Pelé se ajustó la corona y se sentó en el trono para disponerse a ver el Mundial de México en el mes de junio de 1986. El brasileño estaba solo en el monte Olimpo de los dioses que habían sido campeones del mundo. Pero algo en su interior le avisaba de que no tardaría mucho en tener compañía, pues a dicho campeonato acudían bastantes figuras que podían aspirar a tal honor.
La fase de grupos sirvió para efectuar la primera criba, donde, sorprendentemente, cayó la Portugal de Paulo Futre. En esta fase se vieron algunos grandes partidos, como el disputado entre Francia y la Unión Soviética (1-1) o el que jugaron Dinamarca y Uruguay, con un tremendo baño de juego y goles propinado por daneses a uruguayos, con especial protagonismo de Michael Laudrup y Elkjaer Larsen, autor de tres tantos en la espectacular goleada (6-1).
Así se llegó a la hora de la verdad, la de las eliminatorias de octavos de final.
Argentina dejó fuera a Uruguay en un partido sin historia, que no anticipaba, en absoluto, lo que iba a suceder luego con los argentinos, que se convirtieron en los grandes protagonistas del torneo.
Inglaterra, con un Lineker inconmensurable, goleó a Paraguay y se citó con los argentinos en la siguiente ronda.
El gran protagonista de esta fase de octavos fue Emilio Butragueño, que anotó cuatro dianas para golear a Dinamarca (5-1). Quizá el partido más espectacular fue el que enfrentó a la Bélgica de Pfaff y Scifo con la máquina soviética de Belanov, Zavarov o Blokhin. Los belgas siguieron adelante al ganar por 4-3.

También se clasificaron las selecciones de Brasil que ganó con comodidad a Polonia (4-0), Francia, tras vencer a Italia (2-0), Alemania, que ganó a una correosa Marruecos (1-0) y el país anfitrión, México, que derrotó a Bulgaria por 2-0, con uno de los goles más espectaculares del torneo, marcado por Negrete.
La fase de cuartos de final se presentaba con duelos estelares, como el de Brasil contra Francia, o Zico contra Platini. Los franceses, en un disputado encuentro, dejaron fuera a los cariocas tras empatar (1-1) y vencer luego en la tanda de penaltis. También se decidieron desde el punto fatídico los choques entre Alemania y México, que empataron a cero en el tiempo reglamentario, con victoria posterior de los alemanes, y el Bélgica contra España, que empataron (1-1) para que los belgas consiguieran el pase desde los once metros.
El duelo que más expectación despertaba de esa fase de cuartos era el que enfrentaba a Argentina e Inglaterra. Un conflicto armado entre ambos países, unos años atrás, se trasladaba al terreno de juego, lo que añadía mucho más morbo al partido.
A pesar de la resistencia del equipo inglés, con un gol anotado por Gary Lineker, el duelo se decidió con dos acciones divinas. El mismo Dios marcó el primer tanto echándole una mano a los argentinos y luego se reencarnó en futbolista para marcar el tanto más hermoso de la historia de los mundiales.
En la penúltima ronda, la siempre competitiva selección alemana venció a Francia por 2-0. Los germanos, con Beckenbauer en el banquillo y Matthäus en el campo, llegaban, como en el anterior campeonato, al partido definitivo.
En el otro encuentro, un barrilete cósmico pasaba por encima de Bélgica para llevar a Argentina hasta la gran final.
El partido cumbre comenzó con el protagonismo de Maradona, aunque de una forma totalmente distinta a la esperada, ya que el 10, motivadísimo, recibía una tarjeta amarilla a los 17 minutos de comenzar el choque. Argentina, a pesar de que los alemanes efectuasen un estrecho marcaje a Diego, se colocó con una ventaja de 2-0 que hacía presagiar una fácil victoria al equipo sudamericano. Pero enfrente estaba Alemania, un equipo que no se rinde nunca y que consiguió empatar el encuentro para llenarlo de emoción.
D10S decidió que aquel era su campeonato y no iba a dejar que nada ni nadie se lo arrebatase. Un balón dividido en el centro del campo, aparentemente sin peligro, bastó a Maradona para inventarse una genial asistencia a Burruchaga, que marcó el gol del triunfo argentino.
En ese momento, Pelé se levantó para dejar sitio a un nuevo trono que estaba reservado a su nuevo compañero para la eternidad futbolística: Diego Amando Maradona.
EL GOL.
Con tanta calidad, se marcaron varios tantos extraordinarios. Michael Laudrup a Uruguay, Negrete a Bulgaria o cualquiera de los dos testarazos del brasileño Josimar, podrían haber optado a ser el mejor del torneo. Sin embargo, un extraterrestre que visitó nuestro planeta para dejar en el camino a todos los ingleses que le salían al paso hizo la jugada de todos los tiempos para marcar EL GOL con mayúsculas.
EL PARTIDO.
La final fue un auténtico partidazo, con un equipo alemán que anuló al mejor jugador del mundo y remontó un marcador de dos goles en contra para apurar sus opciones de ser campeón del mundo. Esas opciones se derrumbaron cuando el genio frotó su lámpara para hacer magia y regalar un pase que propició el tanto definitivo que le otorgaría la corona de laurel.
EL JUGADOR.
Matthäus, Rummenigge, Platini, Scifo, Pfaff, Zico, Sócrates, Hugo Sánchez, Butragueño, Lineker, Laudrup, Elkjaer Larsen, Belanov, Zavarov, Vialli, Rossi, Boniek, Francescoli, Futre…
Posiblemente, jamás se vuelva a reunir un elenco tan extraordinario para disputar un campeonato del mundo.
Seguramente, jamás habrá un jugador que se corone como rey indiscutible del planeta con tanta solvencia como lo hizo en 1986 Diego Armando Maradona.