El “Brujo” Amaro estudiaba los movimientos del “Chopo” José Ángel y se preparaba para un duelo completamente inusual.
Amancio e Iribar se habían enfrentado muchas veces, pero aquel 3 de diciembre de 1983 era una ocasión muy especial. Ninguno vestía de corto y ambos seguirían el partido sentados en sus respectivos banquillos.
Esa temporada, la segunda división podía competir, en cuanto a nivel, con cualquier categoría profesional del universo futbolístico.
Hércules, Oviedo, Celta, Depor o Las Palmas partían, al inicio del curso, como equipos favoritos al ascenso, sin ningún tipo de duda. Además, los filiales de cuatro históricos completaban un elenco de escuadras realmente potentes.
Barcelona Atlético y Atlético Madrileño, sin embargo, no pudieron seguir la estela de los dos primeros clasificados al final de aquella campaña. Ese día de diciembre, el estadio Santiago Bernabéu vistió sus mejores galas para contemplar un enfrentamiento histórico.

Unos años más tarde, Ochotorena, Sanchís, Míchel, Martín Vázquez, Butragueño, Pardeza o Cholo, continuarían su carrera como futbolistas profesionales con la camiseta del Real Madrid, entre otros equipos.
Por otra parte, Iru, Andrinua, Bolaños, Pizo Gómez, Elguezábal, Ayúcar, Pachi y Julio Salinas también se graduarían, más adelante, para pasar de ser cachorros a auténticos leones.
El partido lo resolvió Emilio Butragueño marcando a pase de Míchel. Una situación que se repetiría en infinidad de ocasiones durante muchas más temporadas.
Además de la lucha por el campeonato, también existía una dura pugna para conquistar el trofeo de máximo goleador entre los arietes de ambos equipos, Butragueño y Julio Salinas, que se resolvería a favor del vasco, que acabó como pichichi de la categoría.
El Castilla terminó como campeón seguido, muy de cerca, por el Bilbao Athletic. De todas formas, al ser filiales, ninguno de los dos primeros clasificados pudieron ascender a la máxima categoría, algo que también consta como un dato histórico muy difícil de volver a repetirse.
Aquella temporada, por tanto, la segunda división colgó sus ropas de plata para ponerse otras de mucho más valor. Un valor que reivindicaba el peso de las canteras en el mundo del fútbol.
Por ello, la moraleja de esta historia podría ser ese canto que tanto se oye por muchos estadios de nuestro balompié: “Menos cartera y más cantera”.