Hasta el 3 de abril de 1938, la historia de Matthias Sindelar puede ser muy parecida a la de cualquier gran futbolista de su época. Nacido en 1903 en la localidad de Jihlava, entonces perteneciente al Imperio Austrohúngaro y hoy a la República Checa, siendo muy niño se trasladó a Viena junto con su familia, de origen judío checo. Allí desarrollaría su vida y carrera profesional y aquel 3 de Abril de 1938 en el estadio Prater, llevó a cabo uno de los actos más honrados y valientes jamás visto en un campo de fútbol.
Considerado por muchos el mejor futbolista de la historia de Austria, e incluso uno de sus mejores deportistas, es leyenda en el Austria de Viena, donde jugó entre 1924 y 1938.
En ese periodo de tiempo ganó con su club dos Copas Mitropa (un antecesor de la Copa de Europa que enfrentaba a clubes centroeuropeos), una Bundesliga austriaca y cinco Copas de Austria. Con la Selección Austriaca, el histórico Wunderteam, disputó 44 partidos, anotando un total de 27 goles. Entre esos partidos se cuenta su participación en el Mundial de Italia en 1934, donde cayeron en semifinales ante la anfitriona, y en los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936, donde cayeron en la final ante el mismo rival.

Matthias Sindelar era un delantero esbelto, ágil, que podríamos llamar moderno o adelantado a su tiempo. No era un delantero centro que destacara tanto por su capacidad rematadora como por su facilidad para el regate, su habilidad en los controles y una gran visión de pase. Un jugador de movimientos tan elegantes y coordinados que era conocido como el Mozart del fútbol, tan grácil en el regate que le apodaron el hombre de papel.
Pero este hombre de papel tenía una determinación de acero y un corazón que le guió por los caminos que él entendió como justos en los complicados momentos históricos que le tocó vivir. En marzo de 1938, la Alemania nazi se anexionó Austria en lo que históricamente se conoce como el Anschluss. En el mundo del fútbol esto suponía la desaparición de la Selección Austriaca como tal, pasando sus jugadores a formar parte de la Selección Alemana, al servicio del gobierno del III Reich.
La nobleza de Sindelar, descendiente de judíos, no podía soportar esta situación. Llegamos así a esa fecha clave del 3 de Abril de 1938, cuando las autoridades nazis organizaron un partido de bienvenida entre Austria, que jugaría así su último encuentro como Selección independiente, y Alemania en el estadio Prater de Viena.
Aunque no hay evidencias de ello, se dice que los austríacos recibieron la «recomendación» de dejarse ganar por el combinado de la invasora Alemania. Pero Sindelar y sus compañeros, acostumbrados a golear a la Selección Alemana en enfrentamientos anteriores (el propio Sindelar anotó un hattrick en un 5 a 0 disputado en Viena), no estaban por la labor de dar la bienvenida a los nazis.
Tras un primer tiempo en el que Sindelar erró varias buenas oportunidades, tal vez a propósito, en la segunda mitad Karl Sesta adelantó a los locales. Minutos después fue el propio Sindelar quien amplió la ventaja al 2 a 0 con el que finalizaría el encuentro. Y, aunque no queden fotos ni imágenes que lo atestigüen, realizó la más hermosa celebración de un gol de la historia del fútbol.
Aquel hombre de papel, aquel descendiente de judíos al que le estaban despojando de su país, de su identidad, de sus libertades, incluso de su pasión por jugar al fútbol con su Selección, simplemente bailó.
Sindelar se plantó con su amigo y compañero Sesta delante del palco, plagado de autoridades nazis y, cuando algunos esperaban que hicieran el saludo nazi como bienvenida al invasor, nuestro protagonista bailó burlonamente. Seguramente no fue un baile bello, pero fue un gesto maravilloso de resistencia de un hombre digno.
Obviamente, este gesto le trajo problemas, así como su decisión de no acudir jamás a las convocatorias que le hizo la Selección Alemana, aduciendo constantes lesiones como excusa. Al contrario de lo que se cuenta en algunos sitios, aquel no fue su último partido, ya que siguió jugando con el Austria Viena hasta diciembre de aquel mismo año, mientras veía como su mundo se desmoronaba y la presión del gobierno nazi se iba haciendo insoportable.
Matthias Sindelar falleció en su domicilio, junto a su novia, el 23 de Enero de 1939. Muchas son las especulaciones sobre su muerte. La versión oficial apuntaba a una intoxicación accidental por monóxido de carbono. Otras hablan de un posible suicidio, incluso de un asesinato por parte de las milicias nazis que habrían saboteado los conductos del gas.
Cualquier versión es verosímil, aunque poco importa ahora. Lo realmente importante fue su figura, el legado de buen fútbol y, sobre todo, de dignidad que dejó en la historia y que fue reconocido en un multitudinario funeral en las calles de Viena.
Matthias Sindelar, el Mozart del fútbol, algo más que un gran futbolista.

Gran artículo sobre la vida de Matthias Sindelar. Sin duda un ejemplo de honestidad y valor en tiempos difíciles. Gracias Paco por recordarnos estas historias!
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Vaya un fenómeno, lo que hubiera dado por ver la cara de los dirigentes nazis. Tuvo que ser, salvando las distancias, algo parecido a lo que hizo Jesse Owens.
Me sumo a Gingerand, gran artículo!
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