Salvo sorpresa mayúscula, Leo Messi va a conseguir hoy sumar dos terceras partes del peso de su cuerpo en Balones de Oro, ayer sobre el césped del Metropolitano fue oro puro para su equipo. En un partido interesante, desatado y entretenido, Messi fue quien acertó con la portería. Tras 85 minutos de intensidad y ocasiones falladas, el gol de Messi fue una lección para el Atlético: si no aciertas, lo pagas.
Y es que, sin gol, no hay grandeza. El Atlético de esta temporada, probablemente, no está jugando mucho peor que otros años, pero deja una impresión más pobre por su terrible falta de gol. Siempre he pensado que hay ciertos detalles que un equipo grande debe tener. Por ejemplo, una buena presión en campo contrario. Pero si hay algo fundamental e imprescindible para optar a ganar títulos, son un par de caminos fiables para el gol, una especie de plan A y plan B.
Así, mientras el Barça tiene, por supuesto, a Messi, también cuenta con muchas otras opciones de jugadores con buenos número goleadores, como Suárez y Griezmann. Si el plan A no está inspirado, te aparece el B o hasta el C. Cuando no tienes ese nivel individual en la plantilla, tienes que buscar otras soluciones. El Atlético que fue campeón de Liga y subcampeón de Europa en 2014 tenía a Diego Costa, al que casi cualquier balón que le mandaras cuerpeando con un defensa, acababa en las redes. Pero también tenía el balón parado, que tantas alegrías le dió.
El Atlético de Madrid de este año tiene a un Morata más o menos inspirado y un varios caminos que parecen posibles, pero que se cortan antes de llegar a la meta. Goleadores que no golean y creadores de ocasiones que no crean. Me imagino a Messi viendo partidos del Atleti y pensando «con lo fácil que es meter goles…»
Y si hablamos tanto de Messi es porque fue el termómetro del partido. En una noche fría y lluviosa, conclusión de un fin de semana frío y lluvioso en Madrid, el Atlético puso el fuego al principio del partido. Contra un Barça en versión parecida a la de Roma o Liverpool, los locales cuajaron media hora de fútbol intenso que recordaron a los mejores momentos del Cholismo.

El Atlético presionaba amenazante la salida del balón del Barça, estaba mucho más despierto, sobre todo en el centro del campo, con un Herrera imperial y un Koke que delineaba el juego con claridad. El balón le corría en combinaciones a buen ritmo y las llegadas de Trippier fluían para dar sensación de peligro.
Incluso funcionaba la decisión de incluir a Saúl en el lateral izquierdo. Combinaba correctamente con Koke y, entre los dos, le daban salida al balón por ese flanco. Aunque arriba Morata recibía demasiado de espaldas, algo que le hace sufrir, a Correa le sobraba algún toque de más o le faltaba sutileza para resolver jugadas, y Joao Felix volvía a demostrar una bisoñez y timidez que no le deja aprovechar su calidad, el Atlético dominaba el partido.
No obstante, las mejores ocasiones de los colchoneros nacieron de jugadas a balón parado. Mario Hermoso se encontró con dos balones en boca de gol, el primero de ellos, tras endiablados rebotes, pego en el palo. El segundo fue desviado por el tacón de Ter Stegen para que cogiera el efecto justo para alejarse del marco azulgrana.
Para culminar la media hora de reminiscencia del Cholismo del bueno, Morata cabeceó picado un balón que Ter Stegen se quitó de encima cuando el Metropolitano ya casi celebraba. Entre las tres ocasiones falladas, un balón robado por Messi a Herrera que puso el miedo en el cuerpo a los locales, y la necesidad de bajar el ritmo para no desfondarse físicamente, el Barça fue entrando en el partido.
Sin terminar de desinflar a los colchoneros, Valverde decidió que había que explotar la posición de Saúl como lateral y el equipo empezó a combinar por allí con Sergi Roberto, De Jong y Messi metiendo en un laberinto al todocampista ilicitano. Así, un Messi desactivado desde el principio del partido, empezó a cogerle gusto al partido. Aunque Suárez y Griezmann (muy pitado y poco acertado, como se intuía) eran superados por Hermoso y Felipe, para terminar de demostrar que el Barça estaba en el partido, Piqué estrelló un cabezazo en el larguero de Oblak.

Al descanso, daba la sensación de que el Atlético había perdonado, pero que el FC Barcelona ya había entrado en el partido. Así se demostró en el segundo tiempo. Con algo más de dominio de los visitantes, con Rakitic bien asentado en el pivote junto a De Jong y Arthur moviendo el balón con criterio, todo funcionaba cuando Messi asomaba a recibir.
Aunque ni Suárez ni Griezmann acompañaban para generar peligro real, Leo Messi, el plan A del Barça, empezaba a avisar partiendo desde la derecha. El Atlético no le perdía la cara al partido, pero ya no podía frenar la salida de balón culé y tenía que buscar el gol sin dominar el campo, sino teniendo que correr a la espalda de la defensa rival. Ni un cansado Correa ni un timorato Joao Felix parecían poder conseguirlo. Morata también había trabajado demasiado, pero era quien mejor mantenía el tipo.
Entró Vitolo por Joao Felix, cambio que enfadó al público, que sigue esperando cosas del menino que no terminan de llegar. El canario estuvo voluntarioso, enarboleció a la afición con una jugada en la que pudo provocar la expulsión de Piqué y una entrada al mismo rival que pudo haber provocado su propia expulsión, y que acabó con el catalán sustituido por Umtiti.
También entró Lemar por Correa. Podríamos decir del francés que hizo uno de sus mejores partidos de la temporada. No hizo nada, pero al menos, por ello mismo, no molestó demasiado. Lo de este chico es el extraordinario caso del futbolista insustancial.
En el Barça entró Vidal por Arthur a veinte minutos del final. Pero para entonces, el Barça ya había fiado todo a Messi. Sus cabalgadas desarbolaban la defensa local, introduciendo en el juego a sus compañeros, que no acertaban mientras los colchoneros achicaban balones de su área.

Así, a cinco minutos del final, el seis veces (salvo sorpresa mayúscula) Balón de Oro, agarró el balón abierto a la derecha y tiró una pared con Suárez mil veces repetida. Con ese pie izquierdo, que funciona como el putter de un golfista, puso el balón en el lugar exacto para llevarse un partido que avanzaba hacia un más justo empate final. Traten de hacer ese remate en carrera. Esa jugada que ya es rutinaria en el repertorio de Messi, sería un golazo único en la carrera de muchos futbolistas de primera línea.
Ese gol mató al Atlético. Sin tiempo para reaccionar, trató de echar el resto, pero era inútil. Sin gol, no hay éxito, y menos entre rivales del máximo calibre. Messi lo tiene, Simeone no lo encuentra. Eso no es óbice para que el Barça deba reflexionar sobre la forma de conseguir un mayor control sobre los partidos, la media hora inicial frente a un equipo más acertado, puede ser letal.
Mientras, en el Atlético, se avecina una temporada de transición. De volver a entrar en puestos de Champions y de caer ante cualquier equipo de cierto nivel en octavos o cuartos a lo sumo. Quien sabe, a lo mejor ha llegado el momento de cambiar de rumbo en el Metropolitano, quizás ya le cuesta a Simeone transmitir al nivel que lo hacía en años anteriores. O tal vez solo necesita encontrar una chispa que prenda la mecha del gol y que genere confianza en el equipo. El tiempo lo dirá.