Vivimos una era en la que el fútbol ha abandonado los escepticismos e inmovilismos para hacer uso, de una vez por todas, de la tecnología. Un gol en una portería bi en otra puede decantar el futuro financiero de un club o la expiración de contratos publicitarios multimillonarios. Hoy en día, no se puede permitir que un imperfecto humano determine si la bolita entró o no cuando hay todo un país pendiente de esta circunstancia. Cuando ese gol puede mandarte a casa antes de tiempo y podría dilapidar millones de euros gastados en una publicidad excesivamente efímera.
Conlleva tales consecuencias un fallo en momentos clave de un partido, que Platini, secundado por un aperturista Blatter han llevado a cabo modificaciones de todo tipo para que aquellas incómodas situaciones no vuelvan a repetirse. Los árbitros en la línea de gol, los intercomunicadores, el spray para las barreras, y ahora, una especie de “ojo de halcón” que determina si el balón ha entrado totalmente en la portería. Se engañan, y lo hacen porque una de las grandezas (y miserias) de este deporte es que aún depende del criterio de una persona. Valga la tecnología para facilitar el trabajo, la decisión final siempre será del árbitro.

Es entonces cuando aparece el señor Massimo Busacca, jefe de los árbitros y esquilmador retirado para algunos como Parreira, y sus designaciones. En este Mundial, se da la circunstancia de que árbitros podrán pitar partidos donde intervengan selecciones del mismo continente. Sólo se prohíbe que arbitren partidos del grupo en el que intervenga su selección nacional. No obstante, para evitar sospechas, el suizo eligió a un colegiado japonés para arbitrar el partido inaugural entre los anfitriones, Brasil, y Croacia.
Y ahí empezó el despropósito. Nishimura desatascó el partido a los brasileños señalando un penalti en una jugada en la que Fred imitó los gráciles movimientos de la Paulova, para dejarse caer de manera flagrante. Cual caja de Pandora y lejos de zanjarse el asunto, los errores de los colegiados han ido a más hasta dejar el nivel del arbitraje en Brasil por los suelos.
En el mismo grupo, México tuvo que marcar hasta tres goles contra Camerún para ganar con 1-0 a los africanos. El juez de línea que erró en los goles mal anulados, Clavijo, ha sido la primera y única víctima hasta el momento, y ya disfruta de las vacaciones estivales.
También hemos sufrido en nuestra piel los desaciertos de los trencillas, por si no fuera poco con lo deportivo, y vimos cómo a Casillas lo obstaculizaban ilícitamente en el tercer gol de Holanda. Quizás compensara el penalti inexistente a Diego Costa, tristemente detonante del único gol que ha marcado España en este Mundial. Nuestros vecinos, Portugal, también tuvieron su ración en otra goleada, la de Alemania. La expulsión a Pepe por encararse con Müller es más que rigurosa, lo que el árbitro adornó con un penalti no pitado a Eder, que acabó desesperando a Cristiano Ronaldo, que debió ser amonestado (o expulsado) por su airada reacción.

Las selecciones modestas tampoco se libran de los malos arbitrajes. El ecuatoriano Carlos Vera evitó que el aburrido Irán-Nigeria acabara con victoria de las Águilas verdes, anulando un gol legal de Obi Mikel por inexistente falta al portero. Sin ir más lejos, ayer mismo, volvimos a ser testigos del bajísimo nivel arbitral de este Mundial. Los dos fallos se han quedado en anécdota merced a los resultados, aunque de haber sido diferente el desenlace, habría polémica para largo.
El primero fue un penalti clarísimo a Joel Campbell en el Italia-Costa Rica. El 0-1 final ha evitado que se hable más de esta clara acción, y es que ya sabemos lo difícil que es pitar la pena máxima en contra de tótems como la selección azzurra. El segundo, más que error arbitral de percepción, responde a la estupidez manifiesta de la que hacen gala algunos árbitros al optar por la vía más ilógica en sus decisiones. Quizás es porque no hayan jugado a este deporte, pero pitar el final del partido, a modo baloncesto, cuando Benzema está marcando el sexto gol de una histórica goleada francesa, es sencillamente absurdo.
En definitiva, en apenas ocho días que llevamos de torneo, ya hemos tenido multitud de fallos arbitrales que han mancillado el inicio de Mundial. Nunca ha habido tantos errores seguidos en una cita así. Aunque también alguno pensará que tampoco se recuerdan temporadas tan malas en este aspecto en la Liga Española como las últimas.

Esto hace pensar que estamos ante un problema de índole general: el nivel mundial de los árbitros hoy día es horrible. Ya no existen figuras respetadas del arbitraje como en épocas anteriores, Puhl o Collina sirvan de ejemplo, si no “hombres de negro” a los que temer por sus decisiones. Sólo hay que acudir a la representación española de los colegiados en este Mundial: el controvertido Velasco Carballo. Pero aunque desquicien a jugadores, desesperen a los aficionados y reciban las críticas de entrenadores, las decisiones arbitrales fallidas también forman parte de la leyenda del fútbol, de su memoria.
Porque, ¿qué recordaríamos del Mundial de Corea y Japón si Al-Ghandour no nos hubiese robado?