que no me gusta el fútbol moderno. No sé como decirlo.