Este domingo la Copa África 2021 coronará a la mejor selección actual del continente. Y digo 2021 porque, al igual que sucediera con la Eurocopa, la edición tuvo que postergarse un año por culpa de una pandemia que se agrava aún más en esas latitudes. Quizás, esa espera se haya traducido en una mayor expectación hacia el torneo localizado esta vez en Camerún. Esa competición que tanto asombra por su pureza y su amateurismo en algunos casos como desbarata las planificaciones occidentales.
Lo que sí podría preverse es que dos de las selecciones más potentes del continente se vieran las caras en el último partido. Hablamos de la Senegal de Sadio Mané y la Egipto de su compañero en el Liverpool, Mohamed Salah. Dos combinados que han ido superando obstáculos mientras veían cómo se quedaban en el camino favoritas como Marruecos o Costa de Marfil. Pero principalmente Camerún, la anfitriona que llegaba con la temible dupla Aboubakar-Ekambi. Sin embargo, el domingo veremos mucho más que un Mané vs. Salah.
¿La octava o la primera?
La historia siempre pesa a la hora de disputar una final. En este caso, el bagaje que ambas selecciones cosechan es muy desigual. Por un lado, podría ser el primer título para Senegal, que ya vio cómo se lo arrebataba Argelia en la última edición. Era su segundo subcampeonato tras el de 2002, protagonizado por la generación que sacó los colores a Francia en el mundial de Corea y Japón con Elhadji Diouf a la cabeza. ¿Habrán aprendido lo suficiente de las dos decepciones como para resarcirse este año?

Por otro lado, nos encontramos con Egipto, la gran dominadora del palmarés histórico de la CAN. Los faraones disputan su novena final. Ahí es nada. Un nuevo entorchado aumentaría la brecha con Camerún a tres títulos. Los egipcios saben que la Copa de África es su torneo fetiche, lo que reflejan sus tres únicas (y discretas) participaciones en mundiales. Sin embargo, el fracaso de no pasar de octavos hace tres años como anfitriones aún debe rondar las cabezas de los, a priori, favoritos.
Línea por línea
El pasado es importante pero más aún el presente, por eso vamos a analizar a ambos conjuntos por parcelas del terreno de juego. Empezando por la portería, donde la comparativa es bastante desequilibrada. Los senegaleses cuentan, aunque se perdiera por Covid los primeros encuentros, con Mendy, portero del Chelsea y actual campeón de la Champions League. Mientras Egipto cuenta con el guardameta revelación, Gabaski, del Zamalek, que suplió a su compañero El Shenawy por lesión y lleva dos tandas de penaltys ganadas.
En la retaguardia también saldría vencedora Senegal. Ya no sólo por Koulibaly, uno de los mejores centrales de la Serie A, sino porque los que lo acompañan forman parte de equipos como el Bayern (Sarr) o el PSG (Diallo). Además son suplentes, por lo que han llegado frescos. Enfrente la defensa egipcia cuyos titulares juegan todos en la liga local. Para colmo, perdieron por lesión en cuartos a su central más experimentado, el expremier Hegazy. No obstante, es una de las claves del éxito de Egipto, que sólo ha encajado dos goles en todo el campeonato.
En la medular tiene mucho que ver la diferencia de sistemas. Senegal suele optar por un doble pivote rocoso con Mendy y Kouyaté, ambos jugadores de la Premier, aunque el primero con mucho menos protagonismo en su equipo, el Leicester. Mientras que los faraones se decantan por un trivote en el que destaca la calidad del gunner Elneny. Lo escoltan habitualmente el voluntarioso Elsolia y gente de brega como Fathi, Ashraf o Said, todos de la liga local. Sorprende la poca participación del villano Trezeguet, muy aquejado por las lesiones este curso, en los últimos encuentros.
Y en la delantera, dejando a un lado a Salah y Mané, quizás sean los del Nilo los que cuenten con mejor arsenal. El tridente egipcio lo completan Omar Marmoush, una perla de 22 añitos titular en el Stuttgart y el polémico Mostafa Mohamed, uno de los delanteros de moda en Turquía. Senegal saca una terna de dos extremos y un mediapunta, normalmente Gueye, que adelanta su posición en el PSG, por detrás de la referencia. La inoportuna lesión del groguet Dia ha permitido la entrada en el extremo derecho del prometedor Dieng por delante del eléctrico Ismaila Sarr y la consolidación del tanque Diédhiou en punta.
Lucha de estrategas
El último aspecto a valorar es el de los sistemas y sobre todo, los que lo configuran, los entrenadores. En ese ámbito se produce un claro choque entre veteranía e inexperiencia. Senegal está comandada por Aliou Cissé, integrante de la generación dorada de 2002 pero cuyo curriculum entrenando se limita a su paso por el combinado centroafricano. Eso sí, son ya siete años los que lleva the king con los leones de Teranga, por lo que debe hacer valer la longevidad de su proyecto. Como ya hemos comentado, su sistema predilecto es el 1-4-2-3-1 con músculo en el centro del campo y mucho juego de velocidad por los extremos.

En el banquillo opuesto debería sentarse el experto Carlos Queiroz, aunque la expulsión del luso en semifinales le privará de ello y se desconoce quien recibirá las órdenes del exmadridista desde la grada. Y es que su segundo, Roger de Sá, también está sancionado. El antiguo ayudante de Ferguson, que ha entrenado selecciones en cuatro continentes, sólo lleva dos derrotas desde que desembarcó en El Cairo hace cinco meses. Su disposición habitual es el 1-4-3-3 en el que destaca la velocidad de sus transiciones y la sobriedad defensiva.
En definitiva, estas son las claves de la final que el domingo coronará con un año de retraso a la mejor selección del continente africano. ¿Será la Egipto de Salah o la Senegal de Mané?
Lo que es seguro es que habrá ojeadores del fútbol europeo en busca de jugadores revelación porque cada vez en mayor número es un mercado muy interesante y productivo,el africano, para nutrir a clubes de primer nivel.
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