Hace poco he tenido la oportunidad de volver a ver una excelente película de Sidney Pollack, «Caprichos del destino». Exactamente, este es el título que podíamos poner a la tempestuosa relación que desune a José Mourinho e Iker Casillas. Que ambos no rimaron desde el primer día es algo que cualquiera que se maneje en el entorno del Bernabéu sabe. No lo digo yo, que por el coliseo madridista voy poco (o nada, mejor dicho), pero sí lo dicen -lo dijeron, lo seguirán diciendo…- periodistas, acólitos y palmeros de ambos. Esto no debería haber sido ningún problema, porque a Mou le fichó Florentino para ser el entrenador del Real Madrid, no para ser amigo y confidente de sus chavales.
No tienes porque llevarte muy bien con tus jugadores. Ni siquiera bien. Ese no es el trabajo de un entrenador. También es cierto que los hay que se llevan bien con sus jugadores, incluso muy bien, y lucen un palmarés más que envidiable. Pero eso es otro debate. Cabía suponerles a ambos la suficiente profesionalidad para aparcar sus diferencias personales en pro del bien del Real Madrid. Si lo hicieron o no, ellos sabrán. El resto sólo podemos suponer. Y algunos, suponemos mal. Muy mal.
Recién aterrizado en Madrid, ya tiró el portugués la primera andanada, al sugerir que no era adecuado que un portero fuera el capitán del equipo. Volvió sobre sus pasos rápidamente. Luego, en esa primera temporada de Mourinho en el Real Madrid, llegó el lamentable carrusel de clásicos en el que jugadores y entrenadores -de ambos equipos- mostraron, mayormente, lo peor de sí mismos. Tensión, broncas, insultos, agresiones…
Al comienzo de la segunda temporada, llegó la famosa Supercopa del dedo en el ojo ajeno (y esa penosa pancarta que Florentino autorizó en su propia casa: «Tu dedo nos señala el camino«) y la tensión entre Real Madrid y Barcelona, entre los internacionales blancos y los blaugranas subió enteros volviéndose casi insoportable.
Entonces, Casillas hizo algo que Mou no le va a perdonar jamás. Llamó a Xavi y Puyol para intentar que las diferencias futbolísticas que empezaban a rayar lo barriobajero no llegarán más lejos. Y no sabemos si fue desde Madrid o desde Barcelona, pero la existencia de esas conversaciones se filtró a la prensa. Esa mano tendida de Iker al «enemigo» es algo que no entra en la filosofía de trabajo del técnico de Setúbal. Lo entendió como una tración a su persona y figura, y no está dispuesto a pasar esa página. Y mira que ya ha llovido. Sobre todo este año…
Será difícil que Diego López deje la portería».
José Mourinho
Luego, a lo largo de esa temporada, llegaron algunas broncas en los entrenamientos: de Iker con el mister; de Ramos con el mister. Y con El País y MARCA como altavoces de lo que se cocía en el vestuario blanco. Mou sospecha desde hace bastante que Iker es el «topo» que filtra las noticias al amigo Diego Torres, martillo pilón del entrenador en El País, y a la cúpula del diario deportivo madrileño. Pero las sospechas, sin pruebas…

No sé si Mou fue a clase el día que explicaron las buenas maneras y la humildad, pero desde luego, el día que dieron aquello de «la venganza es un plato que se sirve frío» sí asistió. En primera fila. Pegado al profesor. Casi impartió la clase él.
En diciembre probó fortuna, sentando al mejor portero del mundo a cambio de Adán. Era una apuesta, como otra cualquiera. Le salió mal, porque Adán, en lugar de venirse arriba, acusó la presión.
No le salieron las cosas, fue expulsado contra el Rayo Vallecano al poco de haberse iniciado el partido, y hay que reconocer que los medios de comunicación y el entorno tampoco ayudaron demasiado a insuflarle confianza, poniendo el conflicto entre Mou e Iker en el plató de sus actuaciones. Antonio Adán sufrió todo aquello, y el portero que fuera titular en la última jornada de 2012 en Málaga ahora es, habitualmente, el descartado en pro de Jesús. Y en cuanto Iker ha vuelto a las convocatorias, será el 4º portero del Real Madrid. Es difícil perder tanto la forma en apenas tres meses…
Cuando Mou rumiaba que su venganza tendría que aplazarse «sine die», los CAPRICHOS DEL DESTINO quisieron que Iker Casillas, que ha pasado casi toda su carrera deportiva viendo a las lesiones pasar de lejos, cayera lesionado en una mano por una patada desgraciada de Alvaro Arbeloa. Como ni Adán ni Jesús merecían su confianza, Mourinho puso su punto de mira en Moyà (Getafe), Roberto (Zaragoza), Andrés Fernández (Osasuna)… Al final, el elegido fue Diego López, suplente en el Sevilla de Palop. El entrenador portugués no quería afrontar la parte más importante de la temporada (semis de Copa del Rey, octavos y cuartos de final de Champions) con Adán como portero titular.
Y por si el destino ya había sido poco caprichoso hasta la fecha, quiso éste que Diego López, las cosas como son, rindiera el tiempo que ha estado Casillas de baja a un nivel altísimo. Esto es algo objetivo, no puede negarse. López ha salvado al Madrid en varios partidos con paradas antológicas. Mou tenía a tiro su deseo: dar un buen rapapolvo a su portero, a su capitán, al jugador al que si hubiera podido, habría vendido después de su primera temporada en el Real Madrid.
Ahora, Casillas está de vuelta, pero José Mourinho y esa patética marioneta llamada Aítor Karanka (sólo espero que algún día, aunque sea a sus más allegados, reconozca lo mezquino de su papel en los años que Mou haya estado en el Real Madrid) no cesan de lanzarle mensajes. «No tiene el alta competitiva» (¿eso qué «é» lo que «é»?), «Será difícil que Diego López deje la portería» y la última y gloriosa, después de la contudente victoria por 3-0 frente al Galatasaray, «Ahora mismo, Diego López está mejor que Casillas«.
Pero vamos a ver. Si uno acaba de salir de una lesión, lleva con el alta médica dos semanas y no ha vuelto a jugar desde el mes de enero, ¿cómo no va a estar mejor Diego López, que es titular y juega 90 minutos todos los días que alguien, se llame Casillas o se llame Iker, que viene de salir de una reciente lesión? No creo que haya que ser licenciado en algo para saber que «el alta competitiva» se consigue jugando, no sólo entrenando.
Pero si éramos pocos, ya saben lo que hizo la abuela… Le llegó el turno al entrenador anteriormente conocido como Arrigo Sacchi, que interpelado después del partido de cuartos de final de la Champions contra los turcos, se soltó la perla de «Iker siempre ha entrenado mal, debe mantener la humildad y ser más equilibrado e inteligente«. Las cosas como son.
Yo nunca he visto entrenar a Iker Casillas. Vamos, no he estado a menos de 50 ó 60 kilómetros (que yo sepa) de él. Pero desde luego, no da la sensación de ser un tipo que haya perdido la humildad. Es discreto, siempre tiene una palabra de elogio para el rival, no busca la confrontación ni el choque innecesario, es un buen compañero de sus compañeros, trabaja como el que más (ha acortado los plazos de recuperación de su lesión un mes…) y le plantó un beso a su novia delante de toda España.

No sé, igual todo esto es pura fachada y en realidad es un indolente, creído y soberbio. Mis informes no van por ahí, pero más allá de lo que me cuentan y de cómo interpreto yo lo que percibo de Casillas cada vez que le veo en un partido, en una entrevista, en un evento… -que no es algo muy científico que se diga- no parece que el Galáctico de Móstoles responda a ese perfil. Pero el entrenador anteriormente conocido como Arrigo Sacchi, rumiando su frase, debió darse cuenta de lo ventajista e increíble que resultaba, volvió al escenario del crimen menos de 24 horas después para matizar sus declaraciones.
Ya saben, «¡¡Cómo voy a decir yo eso de Iker!!», «Mis palabras no se interpretaron bien«, «Dije que no podía perder la humildad, que no es lo mismo que…» En fin, el mismo rollo de siempre, donde dije Digo, digo Diego, el contexto y todas esas excusas que ciertos colectivos manejan con solvencia casi política. De todas manera, si en su interior, el entrenador anteriormente conocido como Arrigo Sacchi cree que Iker Casillas no es humilde, siento una gran curiosidad por saber qué es lo que piensa de su compañero de equipo Cristiano Ronaldo.
Yo creo que si no pasa nada raro en los próximos partidos, Casillas va a jugar poco en lo que queda de temporada. O lo que es peor, aún. Jugará los partidos de la basura. Pero según leí el otro día al inefable Diego Torres en «El País», el plan de Mou es devolver a Iker la titularidad después de pasar la eliminatoria contra el Galatasaray, para justificar con su presencia una previsible derrota del Madrid en semifinales. Esto, la verdad, no me lo creo.
Me cuesta imaginar que Mou no crea que su equipo no puede ganar la semifinal a Bayern, Juventus, Barcelona, PSG, Málaga o Borussia, porque a dos partidos, el Real Madrid no tiene nada que envidiar a ninguno de estos equipos. En cambio, sí le creo capaz de poner a Iker a los pies de los caballos si supiera que eso iba a suceder.
Mou ha demostrado ya en reiteradas ocasiones que ser un extraordinario entrenador y una mala persona es algo perfectamente compatible, pero metería la mano en el fuego porque el de Setúbal jugará las semifinales a muerte, sea su rival quien sea. Que luego, la mala suerte o los caprichos del destino quieren que su equipo no pase ronda… Entonces, si puede, ya buscará a quien culpar. Dentro del campo, claro.
Estoy totalmente de acuerdo con tu análisis Víctor. Con la llegada de Mou, Iker (como el resto de la plantilla) se enconmendó a él. Las sucesivas salidas de tono y demás circos montados por el portugués han hecho que el portero (al igual que gran parte de sus compañeros) simplemente tengan una nula relación con él.
Aguantará hasta final de temporada porque ante todo es madridista, pero estoy seguro de que ya ha puesto alguna que otra vela para verle lejos del Bernabéu el año que viene.
Enhorabuena por el artículo!
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Me alegro que te haya gustado el artículo, aunque de la discrepancia también salen cosas buenas. No deja de sorprenderme la actitud de un importante sector del madridismo, muy crítico con Casillas en todo este asunto. Es algo que me cuesta entender. Por cierto, voy a tirarme a la piscina: si el Madrid gana la «décima», el siguiente destino de Mou será el Paris Saint Germain. Intentará hacer de su figura LA figura y ser el ÚNICO entrenador que haya ganado la Liga de Campeones con equipos de cuatro nacionalidades diferentes.
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