En esta España cainita en la que vivimos, si nos acercamos al mundo del fútbol, uno de los colectivos que sistemáticamente sale mal parado todos los fines de semana y fiestas de guardar es el de los árbitros. Que si se equivocan, que si fallan más que una escopeta de feria, que si siempre “regalan” a los mismos, que si son unos prepotentes, que si no tienen ni idea, que si no hay quien les dirija la palabra en el campo, que si tenemos el peor arbitraje del mundo, que si solo saben cortar el juego…
Muchas de estas lindezas se pueden leer, ver o escuchar según sea el contenedor informativo -prensa, TV o radio-. La ferocidad de la crítica es terrible. Ni un sólo periodista consentiría recibir críticas una cuarta parte de intensas, pero como los señores colegiados, gracias a Sánchez Arminio -y dicen las malas lenguas que Díaz Vega tampoco colabora- no pueden defenderse de las críticas, no pueden conceder entrevistas, no pueden hablar de sus errores y de sus aciertos… En definitiva, les tienen coartados un derecho constitucional, y nadie hace nada al respecto, pero este es otro asunto que debería ser tratado en otro momento.
El tema es que en España, entre los muchos árbitros que pitan en Primera División, pues hay de todo. Los hay malos -como hay malos entrenadores, malos jugadores, malos periodistas…- los hay regulares -como hay regulares entrenadores, regulares jugadores, regulares periodistas-, los hay que en ocasiones lo hacen de escándalo y en otras parecen desconocer el reglamento totalmente. Y luego, está Mateu Lahoz.

Mateu Lahoz es, en mi modesta opinión, el mejor arbitro que tiene España actualmente, de los mejores del mundo, y de los mejores de nuestra historia. A sus 38 años, lleva pitando en la máxima categoría nacional desde la temporada 2008 y a mi, personalmente, me encanta. Tuvo mala prensa durante la época de ese showman llamado Mourinho, porque se decía de él que permitía demasiado los contactos, que no cortaba nada el juego, que no sacaba tarjetas, y eso, cuando le tocaba arbitrar algún Madrid-Barça o viceversa, generaba tensión desde la teoría que esa forma de arbitrar favorecía al Real Madrid. Una tontería como otra cualquiera.
Mateu Lahoz es lo más parecido a un árbitro profesional que tenemos en España. Se toma su trabajo muy en serio -ojo, no digo que sus compañeros no lo hagan, pero de él nos consta- y lo vive con una intensidad extraordinaria. Lee toda la prensa deportiva nacional, se imprima donde se imprima, y durante la semana presta especial atención y seguimiento a los equipos que tiene que arbitrar. Cómo están los equipos, cómo están los jugadores, si hay algún jugador con problemas personales, o acaba de ser padre, o sale de una lesión, o está siendo muy criticado… Es decir, intenta conseguir toda la información posible para intentar entender que quizá, si Luis Suárez falla un gol cuando empieza a hablarse de su sequía goleadora, eso puede generarle una tensión que le lleve a protestar algo con más vehemencia de la habitual… cosas así.
A mi eso me parece fabuloso. Con Mateu se puede ver un partido de fútbol. Dialoga con los jugadores, les pregunta por sus niños, por sus negocios, se interesa, de alguna manera, por ellos, quiere llevarse bien con ellos porque, al fin y al cabo, forman parte del mismo espectáculo. Y a la canallesca española, con tal de atizar, eso también le viene bien. Si te acercas a un árbitro a protestarle una jugada y te saca amarilla, malo. Si el árbitro, mientras el balón está parado, o en el calentamiento, o al final del partido, te pregunta por tu hijo, por tu bar, por tu mujer que ha estado enferma, peor aún.
Mateu saca las tarjetas justas y necesarias, tiene una visión del juego más inglesa que española y eso se traduce en que los partidos que arbitra se dejan ver, y casi siempre, son buenos choques, prueba que los colegiados también pueden influir de manera determinante en la vistosidad del espectáculo. Habla con los jugadores, ¡¡HABLA CON ELLOS!! que es una de las críticas sistemáticas que el entorno futbolero -al árbitro sólo puede hablarle el capitán…-hace a nuestros colegiados, que no hay quien les tosa en la oreja…
Mateu ha preguntado este año, que se sepa, a Piqué por Milan, a Wellington por su negocio y, ojo al dato, ¡¡¡HA RECONOCIDO HABERSE EQUIVOCADO Y HA PEDIDO PERDÓN!!! Este pasado fin de semana, en el transcurso del Espanyol-Barcelona, concedió el segundo gol culé en fuera de juego de Luis Suárez. Parece ser que después de ver las imágenes reconoció su error y pidió disculpas a los jugadores del Espanyol.
Pues me parece muy bien. Hombre, quizá en lugar de hacerlo en el descanso, podía haberlo hecho a la finalización del partido. Pero a mi, que alguien admita un error y se disculpe me parece maravilloso. En cualquier caso, estos errores habría que verlos, de una vez por todas, como un elemento más del juego, y punto.
Nadie machaca un jugador por fallar siete goles en un encuentro -como mucho, se lleva el 0 en la valoración del partido- ni tampoco se pasa por guillotina ni se le pide “nevera” a los entrenadores cuando hacen planteamientos tácticos que ni mi hijo de 9 años. Los jugadores son humanos y fallan. Los entrenadores son humanos y fallan.
Y los árbitros son humanos y fallan. Y hasta que no metamos en igualdad de condiciones a los árbitros -que con mucha diferencia son los que se preparan en menor igualdad de condiciones que el resto de protagonistas-, seguiremos teniendo todas estas “tontás”.
A mi Mateu Lahoz me encanta y me gustaría que hubiera muchos como él. Me encantaría que me preguntara por mis clases…