Llegaba el Madrid a la casa del Atlético de Madrid encumbrado, principalmente por la prensa afín a la causa, gracias a su victoria en Europa ante un equipo cuya defensa tenía solo el nombre, y claro, durante 70 minutos pasó lo que tenía que pasar…que el equipo de Ancelotti desapareció del terreno de juego.
Con Coentrao y Arbeloa como mejores ejemplos de que en la vida puedes llegar lejos pese a no tener aptitudes (como muchos políticos), la defensa madridista se vio desbordada por un Atlético de Madrid que literalmente se comió a su rival con una presión y un Diego Costa inconmensurables.
La tardanza del Cholo en hacer cambios y el acierto de Ancelotti en los suyos (difícilmente podía liarla más) provocó que en los últimos 30 minutos del encuentro el aficionado rojiblanco acabara firmando un empate que ni por asomo mereció.

Tomando el puente aéreo, el Barcelona cumplió con el expediente pero “Mare de Deu” cada vez que el Almería cruzaba el medio campo los aficionados culés mirábamos para otro lado…
Con el Barsa uno tiene la misma sensación que cuando se queda por primera vez con una chica y ésta se retrasa…Tú estás esperando y durante los primeros minutos de retraso piensas “es normal, hay tráfico, no todos somos puntuales…tal cual Pascual”. Pero cuando pasan 15 minutos ya está uno mosqueado sin saber si quiera si la susodicha llegará a aparecer.
El conjunto del Tata Martino es algo parecido, da la impresión de estar tieso físicamente, concede muchas ocasiones atrás y adelante tiene menos efectividad que el collar cuántico de la teletienda. No sabemos si el Barsa que todos esperamos llegará o simplemente es que no volverá más. Aun así seguimos esperando y teniendo esperanza.
En definitiva, la jornada de Liga nos deja claro que el Madrid no es un monstruo de 7 cabezas como muchos piensan, que el Atlético no es el Schalke y que para el Barcelona lo más preocupante es que el rival que ayer estaba metido en el partido hasta el minuto 80 era el Almería.