El fútbol es agotador, mentalmente hablando. El fútbol español lo es más aún. Intento buscar un buen asunto del que escribir, pero allá donde escudriñe, sólo me llegan ondas de mala leche, noticias que sacan de mí lo peor. Que a lo mejor, no es mucho, pero me agota escribir una vez al mes sobre un asunto que me molesta, que me indigna, que me subleva… Es inevitable. El mundo feliz de Huxley sólo existe en localizados reductos a los que yo no tengo alcance. Así que no me queda otra que ponerme de mala baba.
Por ejemplo. Hace unos días, el Barcelona derrotó con muchísimos apuros al Espanyol. Sólo la ya clásica exhibición de Leo Messi hizo viable la victoria culé en el derbi catalán. El partido finaliza con un 2-0 para los de Valverde. Cuando Del Cerro Grande pita el final del partido, los jugadores lejos de la tensión que puede llegar a provocar un Barça-Espanyol en algunas cuevas o cavernas, se saludan, se felicitan, comentan las jugadas más interesantes… Entonces, Adrián Pedrosa, canterano del Espanyol, le pide la camiseta a Messi y el argentino se la cambia con el lateral izquierdo periquito. Hasta aquí todo bien.
Pero no. No está todo bien. Incomprensiblemente, las tecnologías más modernas llegan a las citadas cuevas y cavernas donde habitan seres que a su paso van dejando un rastro de bellotas que les caen arrebujadas de la cabeza. Desbordada. Y entonces, estos verdaderos animales deciden arremeter contra Pedrosa y dedicarle toda clase de elogios y parabienes porque se ha atrevido a pedirle la camiseta al mejor jugador del mundo y, quien sabe, si de la historia… Y le dicen de todo menos bonito, refugiándose en ese cobarde anonimato que brindan las redes sociales. Y le machacan. No encuentro un adjetivo que exprese con claridad lo que pienso de esas personas. De hecho, no sé si existe esa palabra. Debería inventarla.

Pero no es la primera vez que pasa algo así y no será, me temo, la última. A finales del año pasado, Robert Mazan, eslovaco del Celta de Vigo tuvo que sufrir un vandalismo intelectual similar por parte de algunos aficionados acémilas vigueses. Y todo porque subió una foto a Instagram de la camiseta de Messi y el mensaje “Gracias, Dios” (las faltas de ortografía las he obviado). Esto resultó insoportable a parte de la parroquia celtista, que lapidó virtualmente al jugador por semejante osadía después, también, de haber perdido el partido, como le había sucedido al Espanyol. Lo peor de todo es que Mazan pidió disculpas a través de la misma red social. Punto para los bestias.
Sólo unos días después, el -todavía- presidente de la U. D. Levante explotaba en los vestuarios de San Mamés tras la dolorosa derrota -por lo in extremis de la misma- de su equipo ante el Athletic. Catalán hizo el típico alegato de “yo creo en el VAR, pero esto es un escándalo y los jugadores están llorando y tal y cual y no sé qué y somos profesionales y nos jugamos dinero y tal y tal y tal”. Puede entenderse el enfado cuando pierdes 3-2 después de haber remontado el partido y que la derrota se produzca por un penalti pitado sobre Muniain en el tiempo añadido, no en el descuento, otra de las expresiones lacra de este deporte. Catalán se quejaba, en general, del VAR y del gol anulado a su equipo en la primera parte por falta de Coke sobre Herrerín y del penalti sobre Muniain. No puede negarse que la reacción del delantero bilbaíno cuando siente el pisotón de Moses Simon es merecedora del Razzie 2019 a la peor interpretación – exagerada, sobreactuada- y es algo que debería abochornar al propio Iker cuando vea las imágenes en la tranquilidad de su hogar y a cualquier otro practicante de esta modalidad teatral, que cuenta con miles de seguidores repartidos por todo el mundo. Pero las imágenes posteriores acreditan que hubo falta a Herrerín y hubo penalti a Iker. No creo que pueda haber duda alguna. Pero la patada estaba pegada, y el balón a seguir…


Conviene recordar ahora que Quico Catalán ya era presidente del Levante cuando se jugó el Levante-Deportivo en mayo de 2013, un partido que estará por el resto de los días bajo la sospecha de amaño. No he oído a Catalán disculparse por esas sospechas ni por los equipos que pudieron salir perjudicados en ese presunto caso de amaño. De eso, Catalán no dijo ni mu, en su momento, y por supuesto, es una página que ha pasado. Pero eso sí me parece preocupante: ya está mal que exagere un jugador, peor aún que haga creer al árbitro que ha sucedido algo que no ha pasado, pero venderte por un puñado de lentejas… Claro, que es una sospecha de larga sombra, pues también volatean negros nubarrones sobre, qué casualidad, un Athletic-Levante de la temporada 2006-07… No sé si de casta le viene al galgo…
De todas formas, hilvano las protestas de Catalán y la reacción del Muniain, totalmente recuperado para lanzar el penalti que dio la victoria a su equipo un par de minutos después, sin cojera ni nada que se le parezca, para poner el foco en otro de los grandes problemas del fútbol actual. Esa sensación de que uno está viendo un pésimo espectáculo teatral, con unos buenos jugadores -en algunos casos- pero pésimos actores. La exageración con la que reaccionan UN ALTO PORCENTAJE DE ESOS JUGADORES cuando sienten un contacto es vergonzosa, cuando el golpe ha sido en el pecho pero se echan las manos a la cara como si hubieran recibido el bofetón de Gilda y caen fulminados al campo. Es una vergüenza los espectáculos que se ven todos los fines de semana en todos los campos. Y a alguno le parecerá que está bien, que son prácticas que evidencian la competitividad y la picardía. A mi me parece lamentable, indecente e indigno. Y cada vez que lo veo en un partido, y hace mucho tiempo que no recuerdo ninguno sin un detalle de estas características, me entran unas ganas locas de apagar la televisión y mandar todo a la mierda. Pero me contengo, a la espera de la siguiente actuación.
P.D.: Joaquín Caparrós anunció este pasado domingo que padece una leucemia crónica. Viendo el país en el que vivimos, en el que algunos celebraron la muerte de un niño enfermo de cáncer porque su máxima ilusión era ser torero -qué le vamos a hacer- me hacía esperar lo peor. Pero no. De momento, si los cafres han sacado su mierda a pasear, nadie les ha dado bola. Que es lo mejor que se puede hacer. Dale duro, Joaquín, y a ver si ganas ese partido.
P.D. 2: Con este artículo a punto de ver la luz, escucho al energúmeno, no se me ocurre mejor elogio, que deseó la muerte el pasado domingo a Marcelino en el transcurso del Rayo-Valencia. Bueno, él, y siendo pesimistas, varios centenares más de personas. 48 horas después, lejos de mostrar un arrepentimiento REAL, pide disculpas mirando para otro lado y viene a excusarse porque no fue el único que lo dijo en el campo y porque cosas así se escuchan todos los días, vino a decir, el intelectual de la muleta, vergüenza del género humano. Pide disculpas a la afición, al Rayo Vallecano por el daño que puede causarle, y sobre todo, a los niños… E interpelado por el periodista, que le pregunta si no le pide disculpas a Marcelino, dice que le gustaría ofrecérselas personalmente -puedo imaginarme la conversación-, y acaba con la genial frase, «que me perdone si en algún momento se sintió ofendido». Si sólo le dijo dos veces «ojalá te hubieras matao«, y apostilla con unos hermosos «cabrón, hijo de puta». Estas cosas no le molestan a nadie, hombre… Duerme tranquilo.