
Desde que llegó al Real Madrid se viene hablando de la posibilidad de que José Mourinho salga de la entidad. Sus constantes guiños al fútbol inglés, el poco cariño de la prensa y su agrio gesto dejan la sensación constante de provisionalidad. Este año su marcha parece un secreto a voces, con esa hipótesis se interpretan sus gestos desde hace meses, aunque algunos de sus defensores crean que sus últimas ruedas de prensa, con críticas muy directas a todo aquello que no le gusta de lo que le rodea, no es más que un ultimátum al club.
Toda la carrera de José Mourinho ha estado marcada por conflictos de todo tipo. Para los no devotos, pasa por ser un borde, entre sus acólitos se le ve como un ejemplo de sinceridad y autenticidad. Personalmente, entiendo su actitud agria como un personaje con el que atraer hacía si mismo toda la atención mediática. Como Guardiola dijo de él, es el puto amo de las salas de prensa.
Su forma de gestionar al grupo empezó funcionándole. Crea enemigos externos con los que liberar al equipo de culpa (árbitros, Federaciónes, prensa, Barça), algo muy agradecido por los jugadores propios. Suele castigar duramente indisciplinas para evitar que los suyos se salgan del redil (el primer ejemplo fue Pedro León, el último Pepe). Así asegura que los jugadores se sientan cómodos siguiendo sus consignas, porque así él asume todas las críticas externas y se cortan de raíz problemas internos.
Ese método es exitoso, ya que mantiene a los jugadores tan tensos que les obliga a dar el máximo, pero esa misma tensión hace que no sea soportable durante demasiado tiempo. Este año parece haber explotado, con las consecuencias de ruptura visible en el vestuario y entre la afición que vive el Real Madrid actualmente.
Veo entre el madridismo que Mourinho goza de muchas adhesiones inquebrantables, muchos opositores radicales y una mayoría silenciosa que le ha jaleado mientras mantenía la ilusión de la décima Champions y el recuerdo de haber frenado al gran Barça de Guardiola. Eliminados de la Champions y con el Barça campeón de Liga, esa mayoría está dejando de tolerar al personaje. Pero la culpa, querido José, no es de Casillas, ni de la prensa, ni de la FIFA, ni de entrenadores pretéritos, la culpa es de Lewandowski y sus cuatro goles en Dortmund.